¡¡¡Y sigue la música narca!!! Elarsenal.net
Raúl Flores Martínez.
Escribir sobre crimen organizado, es también hablar de la llamada narcocultura, donde entra a la perfección los distintos tipos de música que ensalzan a los integrantes de los grupos delincuenciales.
No importa cual sea el ritmo, no importa si son los llamados corridos tumbados, cumbias o con banda, el chiste consiste en resaltar la inútil vida llena de violencia de todos aquellos que saben que su vida puede acabar en cualquier momento.
Los corridos se mantienen como el género más popular para glorificar a jefes y sicarios de los cárteles. Pero la música que celebra la violencia no se limita a este estilo: hoy también se escuchan dembows, guarachas y cumbias, adaptadas a la propaganda criminal.
Mientras que al Cártel de Sinaloa se le ha asociado con corridos tumbados, en el caso del Cártel Jalisco Nueva Generación abundan ritmos urbanos y tropicales que circulan masivamente en redes sociales. En el noreste, la herencia del Cártel del Golfo se refleja en cumbias que relatan operaciones, fugas y enfrentamientos de quienes integran las múltiples escisiones surgidas tras su declive.
El arraigo de esta “narcocultura musical” no es casualidad. Tamaulipas fue la cuna del cártel más antiguo de México, fundado alrededor de 1930 por Juan Nepomuceno Guerra, quien aprovechó la prohibición del alcohol en Estados Unidos para establecer una red de contrabando.
El legado lo heredaron figuras que marcaron a sangre y fuego el noreste mexicano: Juan García Ábrego, sobrino de Guerra, y más tarde Osiel Cárdenas Guillén, quien convirtió al Cártel del Golfo en un imperio sostenido por su brazo armado, Los Zetas.
La brutalidad de este grupo paramilitar no sólo extendió su control territorial, sino que también cimentó la imagen del crimen como una industria con códigos, símbolos y ahora, bandas sonoras.
Así, mientras la violencia se transforma, los ritmos también cambian, pero el mensaje sigue siendo el mismo: la exaltación del poder del narco y su inserción en la vida cotidiana de comunidades enteras. Una banda sonora que normaliza la ilegalidad y el terror.
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