Tulum: el paraíso convertido en negocio militar Sol Yucatán
- Tulum debe ser la única ciudad del mundo que se queda sin turistas teniendo un tren y un aeropuerto inaugurados en menos de dos años.
Golpe de Tecla
Por Noé Zavaleta/La Opinión de Mexico
El destino más deseado del Caribe mexicano, joya natural y símbolo del turismo nacional, atraviesa hoy su peor crisis económica y social. Playas vacías, comercios cerrados, precios absurdos y acceso restringido. El paraíso que prometía desarrollo se convirtió en un pueblo fantasma con aeropuerto nuevo y un tren vacío.
De lo público al negocio militar
Durante más de medio siglo, la playa de Tulum fue libre. Cualquiera podía entrar sin pagar, disfrutar del mar y del paisaje sin más requisito que respetar la naturaleza. Hoy eso es historia.
Con el Parque del Jaguar, la “obra ecológica” del sexenio, el acceso a las playas quedó bajo control del Ejército. Quien quiera entrar debe pagar desde 355 pesos por persona hasta más de 1,400 por familia.
El discurso fue “proteger la biodiversidad”, pero el resultado fue privatizar el espacio público con uniforme militar.
El Centro Artesanal, que antes recibía 15 mil turistas diarios, hoy apenas reúne quinientos.
La promesa de Andrés Manuel que “no se entregarían las playas a particulares” se cumplió al revés: se entregaron a la Sedena y a los amigos del poder.
La 4T presumió a Tulum como modelo de progreso. El Aeropuerto Internacional Felipe Carrillo Puerto costó más de 17 mil millones de pesos.
El Tren Maya, diseñado para conectar el sureste, ya rebasó los 515 mil millones, el doble de lo presupuestado.
¿Resultado? Un aeropuerto que opera a medias y un tren que viaja vacío.
Las aerolíneas reducen vuelos por falta de pasajeros y la ocupación hotelera ronda el 50%, cuando antes superaba el 80%.
El fracaso no es de infraestructura, sino de sentido común. Se construyeron elefantes blancos para la vanidad presidencial, no para el bienestar local.
El despilfarro fue monumental; los beneficios, invisibles.
Hoy Tulum es un paraíso roto
Tulum se volvió símbolo del contraste más brutal: lujo desmedido frente a abandono total. En la zona hotelera, los precios son europeos: un refresco a 100 pesos, un taxi a 800, una entrada a la playa en 21 dólares.
Mientras tanto, en la periferia, no hay agua potable, drenaje ni calles pavimentadas.
Las comunidades mayas, que deberían ser beneficiarias del llamado “progreso”, sobreviven con empleos temporales, sueldos precarios y servicios inexistentes.
Y para colmo, la naturaleza paga el precio: sargazo, contaminación, tala, destrucción de manglares y arrecifes para levantar hoteles “ecológicos” que son cualquier cosa menos ecológicos.
Ni el tren ni el aeropuerto trajeron prosperidad, lo que trajeron fue un espejismo caro y desierto. El turismo nacional se fue, cansado de precios y maltrato; el internacional, decepcionado por la inseguridad y la mentira.
Las calles lucen vacías, los locales cierran, los comerciantes piden perdón.
Algunos publican en redes sociales mensajes rogando al turismo mexicano que regrese, prometiendo tarifas justas y acceso libre a las playas.
Es la escena más triste del sexenio de la continuidad de la “Transformación”: el paraíso implorando por sobrevivir, mientras el gobierno presume logros en cadenas nacionales.
Y detrás del fracaso, la corrupción con apellido. Los terrenos frente a la estación del Tren Maya en Tulum -comprobado por diferentes investigaciones periodísticas- llegan al mismo camino, pertenecen a los hijos de “Nico”, el famoso chófer presidencial.
Los mismos que se enriquecieron con contratos y concesiones ahora son dueños del nuevo “milagro turístico”.
Los socios de Vidanta y otros desarrolladores recibieron permisos de los hijos del expresidente López obrador, para construir en zonas protegidas.
Se destruyeron arrecifes de coral, se talaron hectáreas de selva y se levantaron resorts sobre lo que antes era patrimonio natural.
La “transformación” convirtió a Tulum en un negocio familiar de la narco-mafia política que López Obrador creó y que hoy sigue administrando el país con la misma impunidad.
Tulum fue el sueño mexicano: naturaleza, libertad y belleza. Hoy es un espejismo custodiado, caro, vacío.
El sol sigue siendo gratis… pero todo lo demás cuesta como si estuviéramos en las islas más caras de Europa o Francia.
Ni con AMLO ni con Claudia cambia el desastre, lo único que han demostrado es que la “transformación” no avanza, únicamente corrompe, uniforma y roba.
El Tren Maya, el Parque del Jaguar y el Aeropuerto de Tulum son monumentos al fracaso, recordatorios del daño que deja un gobierno que convirtió lo público en botín político y el paraíso en ruina.
Tulum es hoy un pueblo fantasma con aeropuerto nuevo, y se convirtió en la postal más cara del fracaso nacional.
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