Encuentro con Profesores e Investigadores de Educación Superior del estado de Chihuahua Diario.mx

El pasado sábado 13 de diciembre, invitado por un grupo muy destacado de académicas y académicos del estado de Chihuahua, acudí con gusto al encuentro estatal que organizaron para reflexionar acerca de los retos que actualmente enfrentan nuestras 252 instituciones de educación superior, cuya matrícula asciende a 146 mil estudiantes y es atendida por 12 mil 556 profesores.

En un evento muy concurrido participó el personal docente y de investigación de las principales casas de estudio del estado, entre las que contamos a representantes de las universidades autónomas de Chihuahua y Ciudad Juárez, del Tecnológico de Ciudad Juárez y de instituciones formadoras de maestros como la Universidad Pedagógica Nacional de Chihuahua (UPNECH) y el Centro de Actualización del Magisterio.

En esta primera conversación destaqué la situación que actualmente viven nuestro estado y Ciudad Juárez, así como las oportunidades que tienen nuestras instituciones de educación superior de contribuir al desarrollo, con pleno bienestar, de todas los pueblos y ciudades de Chihuahua.

A mis estimados lectores les comento que me atreví a participar en este intercambio de ideas porque estoy convencido de que nuestras universidades y tecnológicos tienen una madurez y un potencial sobrado para diseñar y hacer posible un nuevo modelo de desarrollo que combine con equilibrio, expansión material, prosperidad compartida y un renovado impulso a nuestra vida cultural.

Considero que esto es posible por las siguientes razones:

Entre 2018 y 2024 se rompió el mito de que no era posible hacer coincidir la prosperidad de los negocios, con el mayor bienestar de sus trabajadores.

Una gran reforma laboral y una política de bienestar centrada en apoyos universales a las personas, grupos y comunidades más vulnerables permitió que en el país salieran de la pobreza 13.4 millones de personas, en la Frontera Norte 2.5 millones y en nuestro estado 393 mil.

Fue un logro histórico, inusitado, que demostró la viabilidad de un modelo de crecimiento sustentado en un nuevo régimen social que obliga al Estado a garantizar mínimos de bienestar dignos a todas las personas, independientemente de su adscripción social.

El Conjunto de universidades y tecnológicos, tanto públicos como privados, han desarrollado una capacidad académica, suficiente para impulsar todas y cada una de las actividades económicas que se ejercen en las zonas rurales y urbanas del estado.

Es cierto que la economía se ha diversificado, pero lo mismo ha ocurrido con los programas educativos; también lo es que la complejidad de los procesos y entidades productivas son hoy mucho más complejas que en el pasado; pero las instituciones educativas cuentan con plantas académicas con mayores calificaciones para enseñar, investigar, divulgar conocimiento y, sobre todo, para imaginar y realizar las grandes transformaciones que requiere el desarrollo equilibrado y solidario de nuestra sociedad.

Estoy plenamente convencido de que para sostener con vida este nuevo régimen social es indispensable sumar la creatividad, el talento y los saberes de quienes están formando a las nuevas generaciones de profesionistas, investigadores, artistas e intelectuales que nuestra nación y nuestro estado necesitan para seguir avanzando.

Nadie como ellos podrá contribuir a la reproducción del capital humano y cultural que requerimos para enfrentar los cambios vertiginosos que supone una sociedad del conocimiento que cada hora que transcurre aumenta su dependencia de la inteligencia artificial.

Creo que vamos muy bien con el segundo piso, pero necesitamos un afianzamiento de nuestra base tecnológica y cultural que sólo puede incubarse en nuestras universidades y tecnológicos y creo que sobre eso debemos trabajar en los próximos meses.

En todo lo anterior tenemos las fortalezas de nuestras ofertas educativas en prácticamente todos los campos de conocimiento, pero también tenemos profundas limitaciones, asociadas a problemas de administración y organización que pueden resolverse; pero en este caso los desafíos no pueden superarse aisladamente, pues son asuntos que requieren de una atención colectiva por lo que un evento como el señalado Encuentro, se convierte en la plataforma ideal para que todas las instituciones expongan y formulen sus propuestas.

Este primer intercambio también me pareció interesante porque tuve oportunidad de comentar algunos de los aspectos relacionados directamente con la educación superior y, aprovechando el momento, expresé mi preocupación por la ausencia de democracia interna dentro de nuestras instituciones.

Un caso extremo lo tenemos en la UPNECH que actualmente tiene un consejo directivo integrado por altos funcionarios del gobierno del estado y directivos de organizaciones empresariales, sin que la rectora de esta casa de estudios tenga derecho a voto.

En las universidades estatales la composición de los consejos universitarios es representativo solo en apariencia, pero lo cierto es que los consejeros, tanto de alumnos como de profesores, se eligen dentro de un número muy limitado de carreras.

Nuestras dos mayores universidades cuentan, cada una, con más de cien programas, pero por costumbre en el Consejo Universitario sólo están representados unos cuantos programas educativos.

La conducción de los gobiernos de tecnológicos y universidades tecnológicas es tan ajena a la democracia, como lo era en 1968, cuando Díaz Ordaz, para contener el movimiento estudiantil, prometió otorgar la autonomía plena al Politécnico y a los tecnológicos.

Es sabido que las mujeres son mayoría en la matrícula escolar, tienen mejor mayores logros y tasas de graduación superiores, pero su representación en las rectorías de nuestras instituciones es escasa, siendo en la mayoría nula.

¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para que en algunas de ellas el rectorado recaiga en una compañera académica?

Desde hace años nuestras casas de estudio muestran una falla estructural: visible en un trato por demás injusto a los profesores de tiempo parcial y de honorarios, expresado en pagos ínfimos y prestaciones inexistentes, a pesar de que ellos son responsables de impartir cerca del cincuenta por ciento de las asignaturas.

Pero la crisis de remuneraciones ya tocó la puerta de nuestras aulas y corre por los pasillos de nuestros recintos académicos. A propósito, con gusto y emoción celebramos los mejores salarios de nuestros trabajadores de bajos ingresos, pero ahora es necesario cuidar el poder real de las percepciones de los trabajadores administrativos que alguna vez tuvieron buenos ingresos.

Pero el tema es más amplio porque el rezago de los ingresos ya alcanzó a los académicos que no tienen entradas complementarias y está causando angustia entre los pensionados.

En el ámbito de la cultura necesitamos asegurar mayores recursos y presupuestos estables y crecientes a los proyectos de desarrollo cultural que emergen de nuestras universidades y de nuestros gobiernos. En este plano el problema no es nacional sino eminentemente regional y local.

Mientras otras ciudades y estados han consolidado grandes proyectos como la Sinfónica de Xalapa, el programa editorial de la Universidad Veracruzana, la FIL de la Universidad de Guadalajara, el Cervantino, o los programas culturales del Sureste de México, Chihuahua y Ciudad Juárez viven una severa regresión.

Al respecto, debo expresar mi pesar por la desaparición del (Centro de información y Desarrollo del estado de Chihuahua (CIDECH); por el abandono en que nuestras administraciones municipales tienen las bibliotecas municipales y por la escasa trascendencia de los proyectos culturales de nuestras instituciones de educación superior.

Sin embargo, creo que, para concluir, puedo destacar las buenas obras que están realizándose en Chihuahua.

El proyecto de difusión cultural que está realizando el grupo SMART, orientado por el doctor Enrique Cortázar, decano y animador de nuestra vida cultural es una muestra de lo que otras grandes empresas debieran realizar.

Los teatreros de nuestra ciudad, con expresiones como el teatro de Pilo Galindo y de Perla de la Rosa nos generan la esperanza de que con voluntad y creatividad podemos llegar lejos.

Más allá de lo mencionado, en una más de sus empresas culturales el Dr. Víctor Orozco nos ha mostrado que las grandes obras culturales también se pueden hacer realidad en nuestras pequeñas comunidades; por ello creo que, la apertura del centro cultural, recién construido con extraordinario empeño por el pueblo de Pascual Orozco, debería provocarnos envidia de la buena.

Finalmente, comparto una buena noticia, que toca la vida política de nuestras instituciones educativas: después de muchos años el magisterio del Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez pudo elegir libremente a sus dirigentes, lo que nos anuncia, acaso el comienzo de una nueva época.