Despierta familia del ‘sueño americano’ Diario.mx

Ciudad Juárez.- Tres días después de cruzar la frontera y entregarse a los agentes de la Patrulla Fronteriza, Angeli dio a luz en El Paso, en donde vivió más de un año con su familia hasta que el riesgo a ser deportada sin su hija los hizo salir de manera voluntaria de Estados Unidos y regresar a Ciudad Juárez.

“El sueño americano no era como uno pensaba… no nos fue bien en Estados Unidos y me querían separar de mi niña. Tuvimos que salirnos y dejar todas nuestras cositas que habíamos logrado humildemente”, relató la madre venezolana, de 28 años de edad, mientras alimentaba en sus brazos a su hija.

Angeli, su esposo (ambos de 28 años) y sus dos hijos de uno y cuatro años son una de las al menos ocho familias que han salido voluntariamente de Estados Unidos y han arribado a Ciudad Juárez durante las últimas dos semanas, tras haberse “despertado” de lo que ella describe como el “sueño americano”.

Mientras que en la mayoría de los casos la decisión de salir del vecino país se debió a la deportación de la mamá o el papá, a Angeli y a su esposo lo que los hizo huir fue el miedo de que les quitaran a su hija estadounidense y no la volvieran a ver, debido a que ella tenía una orden de salida.

Sentada en una de las mesas del comedor para personas en contexto de movilidad que opera el Ministerio para Migrantes de la Sociedad Misionera de San Columbano en las oficinas de la Catedral de Ciudad Juárez, la madre sudamericana relató que un día el gobierno de Donald Trump le envió hasta el buzón de su casa una hoja informándole que tenía una semana para salir el país, pero antes debía acudir ante el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), en donde sería entrevistada para informarle si sería deportada sola o con la niña estadounidense.

Huyeron del país

Al enterarse de que podrían quitarle a su hija y deportarla a ella y a su otro hijo, Angeli y su esposo decidieron huir del país, en donde pensaron que lograrían una vida mejor.

Explicó que su esposo no contaba con una orden de deportación, debido a que al cruzar la frontera a través del río Bravo (llamado río Grande del lado de Estados Unidos) entre Ciudad Juárez y El Paso, ella y su cónyuge fueron separados por no estar casados, y mientras que ella fue puesta en libertad en Estados Unidos, él fue devuelto a México.

Con el fin de reunirse con ella, él ingresó nuevamente de manera irregular, por lo que permaneció detenido durante siete meses, hasta que también lo liberaron dentro del vecino país, pero con un caso separado ante la Corte de Inmigración.

Ellos vivían en El Paso, él tenía dos trabajos, uno reparando techos y otro como repartidor de comida, y ella vendía arepas y aguas en los semáforos, hasta que él se cayó de un tercer piso trabajando y sufrió daños en un pulmón y fracturas en tres costillas, pero su jefe (quien vive en Ciudad Juárez) no se hizo responsable.

Mientras él permanecía enfermo, ella fue notificada de que tenía que presentarse ante el ICE, y un abogado le explicó que ahí la entrevistarían y decidirían si podría llevarse o no a su hija, debido a que la bebé es ciudadana estadounidense, por lo que el temor a ser separados de su hija los hizo regresar a México.

No recibieron beneficios de EU

Después de escuchar historias de madres que han sido separadas de sus hijos estadounidenses al ser deportadas, Angeli asegura que no tuvo mucho que pensar. Y salieron de Estados Unidos, fuera del programa de autodeportación y los beneficios económicos de mil dólares que ofrece el gobierno de Trump para los usuarios de la aplicación CBP Home.

“No le avisamos a nadie, pero cuando veníamos estaba un retén antes de cruzar el puente, eran agentes con chalecos azules (de CBP), les dije que nos veníamos a México, que nunca había recibido los beneficios de mi bebé, pero me pidieron los nombres de los niños y de nosotros para comprobar que éramos sus papás”, relató.

Debido a que su esposo no puede trabajar todavía por la caída que sufrió y continúa con daños en el pulmón, al llegar a Ciudad Juárez Angeli comenzó a trabajar en un negocio de jugos de arándanos, en donde le pagan de acuerdo con lo que se venda en el día; pero tiene que juntar 5 mil pesos para su renta mensual, por lo que acude con sus hijos al comedor de la Catedral.

Dijo que al regresar a México buscaban irse hasta Tapachula para después continuar su viaje hasta Venezuela, en donde viven su mamá y sus dos hijos mayores de nueve y seis años de edad, a quienes les mandaría dinero desde Estados Unidos, pero los programas que existen de traslado sólo los dejan en el centro del país, y una prima que tiene en esta frontera les dice que esperen aquí.

Dijo que la bebé se encuentra registrada ante el Seguro y los Centros de Servicios de Medicare y del Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos, pero no cuenta con un pasaporte ni el acta original de su nacimiento.

“Tres días después de que crucé comencé con la labor de parto… si hubiera nacido aquí (en México) sería más fácil arreglar mis papeles aquí”, dijo la madre venezolana, quien antes veía como una “suerte” el que su hija fuera estadounidense, pero ahora ve como su mayor suerte que no fue separada de ella. (Hérika Martínez Prado)