Un mes después de que un comando israelí secuestrara cerca de su casa en San Fernando al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, los servicios de inteligencia argentinos se lanzaron a una desesperada, también infructuosa, búsqueda de Josef Mengele, el asesino de las SS que en el campo de concentración de Auschwitz donde se dedicó a realizar experimentos mortales con los prisioneros y fue jefe del grupo de médicos que seleccionaba a las víctimas que serían ejecutadas en las cámaras de gas de aquella “industria de la muerte”, como pasó a la historia aquel enorme complejo de campos de exterminio.
Los investigadores argentinos tenían en sus manos todos los antecedentes de Mengele, que usaba una cédula de identidad argentina, 3.940.484, con su nombre verdadero; la había gestionado en noviembre de 1956 cuando ya era un criminal de guerra buscado en todo el mundo, con una partida de nacimiento legalizada en la Embajada de Alemania en Buenos Aires, que protegió a Mengele como también había protegido Eichmann. Los dos criminales de guerra también habían tenido la ayuda del gobierno de Juan Perón y de la dictadura militar que lo derrocó en 1955, la Revolución Libertadora.
Los servicios de inteligencia argentinos, “despertados” por el sensacional secuestro de Eichmann, siguieron los pasos de Mengele hasta dar con su mujer, con la que se había casado en Uruguay y que era su cuñada: era Marta María Will, viuda de Carlos Tadeo Mengele, (Karl Thaddeus) que había muerto en diciembre de 1949, y con quien había tenido un hijo, Karl Heinz. Mengele también tenía un hijo, Rolf, de su primer matrimonio con Irene Schönbein, de quien se había divorciado por poder ante los tribunales alemanes en marzo de 1954.
Eichmann fue secuestrado el 11 de mayo de 1960 por un comando israelí que lo mantuvo cautivo durante diez días en una casa que aún hoy, sesenta y cinco años después, es desconocida. Los israelíes buscaban también a Mengele, sabían que vivía en Argentina, y le preguntaron a Eichmann por su dirección. Eichmann dio una pista a cambio de que los comandos no dañaran a su familia, algo que no estaba en los planes de los israelíes. Uno de sus agentes, Peter Malkin, autor de Eichmann in my hands – Eichmann en mis manos, reveló que le había dicho a su prisionero “usted no está en condiciones de negociar nada” y que Eichmann había dado una calle y un número: 5 de Julio 1045, Vicente López. Era la pensión “Jurmann”, que Mengele ya no usaba más como su domicilio.
En realidad, a esas alturas, cuando Eichmann estaba en manos de los israelíes, era probable que Mengele ya no viviera en el país. En febrero de 1959, la fiscalía de Friburgo y el tribunal regional de Fráncfort, Alemania, habían presentado en Argentina un pedido de extradición de Mengele, porque había sido juzgado en ausencia en su país y condenado a prisión perpetua por sus crímenes. El pedido fue denegado por las autoridades argentinas por “fallas de forma y procedimiento”. Uno de los documentos recién desclasificados por el gobierno revela que “en forma extraoficial se habría expresado que los delitos atribuidos al investigado son de carácter político, razón por la que no correspondería hacer lugar a lo solicitado”.
El pedido de extradición alertó a Mengele que ya había empezado a buscar un nuevo país en el que vivir: Argentina le era peligrosa. Eichmann en sí mismo era un peligro para Mengele. Ambos criminales de guerra se conocían; el escritor Álvaro Abos sostiene en su libro Eichmann en Argentina que solían almorzar en el tradicional restaurante ABC de la calle Lavalle, que entonces tenía una decoración de neto corte bávaro. Pero Eichmann concedía entrevistas, hablaba ante miembros de la comunidad alemana y ante nostálgicos del nazismo; su mujer e hijos usaban también su nombre verdadero; Eichmann proyectaba un retorno del nacionalsocialismo a Alemania, al menos en de sus ideas centrales, que se produciría después de culpar a Adolf Hitler y a su entorno de las barbaridades del nazismo.
Eso hizo que Mengele decidiera alejarse de la Argentina, no sin antes advertir a sus allegados: “¡Aléjense de Eichmann!”. Uno de los documentos desclasificados por el gobierno establece, ya en junio de 1960: “En la Dirección Nacional de Migraciones existe una única constancia de que José Mengele ingresó a la República Argentina en el mes de noviembre de 1958, procedente de la ciudad de Asunción, República de Paraguay”. Mengele, en realidad, había llegado al país el 20 de junio de 1949, un año antes que Eichmann, con un pasaporte de la Cruz Roja Internacional, 100.501, a nombre de Gregor Helmut, un italiano técnico mecánico nacido en Termeno, Trento, el 6 de agosto de 1911. Lo sabían las autoridades argentinas, que sabían todo sobre Mengele.
Un mes después del secuestro de Eichmann y a sólo diecinueve días del anuncio al mundo que había hecho el primer ministro israelí Ben Gurión, Eichmann había sido capturado y estaba prisionero en Israel, un agente de inteligencia de la Policía Federal elevó un informe al Jefe de la División Servicios Extranjeros sobre el resultado de su intento de hallar a Mengele. Era el Auxiliar K.210, José Slootmann, si era ése su nombre verdadero. Slootmann había ido a cazar a “Joseph Menguele”, así figura en el documento, a los domicilios que el criminal de guerra había fijado en la documentación presentada para obtener su cédula de identidad, o certificados de buena conducta que le permitieran viajar fuera del país.
Empezó por la calle Virrey Vértiz, de Vicente López. “En realidad se trata de un pasaje –relata Slootmann en su informe que tiene fecha 11 de junio de 1960– constaté las numeraciones 968 y 970, dirigiéndome al número 990 donde fui atendido por el señor Jorge Valdivia, pasaporte diplomático n° 157, quien informó que tenía conocimiento que hasta el mes de enero había vivido en el 970 un señor de apellido Menguele (sic), el que se había mudado, desconociendo el actual domicilio”.
Slootmann tocó timbre entonces en el 970 del pasaje Virrey Vértiz, “siendo atendido por la mucama de los actuales ocupantes, la que se negó a dar su nombre, pero sí el de su patrón, que se apellida Walter, que habita la casa desde hace aproximadamente 15 días, con quien no pude hablar por desconocer esa persona el idioma castellano. No obstante interrogué nuevamente a la mucama, quien me informó que el llamado Menguele se mudó a San Isidro, ignorando su domicilio (…)”.
El agente consultó incluso en los coreos de Vicente López y San Isidro, habló con los empleados de guardia y con el jefe del correo de San Isidro, de quienes cita nombres, apellidos y números de legajos: buscaba si había algún Mengele que recibiera correspondencia. No, no había. Incluso aportó a los empleados del correo el nombre de la mujer del buscado, María Marta Will, y obtuvo la promesa de un pronto aviso si aparecía alguna correspondencia dirigida a ellos: lo iban a llamar a su teléfono particular. Después, volvió a la casa donde había vivido Mengele y ahora vivía Walter: “Cabe agregar que la finca de la calle Virrey Vértiz N° 970, es de propiedad del señor Levell, quien en la actualidad se halla radicado en Estados Unidos de Norteamérica, ignorándose si definitiva o temporalmente, datos obtenidos de la mucama de los actuales ocupantes”.
La búsqueda del “ángel de la muerte” de Auschwitz abarcó también la Capital Federal. El 23 de junio un mes y doce días después del secuestro de Eichmann, el Oficial Inspector Félix Osvaldo Nardelli trató de obtener información que permitiera detener a Mengele en tres direcciones: Callao 66, Paraná 140 y Azcuénaga 1551: “En el primero, –dice su informe – se encuentran instaladas oficinas, al igual que en el segundo, en ambos el buscado es completamente desconocido. Con respecto al último domicilio, desde hace tres meses aproximadamente se encuentran instaladas las oficinas de una agencia publicitaria, siendo también el mismo desconocido, pero se estableció que con anterioridad, en dicha finca se encontraba el laboratorio Fadro Farm, actualmente con sede en Carapachay”. Era una pista. En 1956, Mengele, que en su momento había comprado acciones de unos “Laboratorios Wander”, había aportado un millón de pesos para fundar Fadro Farm.
Cinco días después, el oficial ayudante Juan Francisco Raviele volvió a Azcuénaga 1551 y elevó su informe al “Jefe de la Mesa Anglo Sajón” de la Dirección de Coordinación Federal. Dice ese informe: “Asunto: dar cuenta comisión. Llevo a su conocimiento que en el día de la fecha, el suscripto se constituyó en la finca sita en Azcuénaga 1551, donde fue atendido por el señor Virgilio Ricardo Patalano, representante de la firma Etica Publicitaria – T.E. 80-5237 – o 80-4430 y estableció: 1) El laboratorio funcionó en la calle Drisdale 3572 – Carapachay – Vicente López y pertenece a la firma Fadro Farm S.C.A., y se especializan en drogas farmacéuticas. 2) Representante de la firma es el señor Von Petery. 3) En la calle Azcuénaga 1551, ocupaban dos o tres oficinas, y se retiraron hace aproximadamente 3 meses. 4) Se encontraban en esa finca en forma transitoria. 5) La correspondencia que se recibe en nombre del laboratorio Fadrofarm, es retirada por un empleado de esa firma, periódicamente, de apellido Trumpel o Strumpel, quien se moviliza con un automóvil Jeinkel, color amarillo, se ignora chapa”. El auto era un Heinkel.
Por fin, el 29 de junio, el jefe de la División Asuntos Extranjeros, comisario Gabriel Fernando González, elevó un detallado informe del caso Mengele al director de Coordinación Federal. Es un rico documento que sintetiza parte de la historia del criminal nazi en el país, narra una charla entre los investigadores y la mujer del criminal nazi, Marta María Will, a la que por fin habían localizado. El resultado de la charla, que figura en el informe, es muy revelador. El documento detalla paso a paso la llegada de Mengele al país, su pasaporte de la Cruz Roja, su nombre falso, Helmut Gregor, su historia falsa, el pedido en 1956 de una cédula de identidad argentina tramitada con su nombre verdadero, Josef Mengele, el casamiento en Uruguay con su cuñada, viuda de su hermano Karl Thaddeus, y hasta de su historial militar en la Alemania nazi “se le acusa de horrendos crímenes y de torturas de toda índole”, dice el informe, del pedido de extradición hecho por la fiscalía de Friburgo, de la denegación del gobierno argentino y de la alusión hecha, de forma extraoficial, de que Mengele era acusado en Alemania por “delitos de carácter político”.
Luego cita que Mengele había vivido en Sarmiento 1911, Vicente López, aunque en la tramitación de su divorcio en Alemania figuraba “Sarmiento 1875, Olivos”, y que habían dado con un antiguo domicilio del nazi, “en la calle Virrey Vértiz 790 de la localidad de Vicente López, lugar en el que vivió hasta enero próximo pasado”. Pero el agente Slootmann había tocado timbre en el 970 de Virrey Vértiz y no en el 790. La dirección correcta era la que había dado el agente Slootman. El informe dice que en las cercanías de ese domicilio “se lograron referencias que permitieron establecer que la esposa del causante se había mudado a la calle 5 de Julio 1101, lugar en el que alquila una habitación, mientras que su hijo, Carlos Enrique, lo hacía en la calle 5 de Julio 1074, ambos domicilios ubicados en la localidad de Vicente López, provincia de Buenos Aires; en lo que respecta a Mengele se le suponer (sic) ausente del país, previniéndose de que se produjera con él, una situación similar a la de Adolf Eichmann”.
Si la mujer de Mengele alquilaba una habitación en 5 de julio 1101, es de suponer que esa era la pensión “Jurmann” que Eichmann había fijado en el 1045 y no en el 1101 de Virrey Vértiz. Por otro lado, el 970 de Virrey Vértiz, la casa donde vivía un hombre de apellido Walter que no hablaba español, no era una pensión, sino una pequeña y elegante mansión. La policía también vigiló los laboratorios Fadro Farm y sus intentos de “establecer la concurrencia del causante (Mengele) o la presencia en el lugar de personas que pudieran relacionarse con los servicios de informaciones israelíes, no dieron resultado positivo, estableciéndose solamente la presencia diaria en esas oficinas de una persona que guarda una gran similitud física con el causante, del cual se posee una fotografía reciente; por razones de discreción no se han efectuado averiguaciones en el laboratorio de referencias, en el cual se ha establecido contacto con un señor Von Petery que se titula ayudante de José Mengele (…)“.
Por fin, el documento detalla el interrogatorio de la policía a la esposa de Mengele. A mediados de ese mes de junio de 1960, a poco más de un mes del secuestro de Eichmann, María Marta Will y su hijo, Carlos Enrique (Karl Heinz) que tenía entonces dieciséis años, habían pedido un certificado de buena conducta para viajar a Suiza. Los investigadores ubicaron enseguida a la mujer: “A través de sus dichos se toma conocimiento de que se ausentan definitivamente de nuestro país para radicarse en Suiza, lugar en el que su hijo continuará sus estudios, y en el que ‘me sentiré más tranquila porque las leyes suizas no contemplan los pedidos de extradición‘”.
Sobre la mujer no existía ningún pedido de extradición, tampoco sobre su hijo adolescente. ¿Quería decir Marta Will que Mengele iba a radicarse en Suiza junto a ella? Sigue el informe: “Manifestó asimismo que en el momento mismo que complete su documentación adquirirá los pasajes para viajar de inmediato; preguntado por la situación de su esposo, respondió que desconoce absolutamente donde se encuentra, pues se retiró de su domicilio en el mes de abril próximo pasado sin expresarle donde se dirigía”. Si la mujer decía la verdad, Mengele habría salido de la Argentina un mes antes del secuestro de Eichmann. Will dijo también haber recibido un carta de Mengele: “En esa esquela –sigue el informe– que no tiene firma pero en la que la señora de Mengele reconoce la letra de su esposo, le expresa sus intenciones de dirigirse a Venezuela o al Paraguay; es de hacer notar que la estampilla de esa correspondencia tiene matasellos de una agencia de la Capital Federal”.
Paradero desconocido, cartas sin firma y sin remitente… ¿Cómo haría la pareja para reencontrase, uno en algún país de América Latina y la otra en un lugar todavía desconocido de Suiza? Fue una de las preguntas de los investigadores: “Manifestó que ignora cómo lo hará, pero que supone que establecerá contacto por intermedio de algún amigo común o por los medios que su esposo pueda arbitrar”. La declaración apestaba a mentira y los policías quisieron dejarlo en claro: “Queda en el ánimo de la investigación la seguridad de que la señora de Mengele conoce perfectamente el lugar en el que se encuentra su esposo y de que mantiene contacto con él, pues en el curso de la conversación mantenida expresó ‘quédense –y para ello usó todo su énfasis– tranquilos y absolutamente seguros, mi esposo hace tiempo que se fue de la Argentina’”.
El documento agrega: “Se tomó conocimiento asimismo –por el hijo de la señora Mengele– de que los mejores amigos del investigado en nuestro país son el señor Roberto Mertig y su socio en los laboratorios Fadro Farm”. Mertig era el dueño de Orbis Mertig, una firma que fabricaba artefactos de calefacción, y uno de los máximos miembros de la Unión Alemana de Gremios, continuadora bajo cuerda del partido nazi tras su prohibición en Alemania, que había sido socio del padre de Mengele, fabricante de máquinas agrícolas, y que dio trabajo al criminal nazi en Buenos Aires.
Los investigadores siguieron a la mujer de Mengele después de la reveladora charla. Se trató de “un discreto seguimiento” que los llevó hasta Maipú 62, un edificio “ocupado en su mayor parte por estudios de abogados, no estableciéndose a cual de ellos penetró, por razones de discreción; al salir se dirigió a la calle Rivadavia y Callao utilizando para hacer el viaje el subterráneo de la Línea ‘A’, razón por la cual el automóvil asignado al servicio perdió contacto con el personal; en el lugar de referencias ascendió a un automóvil conducido por una persona del sexo masculino, chapa 324.246, que según informes de la Dirección de Tránsito es de propiedad del llamado Gustavo Heriberto Paetsch, domiciliado en la calle Callao n° 53, Capital Federal. Es de hacer notar que en este último lugar se encuentra ubicado el local de exposición y venta de calefones y cocinas ‘Orbis’, de propiedad de Roberto Mertig, el cual se sindica anteriormente como una de las personas de confianza del investigado (…)”.
Mengele jamás fue hallado. Eludió a la justicia internacional, a la inteligencia israelí y a los cazadores de nazis porque dejó de ser Mengele para siempre y borró con éxito sus huellas y su pasado. Vivía en Paraguay cuando lo buscaban en Argentina y pasó luego a Brasil con otra identidad falsa: Wolfgang Gerhard. Vivió atormentado, con una pistola bajo la almohada de cada noche y con el fantasma del secuestro de Eichmann que velaba sus malos sueños. Vivió mal, pero vivió. No pudo hacerlo sin ayudas de todo tipo, que en sus últimos años, desde 1950 en adelante, pasaron a ser también secretas y ocultas.
El destino del que su mujer habló a los policías argentinos, Suiza, no le era extraño a Mengele. En 1956, con su flamante cédula de identidad argentina y con su verdadero nombre, obtuvo un pasaporte de la República Federal de Alemania, extendido por los buenos oficios de la embajada en Buenos Aires. También con su nombre verdadero viajó a la Europa de posguerra junto a su cuñada y al hijo de la mujer; recorrieron Suiza e incluso pasó una semana en su casa familiar de Gunzburgo, Baviera, donde había nacido el 16 de marzo de 1911. Luego regresó a la Argentina donde vivió con su verdadero nombre, cuando era buscado en todo el mundo por criminal de guerra, y con un pedido de extradición que las autoridades argentinas denegaron porque afirmaron que era un acusado de delitos políticos.
Cuando dejó para siempre de ser Mengele se instaló en Brasil al amparo de Hans Sedlmeier, un amigo de toda la vida y jefe de ventas de la empresa familiar de los Mengele en Gunzburgo. Su mujer no llegó a Suiza: el matrimonio acaso se rompió y Marta María Will regresó a Alemania con su hijo. El 7 de febrero de 1979, a cuarenta días de cumplir sesenta y ocho años, un derrame cerebral abatió a Mengele mientras nadaba en el mar en la playa de Bertioga, San Pablo. Fue enterrado como quien no era, Wolfgang Gerhard. Recién seis años después, en 1985, a pedido de la oficina del fiscal de Alemania Occidental, la policía allanó la casa de Sedlmeier y encontró una agenda con direcciones cifradas y cartas que probaban que Gerhard era Mengele. Confirmó su muerte Rolf Mengele, su único hijo de su primer matrimonio, que había cambiado su apellido por Jenckel, avergonzado de su padre. Los restos del criminal nazi fueron exhumados el 6 de junio de 1985 y el análisis forense determinó su identidad.
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