Hijos de otra especie, el auge del turismo pet friendly Elarsenal.net
Irene Muñoz.
La postal turística del siglo XXI ha cambiado. Ya no se trata solo de una pareja mirando el atardecer en Santorini o una familia con niños corriendo por las playas del caribe. Hoy, cada vez más viajeros comparten su experiencia con una figura gentil de cuatro patas, lengua de fuera y ojos brillantes, su animal de compañía.
En un contexto global donde los lazos afectivos se redefinen, las mascotas se han convertido en miembros plenos de las familias contemporáneas. Según datos recientes de World Animal Protección, organización internacional enfocada en el bienestar animal, en América Latina el 95% de los tutores consideran a sus animales de compañía como parte de la familia, incluso como sus “hijos de otra especie”. Esta percepción, ha calado especialmente entre parejas jóvenes y personas solteras que, frente a los altos costos de la crianza tradicional o por elección consciente, optan por un modelo de vida donde su perro, gato, cuyo, puercoespín o conejo, se convierte en el compañero central del hogar.
Esta transformación también ha impactado al turismo. El crecimiento de los viajes pet friendly no es una moda pasajera, es una manifestación profunda de nuevas dinámicas afectivas y estilos de vida que han ganado espacio en la cotidianidad global. Aerolíneas, hoteles, restaurantes, parques nacionales e incluso centros comerciales, han adaptado sus servicios para recibir a estas nuevas familias multiespecie.
En la Ciudad de México, una de las urbes más vibrantes de América Latina, esta evolución es evidente. Barrios como Polanco, Condesa y Roma, se han convertido en epicentros dog friendly, con parques, restaurantes, hoteles y hasta tiendas de lujo que reciben animales con tapetes de bienvenida y menús especiales. En espacios como el Parque México y el Parque España, en pleno corazón de la ciudad, florece una comunidad vibrante donde la convivencia entre humanos y animales de compañía no solo es habitual, sino parte esencial del tejido social. Con base en información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEG), el 70% de los hogares mexicanos tiene al menos un animal de compañía. Esta cifra se refleja en el tejido urbano.
El turismo de playa también ha respondido a esta tendencia. En Cancún, más de 2 mil 300 propiedades turísticas ya aceptan animales de compañía, y suman más de 61 mil reseñas que celebran la posibilidad de disfrutar el Caribe mexicano sin dejar atrás a su mejor amigo o nuevo miembro de la familia. Los Cabos, por su parte, ha creado una atmósfera donde los resorts ofrecen desde camas especiales para ellos, hasta servicios de spa específicos, convirtiendo al destino en una referencia de lujo multiespecie. Algunos establecimientos los reciben incluso con mayor apertura y tolerancia que a los propios niños.
Ahora, si cruzamos fronteras, hay ejemplos tan contundentes como Whistler, Canadá, un pueblo de montaña donde es más común ver turistas con perros que con niños. Los hoteles ofrecen camas, snacks, zonas de juego y servicios pensados para animales. Cafés y bares permiten el ingreso de mascotas sin problema. Las rutas de senderismo de verano están perfectamente señalizadas para humanos y no humanos. ¿La única restricción? Subir con animales de compañía a la montaña de esquí. Todo lo demás ha sido diseñado pensando en este tipo de viajero.
El turismo pet friendly no es una extravagancia, sino una poderosa oportunidad para repensar cómo vivimos, cómo viajamos y con quién decidimos compartir el camino. Es también una invitación para que la industria turística reconozca y se adapte a los vínculos afectivos que hoy definen a sus viajeros. En un mundo acelerado y, a menudo individualista, nuestras relaciones con los animales de compañía se han convertido en una forma profunda y auténtica de pertenencia. Porque sentirse en casa no siempre depende del lugar, sino de con quién lo habitamos, incluso en la distancia.
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