Marzo, mes de contrastes Diario.mx
Marzo ha sido un torbellino de contrastes, un mes en el que la frontera pareció debatirse entre la esperanza y la incertidumbre, entre la ternura de los niños disfrazados de primavera y las voces firmes de quienes exigen justicia. Un mes que desafió cualquier pronóstico, no solo en el clima, sino en el ánimo de sus habitantes. La primavera llegó con un disfraz inesperado: agua nieve cubriendo las calles en algunas partes de la ciudad en pleno marzo, como si el invierno se negara a soltar su abrazo helado sobre el desierto. Las ráfagas de viento, siempre protagonistas en esta época, no trajeron solo polvo y arena, sino la sensación de que en Juárez todo puede cambiar de un momento a otro. Aun así, los pequeños, con sus alas de mariposa, antenas de abeja, los disfraces que con creatividad y el amor combinado de sus madres y abuelas, marcharon por las avenidas con la alegría intacta, ignorando que el aire frío intentaba desordenar su fiesta. Porque aquí, en esta tierra de extremos, la infancia sigue floreciendo a pesar de todo.
Pero mientras la primavera jugaba a esconderse, otro tipo de fuerza se hizo presente. Miles de mujeres tomaron las calles el 8 de marzo, vestidas de morado, con pancartas en alto y pasos firmes, marchando desde el Monumento a Juárez hasta el puente internacional. Cada consigna lanzada al viento llevaba la historia de una lucha que no es nueva, de una herida que sigue abierta. En una ciudad marcada por la violencia de género, el Día Internacional de la Mujer no es solo una conmemoración, sino un grito de resistencia. La avenida Juárez, que tantas historias ha visto pasar, se convirtió en un río de voces, en una promesa de que las mujeres juarenses no están solas, que seguirán alzando la voz hasta que la justicia no sea solo una palabra escrita en una pancarta.
Al mismo tiempo, en otro rincón de la ciudad, los maestros se detenían. No por descanso, sino por cansancio. Un cansancio distinto, el de la espera interminable, el de los salarios que no llegan, el de las promesas rotas. La Sección 42 del SNTE levantó la voz y paró labores, exigiendo lo que les corresponde: sueldos justos, condiciones dignas, el respeto que la educación merece. Y mientras las aulas se vaciaban, el eco de su protesta resonaba en las oficinas de Hacienda, en los puentes internacionales, en las calles, en las conciencias de quienes aún creen en la importancia de la enseñanza. Porque si algo es cierto en esta ciudad de contrastes, es que la educación no se rinde, aunque la intenten dejar en el olvido.
Y así, continuaron los contrastes, la vibración de una energía inigualable, cuando el fin de semana, la histórica avenida Juárez celebró con vida, con color, música en vivo, gastronomía, artesanías, bailes, y tribus urbanas el llamado “Spring break”, un festival que revivió el deseo de recuperar espacios que alguna vez fueron representativos de la famosa calle, esa, la del Noa Noa.
Una multitud, grupos de amigos, familias enteras, disfrutaron la fiesta hasta la medianoche, el evento fue un respiro necesario para la ciudad, una muestra de su espíritu entusiasta y esperanzador, y su deseo de buscar revivir la actividad comercial y turística.
La comunidad juarense, visitantes de El Paso, Texas y Nuevo México, se impregnaron de ambiente fronterizo, alegre, en escenarios distribuidos libremente sobre el marco colorido, donde se presentaron Djs, bandas, grupos de música tropical, la seguridad de consumir bebidas dentro del área delimitada para el evento, los aromas de las trocas de alimentos variados, generaron un ambiente seguro y controlado.
La algarabía fue notoria, recordando épocas en las que esta zona era un punto de encuentro clave.
La participación de los pueblos indígenas que mostraron y vendieron sus artesanías, resaltaron la riqueza cultural de la región. Así vibró este fin de semana.
Y así, a pesar de los desafíos, seguimos demostrando que Juárez es una ciudad llena de vida, capaz de reinventarse y recuperar su brillo con la energía y la alegría de su gente.
Y así, marzo avanzó con su vaivén de emociones. Con sus mañanas frías y sus tardes soleadas, con su polvo que ensombrece el horizonte y su luz que insiste en abrirse paso. Ciudad Juárez es un reflejo de lo impredecible, una tierra donde la esperanza y la lucha caminan de la mano. Aquí, donde la primavera puede llegar con nieve y los niños pueden celebrar su desfile en medio de ráfagas de viento, también las mujeres pueden llenar las calles de resistencia, las familias pueden divertirse y los maestros pueden plantarse con dignidad.
Marzo ha sido un recordatorio de que esta ciudad no se rinde, que sus habitantes son como el desierto: resilientes, persistentes, capaces de florecer incluso en la más árida de las tormentas.
