Locuras en el Ala Oeste El Siglo de Torreón

Qué será lo más difícil de hablar sobre el presidente Trump? Seguirle el paso, quizá.
Según el comediante John Oliver, una virtud de Donald es ensanchar el espacio tiempo de manera que cada semana tiene más noticias de las que puede contener en circunstancias normales.
La contribución de Donald J.
Trump a casi cualquier aspecto de la vida es inminente.
En el lenguaje, por mencionar un ámbito incluyente, no está muy lejos el momento en que será obligado utilizar el apellido del actual presidente de los Estados Unidos para señalar que tal distopía es trumpiana o que ese político muestra trumpianas maneras o que tal individuo ha dicho la verdad en un sentido trumpiano.
Eso ya nos da una clave de la variedad de acepciones ligadas al término.
Incluso podríamos aventurar los tres primeros significados.
Trumpiano: 1.
Declaración que entraña una mentira evidente.
2.
Disparatado.
3.
Postura recargada de autocomplacencia.
Para conocer los matices del adjetivo una opción es Fuego y furia (2018), de Michael Wolff, el libro que Trump no quiere que leas porque, entre otras razones, en él hay varios insultos hacia su persona proferidos, en su mayor parte, por sus colaboradores más cercanos en las entrañas de la Casa Blanca.
Como explica el autor: “Insultar la inteligencia de Donald Trump era, al mismo tiempo, lo que no podía hacerse y algo de lo que todos eran culpables”.
Wolff es un periodista que ha ganado en un par de ocasiones el premio National Magazine.
Es columnista regular de Vanity Fair, New York, The Hollywood Reporter, GQ británica, USA Today, The Guardian.
El volumen resume cerca de 18 meses atento al día a día de Trump, varias conversaciones con él y con la mayor parte de los integrantes de su gabinete, también contiene perlas extraídas de más de 200 entrevistas.
El título hace alusión a una de las declaraciones más literalmente incendiarias del presidente, hecha en agosto del año pasado: “Es mejor que Corea del Norte no lance más amenazas contra Estados Unidos, se encontrarán con fuego y furia como el mundo no ha visto”.
Michael Wolf.
Foto: Alamy ASCENDER La Casa Blanca recreada por Wolff, poco más de 200 días de un mandato incorregible, no es un lugar donde la dignidad tenga lugar.
Sin embargo, con Trump y a pesar de él, la política sigue presente, con la forma de ambiciones y pescadores deseosos de aprovechar el río revuelto.
La prueba consiste, según el periodista, en superar la vergüenza o la incredulidad.
El jefe es grosero y absurdo, pero si lo adulan o lo complacen, pueden alcanzar una ventaja política única.
La mayoría acaba reprobada, el examen resulta muy duro, como si hubiera sido diseñado para ver al fracaso con buenos ojos.
Los más dispuestos son “seres tan ambiciosos como Lucifer”, y su plan pasa por introducirse en el círculo familiar, allí donde Ivanka Trump y Jared Kushner (hija y yerno del extrovertido mandatario, también conocidos como Jarvanka), demócratas solapados, reparten los lugares a la hora de la comida.
La recompensa es estar ahí, alcanzar una posición adecuada y llenar el vacío de poder dejado por un presidente “incapaz de ir más allá del caos diario”.
El ascenso debe ser vertiginoso o no será toda.
Steve Bannon, quien fuera el estratega político del trumpismo, no ve a su exasesorado terminando su periodo.
Las opciones, según Bannon, son: que la investigación de la trama rusa (la colusión entre el equipo de Trump y los rusos para perjudicar a su rival, Hillary Clinton, durante la campaña) genere la destitución; que Trump renuncie tras la amenaza del gabinete de actuar de acuerdo con la Vigesimoquinta Enmienda (el gabinete puede quitar al presidente en caso de incapacidad); o bien que Trump llegue cojeando hasta el final del periodo.
MÁS ALLÁ El libro de Wolff se lee con rapidez.
Un estilo periodístico, llano y al punto, hace volar a las 363 páginas.
El autor inicia su relato antes de que el neoyorquino tome posesión del cargo, cuando su derrota estaba clara y se congratulaba de haber hecho una excelente campaña para su marca.
Luego, nos lleva a la toma de posesión.
El relevo de Obama concluye su mensaje convencido de que “nadie olvidaría sus palabras”.
Y algo de razón tiene.
El expresidente George W.
Bush se encontraba en el estrado y, nos cuenta Wolff, “aportó lo que probablemente se convertiría en la nota histórica a pie de página para el discurso de Trump: ”.
La primera línea de papeles secundarios la conforman Ivanka, Jared, y Steve Bannon.
Detrás de ellos hay un nutrido grupo de personajes que tienen en común haber sido despedidos.
También hace varias apariciones especiales Vladímir Putin, quien, en su intento de hacer grande a Rusia otra vez, trabaja para bloquear las injerencias de la Unión Europea y la OTAN.
Wolff consigna como, a pesar de las recomendaciones, Trump se niega a tratar a Putin como un cuasiforajido y no oculta lo que a veces parece una idolatría hacia el recientemente reelecto jefe del Estado ruso.
A Trump le atraen la fuerza y la popularidad, pero es incapaz de analizar las facciones de apoyo o de desaprobación.
En el libro lo retratan como un vendedor que necesita hacer una venta y tener a todos contentos, siempre y cuando él salga ganando.
En palabras de Bannon, el presidente Trump es una máquina sencilla cuyo botón de encendido está lleno de adulación, mientras que el de apagado está lleno de calumnia.
El periodista introduce observaciones curiosas, por ejemplo, la administración Trump ha hecho de la hostilidad hacia la prensa prácticamente una política y, a la vez, “ha estado más abierta a los medios que cualquier Casa Blanca en los últimos tiempos”.
Muchas de las anécdotas recopiladas en el volumen son divertidas.
Para muestra, el capítulo dedicado al fugaz paso de Anthony Scaramucci por la Casa Blanca.
Duró apenas 12 días en el cargo de director de Comunicaciones de la Casa Blanca.
¿Cuál fue el motivo de su despido? Declarar a un periodista que el jefe de Gabinete, Reince Priebus, tenía las horas contadas y que había aceptado el trabajo para servir al país y no con la intención de construir su propia marca: “Yo no soy Steve Bannon.
No estoy tratando de chuparme el pito yo solo”.
La idea de contratarlo había sido de Jarvanka.
Foto: EFE/Michael Reynolds INENARRABLE Hay un vídeo de The Guardian titulado El primer año de Donald Trump en sus propias palabras.
La recopilación comienza con una frase que el vencedor de Hillary pronunció en un discurso en la sede de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés): “¿Es Donald Trump un intelectual? Confíen en mí, soy inteligente”.
“Puedo ser más presidencial que cualquier otro presidente que haya tenido esta oficina” y “¿Quién diablos quiere hablar sobre política cuando estoy frente a los boy scouts?” son otras expresiones incluidas.
Minutos después se reproduce su diálogo con una reportera a propósito de la respuesta al uso de armas químicas en territorio sirio, el presidente dice: “Estamos enviando 59 misiles directo a Irak”.
La entrevistadora, sorprendida, comenta, “¿directo a Siria?”, y Trump, “Sí, directo a Siria”.
El neoyorquino decidió que el bombardeo era buena idea mientras comía pastel de chocolate.
¿Qué será lo más difícil de hablar sobre el presidente Trump? Seguirle el paso, quizá.
Según el comediante John Oliver, una virtud de Donald es ensanchar el espacio tiempo de manera que cada semana tiene más noticias de las que puede contener en circunstancias normales.
La cuenta de Twitter del presidente es una historia por sí misma, y una lectura para asombrar.
Los tiempos que corren son de fuego y furia, así lo interpretó el periodista Michael Wolff y descubrió que estudiar la enfermedad no es posible, no con las herramientas disponibles.
Pueden tratarse algunos síntomas visibles, pero la nación estadounidense se mantiene en vilo y se lleva al mundo entre las patas.
¿El mal presente pasará? Seguro que sí.
¿Será sustituido por algo peor? ¿Por qué no? Una lectura trumpiana da cabida a cualquier resultado.
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