Fleurs d’Hawaï: el arte de Van Cleef & Arpels de esculpir flores Marie Claire
Cuando la naturaleza sirve de musa y las piedras preciosas de pigmento, el resultado no puede ser otro que un bouquet de Alta Joyería. Van Cleef & Arpels reimagina su jardín encantado con la colección Fleurs d’Hawaï.
Una línea que no solo celebra la exuberancia del color, sino que también reafirma el savoir-faire joyero de la Maison. Un homenaje a la flora tropical, al movimiento y al deseo de capturar lo efímero.
¿Cómo florece la inspiración en la Maison en esta colección?
Van Cleef & Arpels ha mantenido un idilio centenario con la botánica. Desde el broche Daisy de 1907 hasta los clips florales de los años 30, la firma ha trasladado la esencia de los jardines al lenguaje de la joyería.
Pero en esta ocasión, el romance toma un rumbo más tropical. Fleurs d’Hawaï no solo se inspira en las flores, sino en su vitalidad más radiante: colores vibrantes, corolas voluptuosas y una energía solar que parece respirar desde cada pieza.
¿Qué piedras dan vida a esta colección de Van Cleef & Arpels?
Cinco piedras preciosas se convierten en protagonistas del jardín: el citrino, con su luz anaranjada que recuerda a un atardecer en la playa; la amatista, que tiñe de lavanda los pétalos con un toque hipnótico; la rodolita, en tonos fucsia intensos que contrastan con el brillo glacial de los diamantes; la aguamarina, que atrapa la claridad del agua en movimiento; y el peridoto, verde como un campo en plena primavera.
Cada piedra, seleccionada con rigurosidad por el Departamento de Piedras, no solo encaja con las otras, sino que vibra al unísono con el oro rosa, amarillo o blanco, dependiendo de su tonalidad.
¿Cómo se esculpe una flor en alta joyería?
Las piezas son un verdadero manifiesto técnico. Los pétalos, en corte pera, parecen elevarse con la brisa. El pistilo, ligeramente alzado, crea una sensación de movimiento. La estructura calada en oro —obtenida por fundición a la cera perdida— permite que la luz atraviese las gemas y multiplique su brillo.
Siete diamantes —sí, exactamente siete— se colocan en el centro como un corazón brillante, rodeados de pequeñas perlas doradas. Una hoja de oro curvada y asimétrica termina por dar esa estética naturalista que es ya firma de la Maison.
¿Qué papel juega el tiempo en esta colección de Van Cleef & Arpels?
Tres relojes con secreto elevan el arte de la relojería poética a un nuevo nivel. En cada uno, una flor de doce piedras talla pera florece alrededor de una esfera de nácar blanco, rodeada de diamantes redondos y rematada con un diamante talla pera en el punto más alto.
Como si fuera magia (o mejor dicho, ingeniería de lujo), el reloj puede transformarse en pulsera, clip o colgante. Un guiño contemporáneo al mítico Passe-Partout de 1938 —esa joya modular que inauguró el legado de la joyería transformable en la casa.
¿Qué otras flores habitan este universo?
Fleurs d’Hawaï no nace sola. Es heredera de una tradición botánica que se manifiesta en colecciones como Rose de Noël, Folie des Prés, Frivole, y relojes como Lady Arpels Brise d’Été, donde los pétalos literalmente se mueven con la hora. Desde el ranúnculo al cosmos, pasando por la peonía y la margarita, el jardín de Van Cleef & Arpels nunca deja de florecer.
¿Cuál es la filosofía detrás de cada flor?
Más que reproducir flores, la Maison busca capturar su espíritu: ese instante exacto en el que están en plena apertura, cuando el aire las acaricia y el sol las ilumina. La flor, en manos de Van Cleef, no es solo un motivo estético —es una emoción encapsulada.
Van Cleef & Arpels convierte cada flor en un suspiro mineral. Fleurs d’Hawaï no solo es una colección, es un paseo por un paraíso que nunca se marchita.
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