Presidencia devaluada Excelsior

Cuando hablamos de dignidad humana, no podemos hacer concesiones.
           Angela Merkel Una de las instituciones más importantes en una nación es la Presidencia; casi todos los países la consideran como la cumbre de la organización política; quien llega a ese cargo tiene un gran poder, pero también una gran responsabilidad: dignificar la política con sus acciones, sus decisiones, su palabra y su ejemplo.
En nuestro país tenemos excelentes recuerdos de presidentes que honraron la silla presidencial, no sólo con palabras, sino con hechos, algunos de ellos valientes e insólitos.
Pero ahora nos encontramos con que la Presidencia de la República está representada por un individuo que ha roto con todas las normas de la ley, la ética, la educación y hasta la gramática.
Su desbordada verborrea, fruto de una serie de complejos, resentimientos, odios y frustraciones, olvidó desde el primer día la dignidad de la representación presidencial, y se comporta como un individuo cada día más indigno de ostentar tan importante cargo.
El discurso presidencial debe tener varios elementos: información veraz y cierta, confirmada por los hechos y los datos; debe tener como objetivo comunicar los proyectos, planes y propuestas, informar sobre los avances, los problemas encontrados y la forma de solucionarlos, mostrar los resultados y proponer acciones para mejorarlos; además, debe respetar la dignidad de los ciudadanos y las organizaciones de todo tipo, y utilizar un lenguaje coherente y conciliador.
Nada de esto ha ocurrido, vemos ahora, a casi cinco años, que la Presidencia está devaluada, lo que no merece un gran país como México, que nunca aceptará ser un país en la que mande un sátrapa ignorante —como vemos en Cuba, Nicaragua o Venezuela—, es indigno que el señor Presidente se comporte como lo hace cada mañana.
Aquí hemos señalado los errores de su gobierno, sus decisiones erróneas y errores garrafales, y hemos denunciado las graves consecuencias de sus políticas, decretos y acciones equivocadas, pero en la tribuna matutina, durante horas escuchamos mentiras, desprecio, ofensas, calumnias, insultos, palabras indignas, (si mi madre me hubiera escuchado proferir tales insultos, me habría roto la boca de un sopapo); además promueve la violencia, no sólo verbal, sino también física, lo que ya ha tenido consecuencias, ya que la integridad y la vida de quienes exhiben sus errores está en peligro.
La ira que lo corroe al ver que muchas de sus propuestas son rechazadas por erróneas, ilegales e inconstitucionales, lo llevaron en estos días a insultar de manera violenta a los magistrados de la Suprema Corte, y en particular a su Presidenta, lo que exhibió su misoginia y su vileza verbal; ni los peores borrachos de cantina se atreven a agredir de esa manera a una mujer, y a promover las manifestaciones de odio como las que hemos visto a las puertas de la Suprema Corte de Justicia.
Sí, tenemos que reconocer que tenemos una Presidencia devaluada y un Presidente que siempre soñó serlo, pero cuando llegó, dilapidó y dilapida cotidianamente su capital político, lo que afectará gravemente toda la política nacional después de 2024, porque, lamentablemente hay un grupo de sus seguidores que, ciegos, repiten sus actitudes, sus odios y sus rencores, por lo que el panorama no es el más alentador.
Porque tendremos que hacer mucho para que la Presidencia, y todo el sistema político, recupere la dignidad, integridad, honestidad, eficiencia y eficacia que debe tener; México es mucho más que un Presidente devaluado, México es un país digno y todos sus ciudadanos lo somos; la labor será ardua, pero desde ahora miles de ciudadanos están ya trabajando para revertir los daños que ha causado esta administración.
Columnista: Rafael Álvarez CorderoImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0