El secretario de gobierno colgó su hamaca Sol Yucatán
Por José Castro/Sol Yucatán
En Yucatán, el cargo de secretario de Gobierno no es menor. Se trata, en los hechos, del principal enlace entre el Ejecutivo estatal y los demás poderes, instituciones, municipios y actores políticos. Es la voz que aparece en los momentos difíciles, el rostro que da certezas cuando hay crisis y el operador que mantiene aceitada la gobernabilidad. O al menos así debería ser.
Sin embargo, hoy la pregunta es inevitable: ¿dónde está Omar David Pérez Avilés?
Cuando se le necesita, simplemente no aparece. En coyunturas relevantes, en temas sensibles, en momentos donde se espera conducción política y comunicación clara, el secretario brilla… pero por su ausencia. No hay posicionamientos, no hay presencia pública, no hay liderazgo visible. Ni sus luces.
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Más grave aún es lo que se comenta en el interior del estado. En municipios y dependencias, hay quienes aseguran que ni siquiera lo conocen. Para muchos actores locales, el secretario de Gobierno es un nombre lejano, una figura abstracta que no pisa territorio, no escucha, no articula. Y eso, para un estado que presume gobernabilidad y diálogo, resulta preocupante.
La percepción que crece —y que el propio silencio oficial alimenta— es la de un funcionario que parece haber colgado la hamaca, satisfecho con el cargo, disfrutando las comodidades del puesto, mientras la responsabilidad política queda en segundo plano. Un secretario cómodo, invisible, desconectado de la realidad cotidiana del gobierno y de la ciudadanía.
No se trata de protagonismo ni de reflectores vacíos. Se trata de cumplir con la función para la que fue designado. Gobernar también es dar la cara, construir acuerdos, atender conflictos y comunicar con claridad. Cuando quien debe hacerlo no aparece, el vacío se nota… y se paga.
Quizá el secretario de Gobierno confía en que el bajo perfil lo protegerá. Pero en política, la ausencia también comunica. Y hoy, el mensaje es claro: un cargo clave sin presencia, sin operación y sin liderazgo visible.
Yucatán merece más que un secretario de Gobierno de tiempo parcial. Merece uno que esté, que opere y que responda. Porque cuando el silencio se vuelve costumbre, la crítica deja de ser exageración y se convierte en reclamo legítimo.
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