Ya van 5 sismo en un año en Yucatán Sol Yucatán
José Castro/Sol Yucatán
Para cualquier estado del país sería noticia, pero en Yucatán —una región históricamente ajena a la actividad sísmica— es un hecho extraordinario que rompe por completo la narrativa de “suelo firme” que durante décadas nos acompañó. Y aun así, sorprendentemente, el gobierno estatal ha decidido reaccionar con ligereza, como si esta secuencia de eventos fuera un detalle menor.
En lo que va de 2025, el Servicio Sismológico Nacional ha registrado cinco sismos en territorio yucateco, una cifra inusual que ya despertó inquietud entre pueblos y expertos. El más reciente, el pasado jueves 11 de diciembre, alcanzó magnitud 4.0 y se sintió claramente en Ticul, Muna, Oxkutzcab y comunidades cercanas. Un movimiento perceptible, no imaginado. Uno que hizo vibrar ventanas y preocupaciones.
Pero lo más inquietante no es la tierra moviéndose.
Lo verdaderamente preocupante es la falta de una explicación oficial.
Cuatro de estos temblores ocurrieron apenas en las primeras semanas de diciembre, incluyendo tres en un mismo día, algo que habría bastado para activar una comunicación sólida de cualquier gobierno responsable. En vez de eso, lo que ha llegado a la ciudadanía son mensajes tibios, tardíos y casi improvisados, cuando no el silencio absoluto.
Las autoridades se han limitado a declaraciones genéricas: que no hay riesgo, que todo está “bajo control”, que es “normal”.
Pero ¿normal para quién?
¿Normal en dónde?
¿Normal con qué evidencia?
Porque en Yucatán, donde los temblores son raros —y donde cinco en un mismo año es estadísticamente atípico—, la gente no pide alarmismo, pide información. Pide claridad. Pide que el gobierno asuma una postura técnica, seria y transparente frente a un fenómeno que, guste o no, ya genera preocupación.
La población tiene derecho a saber:
• ¿Por qué están ocurriendo estos sismos ahora?
• ¿Existe un patrón geológico local?
• ¿Están relacionados entre sí?
• ¿Puede repetirse o intensificarse la actividad?
Ninguna de esas preguntas ha sido respondida con rigor.
Ni Protección Civil, ni el gobierno del estado, ni ninguna autoridad competente ha ofrecido una explicación completa. Lo que predomina es un vacío informativo que solo alimenta especulación y desconfianza.
La península no es totalmente inmune a los movimientos telúricos, es cierto. Pero cinco temblores en un año ameritan más que un post en redes sociales diciendo “no hay riesgo”. Ameritan una postura oficial seria. Una conferencia. Una vocería científica. Algo.
Cuando la tierra se mueve, la autoridad no puede permanecer inmóvil.
El silencio institucional, la evasión y la minimización solo logran una cosa: que la gente piense que algo no se quiere explicar.
Yucatán no está alarmado. Solo quiere respuestas.
Y después de cinco temblores —varios de ellos perceptibles— ya no es una petición: es una obligación del gobierno.
La tierra habló.
Ahora le toca hablar al Estado.
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