Al igual que en un asilo de ancianos, los pingüinos del acuario de Boston pueden envejecer con dignidad Mas Cipolleti
BOSTON– Cuando Lambert comenzó a perder la visión y a disminuir algunos pasos, quedó claro que necesitaba ser reubicado en un lugar donde pudiera envejecer de manera segura y seguir estando con sus amigos.
Pero no se le puede internar en cualquier asilo de ancianos, porque es un pingüino africano en peligro crítico de extinción. En cambio, el Acuario de Nueva Inglaterra en Boston, donde nació y vivió Lambert, de 33 años, decidió en febrero abrir una isla geriátrica para él y sus otros seis pingüinos ancianos.
“Honestamente, comenzó como una broma. Es como, ‘Oh, bueno, ¿por qué no les damos un hogar para ancianos?"”, dijo Eric Fox, curador asociado de pingüinos en el acuario. “Pero cuanto más analizábamos sus datos de bienestar y entendíamos qué dolencias padecen, qué limitaciones físicas tienen, empezamos a darnos cuenta de que estábamos en lo cierto”.
La isla rocosa cerca de la entrada del acuario está separada del resto de la colonia de 38 aves, lo que garantiza que los pingüinos más viejos no tengan que competir por el territorio con sus pares más jóvenes, a menudo agresivos. Estos pingüinos, con sus características plumas blancas y negras, miden aproximadamente 2 pies (0,6 metros) de altura y pesan tanto como un gato doméstico grande.
El recinto tiene una topografía más plana y un camino alfombrado hasta el agua, lo que permite a Lambert y a los otros pingüinos navegar mejor hacia arriba y hacia abajo por la isla. El acuario ha construido un puesto delante de la isla, lo que facilita a los pingüinos saltar fuera del agua.
Como resultado, Mia Luzietti, entrenadora senior de pingüinos en el acuario, dijo que ha visto a Lambert volverse más activo desde que se mudó a la nueva isla: nadar más con su pareja y salir de la isla con más frecuencia.
El concepto se inspiró en una preocupación mayor que enfrentan los zoológicos y acuarios de todo el mundo: qué hacer cuando sus animales sobreviven mucho más tiempo que sus contrapartes en la naturaleza. En el caso de estos pingüinos africanos, algunos tienen alrededor de 30 años y uno vivió hasta los 40 años. Eso es el doble de lo que vivirían en las zonas salvajes de Sudáfrica y Namibia, debido a amenazas como la contaminación y la falta de alimentos debido a la sobrepesca humana.
“Es realmente importante que, a medida que aprendimos cuánto tiempo podrían vivir estos animales, si se les diera un ambiente óptimo, evolucionamos con eso”, dijo Luzietti.
“Entonces, aprender a nivel individual cómo podemos preparar mejor a nuestros animales para el éxito es realmente lo que nos llevó a la idea de crear nuestra isla geriátrica, un lugar donde nuestros pingüinos más viejos tienen una forma de vida más cómoda y más lenta mientras pasan sus días aquí”, añadió.
El cuidado de los pingüinos ancianos va mucho más allá de un recinto más seguro.
Las aves mayores reciben más controles que sus contrapartes más jóvenes, y los veterinarios les ofrecen tratamientos para dolencias que podrían ser familiares para los humanos mayores, como suplementos y medicamentos antiinflamatorios para la artritis y el dolor articular, y gotas para los ojos para el glaucoma. También hay más cámaras alrededor de la isla, por lo que el personal puede monitorear mejor a las aves.
“Simplemente estamos vigilando un poco más de cerca a algunas de estas aves más viejas”, dijo Luzietti. “Es importante que nos demos cuenta de ello, desde cómo se mueven las caderas de una persona, cómo camina, cómo actúa, si alguien entrecierra los ojos. El cambio más pequeño día a día puede ocultar un secreto realmente grande”.
Un día reciente, Luzietti estaba en el recinto geriátrico atendiendo a Lambert, quien parecía contento de estar en la cima de la isla con su compañero Dyer III, acicalándose y ocasionalmente emitiendo un fuerte llamado que sonaba como el rebuzno de un burro. Anteriormente le extirparon el ojo izquierdo debido a una infección y tiene glaucoma en el ojo derecho. También sufre de inflamación crónica.
Luzietti lo convenció para que se bajara de su posición y pronto estuvo sentado en su regazo, preparándose para su dosis diaria de gotas para los ojos.
Se había formado una multitud alrededor del recinto para observar, incluida Terri Blessman, una turista de 69 años de Canton, Illinois, a quien su amiga Lou Ann Delost empujaba en una silla de ruedas. Al enterarse de la edad de Lambert y la atención que recibe, Blessman dijo que podía identificarse.
“Eso es maravilloso”, dijo Blessman. “Todos nosotros, las personas mayores, necesitamos cuidados adicionales a medida que envejecemos”.
