¡¡¡El crimen organizado se especializa cada día más!!! Elarsenal.net
Raúl Flores Martínez.
El crimen organizado en México no solo se fortalece con armas de alto poder, sicarios disciplinados o una red de corrupción que penetra instituciones. Hoy, la amenaza se eleva literalmente en los cielos: el Cártel Jalisco Nueva Generación ha consolidado una unidad especializada en drones que opera con tácticas militares propias de una guerrilla.
Ya no se trata de un par de sicarios improvisando explosivos caseros. El grupo, conocido desde 2020 como los “Operadores Droneros”, despliega células de diez integrantes con funciones definidas: cuatro se dedican exclusivamente a controlar los drones cargados con artefactos explosivos; otros cinco proveen cobertura de fuego; y una mujer coordina la comunicación con radio en mano. Se trata de una estructura con mando, disciplina y estrategia, digna de un manual de combate irregular.
Un video difundido en agosto reveló la magnitud del avance: todos los integrantes portan equipo táctico, armas largas y hasta cámaras tipo GoPro para documentar sus acciones, como lo haría cualquier ejército moderno. Detrás de una camioneta blindada de forma rudimentaria se cubren mientras lanzan los drones, entre ellos un DJI Matrice 300 RTK, modelo civil capaz de transportar tres kilos de explosivos, volar casi una hora continua y operar de noche con visión térmica.
En la guerra de Ucrania, este mismo dron ha sido adaptado para disparar cohetes RPG contra blindados. En manos del CJNG, se convierte en un arma de precisión al servicio del narcoterrorismo.
A su lado, un DJI Mini 3 también aparece en acción. Aunque de menor tamaño, demuestra la intención del cártel de diversificar plataformas: lo mismo aprovechan drones profesionales de alto costo que dispositivos comerciales al alcance de cualquier ciudadano. Lo preocupante es que la legislación mexicana no regula de manera estricta su compra ni adaptación, lo que abre la puerta a que cualquier célula criminal los convierta en instrumentos de ataque.
Más allá de la tecnología, el CJNG ha entendido el valor de la propaganda. Sus “operadores droneros” portan un parche con la leyenda “Fuerzas Especiales Menchola” y la silueta de un dron al centro. No es un simple adorno: es la construcción deliberada de una identidad visual que busca proyectar poder, intimidación y permanencia, como lo hacen los ejércitos regulares en conflictos armados.
Este fenómeno obliga a replantear la forma en que se combate al crimen organizado en México. No se trata ya de bandas que emboscan patrullas rurales; es una fuerza criminal con recursos, entrenamiento y propaganda, capaz de modificar la balanza en cualquier enfrentamiento contra rivales o autoridades.
El riesgo es evidente: si un cártel mexicano puede lanzar bombas improvisadas desde un dron en zonas urbanas, ¿qué sigue? ¿Un ataque coordinado a instalaciones estratégicas, aeropuertos o centros de población? La amenaza no es hipotética: es real, visible y documentada.
Mientras tanto, las autoridades federales han guardado silencio frente a esta evolución tecnológica del crimen. Pero el silencio no detiene a los drones. Y en los cielos de México ya se libra una guerra que, hasta ahora, el Estado parece no haber querido mirar de frente.
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