Ginés, el teco (cuento) / IV Partidero.com

Ginés, el teco (cuento) / IV

Mel Toro

Cuarta y última parte:

_ Mi papá le agrega a esta historia – Gabi busca rematar un relato en el que siente haberse extendido demasiado – que Aldrete guardaba cercanía con el purpurado tapatío. Creía en firme que el problema se iba a destrabar y bien; que todo se arreglaría y volvería a la normalidad. Pero no fue así. Al contrario, se les complicaron las cosas hasta de más. Al grado de que decidió llevar el caso a la misma santa sede. Movió lo que tenía que moverse y se trasladó a Roma.

Gabi concluye así su relato: “Aldrete tomó el avión en Guadalajara para irse a la ciudad de México. De ahí volaría a Roma. Ya tenía programada una cita con abogados o jerarcas de la curia. El día dos de junio de 1958, despegó su avión del aeropuerto tapatío. Era el tecolotero. Así le decían antes a este avión mañanero. No voló mucho trecho. Estalló en el aire y se esparció en pedazos en el cerro grande, frente a Tlajomulco. De entonces le viene  a Garibi el apodo de ‘Pepe dinamita’”.

Ginés se alza de un salto, todo arrebatado. No soporta más estarla escuchando. Su corta paciencia ha sido completamente rebasada. Ni entiende tampoco cómo es que la dejó hablar tanto rato y de tantos asuntos oscuros, que él guarda celoso en sus cofres secretos. Le estalla la ira en el rostro, como si la chica le hubiese ultrajado. Lo primero que hace es gritarle que ya se calle.

_ Ya me hartaste, pinche manflora. Pinche machorra. Has de ser el puñal de tu amiga prieta, ésa. Ahorita le grito al Greg para que la saque del cuarto y se me van las dos de puntitas a chingar a su madre, como llegaron.

_ Pero ¿en qué te ofendí, Ginés? Yo te expuse tan sólo la historia de las cosas tal como las conocemos en casa, porque tú me lo pediste.

_ ¡Ah!, ¿Se te hace poco? ¡Me dan ganas de ensartarte la tolonga en la trompa y luego en las orejas, para ver si se te quita lo hocicona!

Algo más quiere argüir Gabi en su defensa, pero Ginés ya no la escucha, ni hace aprecio alguno de ella. Gabi ha remachado, sin saberlo ni darse cuenta, las deformaciones infiltradas en la personalidad de Ginés. Es la forma como ve ya él la vida, de manera sectaria, discriminadora y soberbia. Aparte, morbosa y alevosa. Es lo que se le ha impregnado de su milintancia clandestina con los tecos. Gabi no había identificado al monstruo que enfrentaba. Por eso le tronó el cohete en la mano. Ahora capta con toda claridad el drama que se le viene encima.

Ajenos a la gresca, Greg y Marta se refocilan en el cuarto. No le va a resultar sencillo a Ginés arrancarla de sus brazos, si hace caso al impulso primero de correrlas a las dos. Cambia su intención primera por el impulso grotesco de querer doblegar a Gabi por la fuerza y violarla. La ilusión de tener un flirteo amable y seductor con ella se le ha obnubilado completamente. A Gabi ni le prendió siquiera la tentación.

Ginés actúa tosco y crudo. Gabi se pone en guardia. No sabe si ofrecer resistencia o huirle. No ve a nadie a quién pedirle ayuda. Al dirigirse a la puerta de la calle, Ginés le obstruye el paso. Con groserías altisonantes la amenaza otra vez con violarla. Jalonean. Las telas frágiles de la indumentaria de la chica se desgarran.

La muchacha se lanza al fondo de la sala y busca abrir una tercera puerta. Se mete de rondón y cierra, dejando fuera a Ginés. No sabía que ahí dormía plácidamente Angelito. A los gritos y escándalo tan subido, Ángel se despierta. Enciende la luz. Al descubrirlo Gabi lo vuelve al camastro. Se le mete entre las cobijas y lo acurruca con ella, como el náufrago que se abraza a su tabla de salvación. Angelito, el dormilón, no sale de su asombro, mas aprieta contra su pecho a la desesperada.

Ginés fuerza finalmente la puerta. Le sorprende un raro cuadro de arrumacos entre Gabi y Ángel, generado por su tosudez. Derrotado, les apaga la luz. En su mente confusa se repite una especie de moraleja, para la chica:” De lo que me huías y mira a dónde fuiste a caer. No me eches a mí culpa alguna. Hasta aquí llegó tu virginidad, estúpida”.

Buen rato después, Marta sale del cuarto. Busca a su amiga para apremiarla a volver a casa. Oyó gritos y estampidas, pero Greg no le permitió ni salir a ver. Finalmente su galán se quedó completamente dormido, rendido por los efectos del alcohol. Aprovecha el momento para cerciorarse si Gabi no sufrió daños. En la sala encuentra a Ginés también tirado en el sillón, vestido todavía, abotagado de alcohol.

A los ruidos de Marta, salen Ángel y Gabi de la alcoba, donde permanecían encerrados. En dos patadas la enteran de lo ocurrido. Ángel les propone volver a su casa antes de que despierte el ogro y se ofrece a acompañarlas. Es de mdrugada y no es conveniente que dos chicas solas viajen por la ciudad a deshoras de la noche.

A las cinco de la mañana, bajándolas del taxi, Ángel deposita a sus dos nuevas amigas en el domicilio de la Gabi. Ésta le besa cariñosamente, agradecida de que le haya salvado del teco destemplado y contenta de haberse conseguido a un novio nuevo, atento, galante y educado. Le califica en viva voz de su “ángel de la guarda”, quien las despide también, dejándoles de regalo su sonrisa más esplendorosa. Ya luego se volverán a ver las caras.

Fin