En Guanajuato ni derecha, ni izquierda, han estado del lado de los pobres… Periódico Correo

Ningún panista o morenista de los enfrascados en la estridente disputa por alzar el trofeo luego de las cifras que recién divulgó el INEGI sobre la pobreza, se han remitido a las causas que han generado tanta desigualdad.

Aunque no sorprende. Radicar en la ciudad de León hace una década, me permitió entender a qué se refería un amigo al que años atrás le había escuchado, que en Guanajuato los gobiernos desempeñaban las funciones equivalentes a las de un consejo de administración en una empresa: su prioridad es cuidar que la compleja realidad social no genere mayores sobresaltos y sea favorable a los intereses de los poderes fácticos.

Al adentrarme en los barrios y colonias de esa urbe estratificada y con fuertes resabios clasistas, pude pulsar, cómo el municipio se encargaba del transporte, de recoger la basura, de atemperar la inseguridad, de administrar la pobreza, pero sin tocar ni con el pétalo de una rosa las cúpulas privilegiadas, y más bien poniendo a su servicio las instituciones. Solo que eso no era exclusivo de la derecha que tiene en su ADN esa vocación, la propia izquierda partidista, que aquí se hizo más visible en los noventas con el surgimiento del PRD, ha sido comparsa de ese servilismo. Particularmente varios de los que ahora están en Morena, pero que vienen de un largo recorrido en la política local, no tienen cara para presentarse como redentores de la pobreza y colgarse medallas que nunca sembraron con esfuerzo propio.

No logro encontrar en las últimas cuatro décadas, ni en la izquierda y menos en la derecha, un solo hombre o mujer, de los más visibles en la política guanajuatense, que al poner en su boca a “los pobres” tuviera la carga humanista genuina, que no se le puede escatimar, por ejemplo, al expresidente López Obrador, quien a mi entender es de los pocos, que –en la misma tesitura del recién fallecido José Mujica- no lo hizo por pose, estrategia o demagogia.

Por el contrario, lo que hay esparcido de sur a norte en la entidad, por parte de la clase política, es un largo memorial de agravios a los más desposeídos. No se diga en regiones como la Sierra Gorda. La memoria me alcanza hasta los setentas del siglo pasado, cuando, según registró en un relato un policía cercano al “Negro Durazo”, el entonces gobernador del PRI, Luis H. Ducoing, visitó una localidad en la cima de la serranía, y habría musitado en corto: “véanme bien cabrones, porque nunca me volverán a ver”. Pasado el tiempo, la huella que dejó otro gobernador priista, fue que alguno de sus descendientes convirtió esa zona en un redituable mercado de carros robados.

Al comienzo de la era panista, en sus ímpetus juveniles, Carlos Medina Plasencia generalizó un modelo organizativo comunitario que venía implementando en el municipio de León el finado don Luis Fernández Godard, de cepa jesuita. Así se abrían espacios a “los de abajo” en la toma de decisiones sobre el uso del presupuesto. Pero en cuanto terminó el interinato se diluyó ese intento, las políticas públicas fueron remolcadas por los delirios de Vicente Fox de convertir el estado en un clon de Texas. En ese sexenio, se relata que uno de los miembros de su gabinete más cercanos, en su paso por el municipio de Atarjea, habría dicho entre la sorna y el racismo: “estos nos saldrían más baratos si nos los llevamos a todos a una colonia de León”.

Ya luego, su sucesor Juan Carlos Romero Hicks, sólo contempló a los pobres sobrevolándolos desde su helicóptero mientras degustaba hamburguesas, menú que según dicen colegas periodistas, no podía faltar en sus giras. De los tres que siguieron: Oliva, Márquez y Sinhue, tan alejados estuvieron del mundo de la pobreza, y tan cercanos al de la riqueza, que ese ciclo cierra en una lujosa casa de Houston Texas valuada en un millón de dólares.

Pero igualmente, si nos remitimos a la historia local de la izquierda, entre los extintos o los sobrevivientes del destartalado PRD, entre los vividores del PT, o entre quienes emigraron a Morena desde distintos flancos, y ahora dicen ser los redentores de los oprimidos ¿quién ha estado al lado de los pobres, que no haya sido con propósitos electoreros? No faltará, en esas cúpulas estatales que han usufructuado el discurso de izquierda para obtener posiciones y beneficios del poder, quien en alguna encendida tertulia ideológica, entre café, cerveza o vino tinto, haya puesto un cassete o CD con la emblemática canción del uruguayo Alfredo Zitarroza: “en mi país que tristeza/ la pobreza y el dolor….”, pero de eso a luchar con ese sector de la población “codo a codo” -como dice otra canción de ese estilo-, hay un largo trecho.

Apenas el pasado miércoles una mujer joven de la Sierra Gorda, desde una ciudad me comentaba que hace un año emigró, aunque si por ella fuera estaría en su comunidad con su familia: “pero se ocupa salir para generar dinero”-decía con desconsuelo-. La plática se interrumpió porque estaba por entrar a su trabajo en turno de noche. Qué dudar, que en alguna ciudad de Estados Unidos, en ese mismo momento, otra persona con la misma melancolía estuviera realizando una transferencia a sus seres queridos a través de la aplicación Remitly o Money Gram, o si es ilegal, acudiendo a la tiendita de envíos, para luego comunicarse hasta algún caserío entre los cerros, donde una mama y sus niños se pondrán alegres al recibir la clave del depósito.

El tema de “los pobres” ya no se puede abordar desde lo blanco y lo negro, tiene muchas aristas. Pero ante la crudeza de tantas historias humanas que eso entraña ¿no es ruin que los políticos quieran sacar ventajas hasta de las cifras de la pobreza?

Por ese mismo mercadeo electorero en que han convertido los programas sociales, cada día es más notable que los partidos ya no tienen bases sociales, lo que tienen son clientelas….