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El mecenazgo perdido. Noticias en tiempo real 16 de Agosto, 2025 18:20

Cuentan que, en siglos pasados, los artistas vivían del mecenazgo de los ricos y poderosos.
Para ser justos, es difícil saber si en ese entonces el interés en el arte era más, y si era auténtico, o si el interés más bien estaba relacionado con la demostración de estatus social que dicha actividad de patrocinio proveía.
A la fecha las artes – por lo menos un sector de ellas – siguen remitiendo a un cierto estatus social, sea consciente o inconscientemente, pero los mecenas son de pocos a inexistentes.
En muchos casos las artes continúan sufriendo de centralización y elitismo, pero sin el glamur, sin los pagos y sin los patrocinios; a no ser que se tenga la suerte de contar con alguna beca.
Es raro, rarísimo, el caso de proyectos teatrales nacionales producto de la inversión privada.
Pueden verse algunos de casos de patrocinios, sobre todo con apoyos en especie y algunos proyectos de coinversión entre gobierno e iniciativa privada; pero rara vez se va a encontrar un proyecto con inversionistas de capital que no sean los mismos artistas.
En otros países existen múltiples productoras constituidas propiamente como empresas culturales que tienen inversores que auténticamente buscan y obtienen ganancias de los proyectos realizados ¿por qué en México no es así?Hablábamos antes de la “comodidad” de ser becado, de asumir que el gobierno debe financiarlo todo.
Si es cierto que en México constitucionalmente el gobierno sí está obligado a apoyar la cultura, no necesariamente lo hace de la manera que quisiéramos y con la eficiencia que debería.
Este pensamiento acaba limitando las posibilidades de evolución del sector, aunque de ninguna manera podemos decir que los creadores no busquen alternativas.
Simplemente, aun y los que buscan alternativas llegan a toparse con pared.
Existen, de hecho, iniciativas gubernamentales que no son propiamente becas y que visan por la posibilidad de constituir compañías financieramente independientes, desgraciadamente, la existencia de estos programas no necesariamente implica su éxito.
El programa de estímulos fiscales EFIARTES, por ejemplo, posee la respectiva ramificación para teatro y se emite año con año, pero las compañías rara vez logran surgir como entidades económicamente independientes a futuro y en muchos casos ni siquiera llegan a completar el periodo de apoyo o siquiera completar con éxito la aplicación.
Aún con estímulos fiscales, son pocas las empresas que optan por apoyar la creación artística.
Para ser justos, seguramente muchos empresarios ni siquiera saben de la existencia de este tipo de programas, mucho menos de sus posibles beneficios.
Falta, antes que nada, labor de difusión y espacios que vinculen a los empresarios con los artistas.
No existe una línea directa de comunicación con los posibles inversores, y sin ella, cualquier programa de estímulos fiscales para el apoyo de lo que sea, acaba siendo obsoleto.
Quizás tampoco ayuda la falta de solidaridad entre creadores cuando de mecenas se trata.
No es de sorprender que, en un ambiente tan peleado en el que aquellos dispuestos a financiar escasean, valga más la propia supervivencia que la del prójimo.
Así, los que logran beneficiarse de este tipo de iniciativa son muy pocos y a muchos acaba por reafirmarles que intentar volver al arte capitalista no es el camino.
Más o menos las mismas trabas se encuentran en otros programas como el de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales, mientras que otras alternativas como las donaciones, implican la constitución de una asociación civil que además se dé a la tarea y tenga la suerte de ser aprobada como donataria autorizada del SAT para poder emitir recibos que puedan ser deducibles de impuestos.
En fin, que, si el interés fuera realmente impulsar a las compañías artísticas y darles medios para subsistir independientemente, las cosas podrían ser un poco más sencillas, o por lo menos, menos burocráticas.
Quizás estamos destinados a que el mecenas moderno siga siendo nuestro gobierno, al que, por cierto, no le gusta tanto pagar, pero sí controlar lo que llega o no a los escenarios del arte.
Algo así como un mecenas déspota y tacaño.
Sin duda, con los siglos el arte ha avanzado en lo técnico, no así en la cuestión del financiamiento y mucho menos su democratización.


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