El agua que ahoga la CDMX Elarsenal.net
Raúl Flores Martínez.
Las lluvias de los últimos días han dejado un saldo conocido, pero no menos indignante: calles convertidas en ríos, colonias enteras bajo el agua y miles de capitalinos atrapados en un caos que, más que producto de la naturaleza, es consecuencia de décadas de negligencia.
El sistema de drenaje de la Ciudad de México, pieza clave para evitar inundaciones, tiene más de medio siglo sin una renovación integral. Las autoridades lo saben, los especialistas lo han advertido y los ciudadanos lo padecen. Sin embargo, los gobiernos capitalinos —dominados por administraciones de izquierda durante más de 25 años— han optado por administrar la crisis en lugar de resolver de raíz.
El drenaje profundo fue inaugurado en 1975 como una obra de ingeniería adelantada a su tiempo. Pero las lluvias actuales, intensificadas por el cambio climático y agravadas por la urbanización sin control, superan con facilidad su capacidad.
Las tuberías corroídas, la falta de mantenimiento preventivo y la ausencia de un plan serio de sustitución convierten a cada temporada de lluvias en una ruleta rusa para los barrios más vulnerables.
Cada administración ha hecho promesas para modernizar el drenaje. En el discurso, se trata de una prioridad; en la práctica, el presupuesto se diluye en proyectos más visibles políticamente.
La ciudadanía recibe como “solución” operativos emergentes: bombas de achique, costales de arena y brigadas que llegan tarde, cuando el agua ya está dentro de las casas.
Para las familias afectadas, la retórica política no seca muebles, no rescata documentos ni cura el olor a aguas negras que permanece durante semanas. Comercios pequeños pierden mercancía; escuelas suspenden clases; el transporte público colapsa.
Los daños económicos y de salud pública son incalculables, pero el costo político, al parecer, sigue siendo bajo para quienes gobiernan.
La Ciudad de México no se inunda solo por la lluvia: se inunda por la omisión, la corrupción y la visión cortoplacista de sus dirigentes.
Mientras el drenaje siga siendo un asunto postergado, la capital vivirá año tras año la misma escena: tormentas que se llevan la calma y dejan en su lugar frustración, pérdidas y una pregunta incómoda: ¿hasta cuándo se gobernará pensando en el largo plazo?
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