Jack Nicholson era tan jodidamente bestia destrozando las puertas en El Resplandor que acabaron usando unas de verdad Vida Extra

Algunas escenas de la historia del cine no necesitan presentación alguna.
Basta con una imagen, un diálogo o un simple gesto para tener claro de qué película se trata.
En El Resplandor, la aclamada cinta de terror psicológico de Stanley Kubrick, ese momento se vivió con la popular escena en la que Jack Nicholson asoma la cabeza por una puerta destrozada y grita la inolvidable frase: "¡Aquí está Jack!".
Un instante del que nos seguimos acordando después de 45 años y que en realidad fue más complicado de rodar de lo que parece.
Durante la grabación de esta escena, Jack Torrance, el personaje de Nicholson, tuvo que abrirse paso a hachazos a través de una puerta cerrada mientras su mujer, Shelley Duvall, no paraba de gritar al otro lado completamente aterrada.
Lo que no se ve en pantalla es que esa secuencia se repitió tantas veces que el actor acabó haciendo pedazos unas 60 puertas en total, a lo largo de tres días.
Pero lo más curioso no fue el número de tomas, sino el motivo por el que hubo que usar puertas reales en lugar de unas de mentira.
Resulta que Jack Nicholson había sido bombero voluntario cuando era más joven, y tenía cierta experiencia derribando puertas.
{"videoId":"x9m1o5c","autoplay":true,"title":"El Resplandor - Tráiler Castellano", "tag":"", "duration":"105"} Gracias a esta habilidad, cuando se empezaron a rodar las primeras escenas, las primeras puertas, que eran más estrechas y fáciles de romper, le aguantaban un par de segundos.
Las hacía pedazos con tantísima facilidad que daba la impresión de que su personaje contaba con una fuerza sobrehumana, que es justo lo que Kubrick no quería que aparentara en ningún momento.
Ante esta capacidad tan sorprendente, el director decidió pedir a su equipo de producción que trajeran puertas de verdad, que fueran más resistentes, para lograr un resultado más creíble para el espectador.
Desde luego, el resultado final logró transmitir mejor la desesperación del personaje, el esfuerzo físico que suponía y la tensión que desprendía ese momento.
En consecuencia, la escena se volvió más real, angustiosa y memorable y todo porque Jack Nicholson lo estaba haciendo demasiado bien.
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