Babylon. Dir. Damien Chazelle El Imparcial Tijuana
Una avalancha de excremento de elefante baña a un hombre, lluvias doradas fluyen sobre un intoxicado actor, un enano saltarín hace eyacular un enorme pene sobre una exacerbada multitud, compuesta por celebridades, advenedizos y aspirantes a estrellas, que brinca y jadea al ritmo de una banda de jazz, consumiendo drogas y estimulándose sexualmente. Todo aquel que es alguien en el Hollywood de 1926 está presente. La cámara flota en un interminable plano secuencia a traves de la orgiástica celebración.
Jack Conrad (Brad Pitt), la estrella más grande del año, termina con su último matrimonio y se regodea con la vedette Lady Fay Zhu (Li Jun Li), quien más tarde interpreta un sensual número inspirado en Marlene Dietrich. La columnista Elinor St. John (Jean Smart) pregunta por chicas menores de edad, el milusos Manuel Torres (Diego Calva), guía a un elefante y le da pase a la fiesta a la aspirante a estrella, Nellie LaRoy (Margot Robbie), enamorándose de ella, entre líneas de cocaína y un monólogo sobre el cine.
En su secuencia introductoria, Damien Chazelle presenta más cine puro del que se ve en todo un año de programación cinematográfica, antes de que aparezca el título en pantalla.
Obviamente la intención de Chazelle no es una recreación histórica del Hollywood de 1926, sino una fábula, más cercana a Baz Luhrman, que interpreta lo que se sentía estar en un lugar en un momento específico, utilizando equivalencias culturales, y funciona a la perfección. Chazelle crea una pieza grupal, saltando entre varios tipos de personajes para pintar un retrato más completo de los inicios de Hollywood y su transición, de salvaje carnaval del viejo oeste, donde todo se vale, a la industria controlada y consolidada en que se convirtió con la llegada del sonido sincronizado.
Los personajes están basados en figuras reales, amalgamadas y modificadas. Nellie LaRoy se basa en Clara Bow, pero formando un arquetipo que integra a Marylin Monroe, entre otras. Jack Conrad, es reconocible como un Douglas Fairbanks que igualmente podría satirizar a Johnny Depp, con sus adicciones, líos amorosos y altibajos profesionales. Lady Fay, Manuel Torres y Sidney Palmer representan a las minorías que siempre han sido, simultáneamente, explotadas y mantenidas al margen de la fabrica de sueños.
Chazelle reinterpreta varias anécdotas de la historia de Hollywood (Orson Welles en ambulancia para llegar a tiempo a sus funciones), pero su secuencia más impresionante es el retrato de un set de cine mudo. Como Dorothy llegando a Oz, los personajes se encuentran repentinamente en el lugar más mágico del mundo. Un circo de incontables pistas, donde todo pasa, en todas partes, al mismo tiempo.
Estrellas nacen, huelgas se apagan a balazos, incendios rugen, y se hace historia mientras cientos de extras se embisten en batalla campal, mientras que un ebrio actor logra enderezarse lo suficiente para besar a la doncella, en la cima de un cerro, con la luz de los últimos rayos del sol, que se pone a sus espaldas.
Todo el caos y la belleza. Stanley Donen, Mel Brooks y Stanley Kubrick por partes iguales, con atisbos de Tarantino y los hermanos Coen. Chazelle deja claro que en Hollywood, más allá de talento y motivación, es importante estar en el lugar indicado en el momento indicado, y sobre todo tener la osadía para tomar ventaja de ello.
