Charlas Periódico Contexto de Durango

Miguel Ángel Vargas Q
*** 7º Piso Dpto. 3
5ª Parte
*** El Cuartel Juárez
*** Los “Hijos de Roque Chavarría”
*** El Valor de mi Ticho
+++ Tras una larga, larguísima, hora de interrogatorio por parte del comandante del Batallón de Infantería destacamentado en Santiago Papasquiaro, pero llamado por la emergencia provocada por el movimiento de los universitarios, tres uniformados portando armas de alto poder, Jorge Contreras Casas y un servidor fuimos llevados a un aula en donde nos ordenaron sentarnos, en el piso obvio. En ese momento nuestro principal temor era que descubrieran la servilleta en donde horas antes nos habían envuelto las “dexedrinas” que tomábamos el grupo que nos reuníamos a estudiar por las noches en mi casa materna. Ya nos veíamos en el Cereso que sería inaugurado por el gobernador Páez Urquidi y que se localiza a un costado de la carretera Durango-Gómez Palacio, ahora bulevar Francisco Villa.
La temperatura empezaba a descender mientras el miedo subía. Cada 10 minutos un soldado raso, fusil en brazos, entraba al aula con el grito, “¡¡¡¡¿quién viveeee?!!!!!”. Las chamarras propias de la época invernal, no eran suficientes para soportar el frío y menos los helados vientecillos que entraban por las ventanas que daban a la calle.
Si mal no recuerdo, Jorge “El Wastle” Contreras, traía un maquinof verde que hizo juego con las frazadas militares que por instrucciones del Gral. Salvador Rangel Medina, comandante de la 10ª Zona Militar, nos hicieron llegar para mitigar el frío.
A eso de las cuatro de la mañana, cuando la noche es más oscura, Jorge me empieza a platicar cómo fueron las últimas horas de Ernesto “El Ché” Guevara.
“… Antes del fusilamiento, Félix Rodríguez, agente encubierto de la CIA lo interrogó y lo sacó del aula para tomarle varias fotografías, las últimas en las que aparece con vida”, recordó El Wastle.
Obvio que ya entonces éramos presa del terror de lo que iba a suceder con nosotros. Y la mente es muy poderosa para imaginarse trágicas situaciones.
Ya la servilleta con las dexedrinas había pasado a un segundo plano de importancia. Lo que se agudizó con ese recuerdo que trajo a nuestras memorias Jorge quien en ningún momento dejó de deslizar por las yemas de sus dedos la moneda de cobre de 20 centavos.
El rasó jamás dejó de cumplir, como relojito de cuerda, su ingreso a grito abierto hasta nuestra cárcel que en realidad era un aula.
El frío arreció cuando los primeros motores de vehículos se dejaron escuchar por las calles cercanas al Cuartel Juárez.
El miedo y el frío nos enmudecieron durante esas horas.
Empezaba a amanecer.
EL JAROCHO.- José Angel Espinoza “Ferrusquilla”, sinaloense de nacimiento pero universal por el arte, fue un enamorado de La Tierra del Cine, que se inspiró en los voceadores de El Sol de Durango y en las bellezas arquitectónicas de nuestra ciudad capital, para escribir “La Monja se Esconde”, haciendo referencia a Beatriz la religiosa que subió a las torres de Catedral para esperar a su amado.
Esta canción en una de sus partes dice:

Niños, que sin descansar pregonan el sol
El Sol de Durango
Cuando la hermosa ciudad, después de soñar
Está despertando

En aquellos años eran solamente dos los diarios matutinos que circulaban en nuestra ciudad capital, El Sol y La Voz.
Había una enorme variedad de estilos para vocear estos diarios.
Sin embargo, dentro de toda esa gama de estilos, uno se destacaba. El del “Jarocho”, un cuarentón de 1.80 de estatura que se había apoderado de la entrada principal del Palacio de Gobierno, en donde su estilo incluía el cambio de “cabezas” para hacerlas más impactantes. Aprovechaba el ingreso de algún alto funcionarios para seguirlo hasta las puertas de sus oficinas para irle leyendo la nota y las cabezas producto de su imaginación.
Pues justo ese día que llegaba tras una larguísima noche de estar detenidos en el Cuartel Juárez, una voz diferente a la del soldado que nos vigiló, fue justamente la del Jarocho quien voceaba a grito abierto, “militares se llevan a dos estudiantes de la universidad, entre ellos al Wastle”. “Familiares y personalidades recorren la ciudad en busca de estudiantes desaparecidos por militares”.
Por espacio de varios minutos se plantó frente al Cuartel Juárez para repetir su cabeza de una nota que ni siquiera habían publicado los dos diarios locales.
Un militar lo retiró, pero antes volvió a lanzar el fervorín sobre los estudiantes desparecidos por el Ejército.
Nadie nos informaba de lo que seguía para nosotros.
A eso de las nueve de la mañana no llevaron un plato de avena, un pan blanco y un vaso de leche.
Hambre de sobra, apetito no.
Pero también nos dio miedo no comerla.
Podrían tomarlo como descortesía y la represalia…
A eso de las 11:30 de la mañana, seis soldados y un oficial llegaron hasta nosotros para indicarnos que íbamos a las oficinas del procurador general de Justicia.
Abordamos un vehículo militar que tomó la calle de Madero, pero no giró a la izquierda rumbo a Palacio de Gobierno donde se encontraba el despacho del procurador, sino que siguió de frente hasta 20 de Noviembre en donde se enfiló al oriente hasta la esquina de Carlos León de la Peña. La Penitenciaría del Estado.
No salíamos del asombro y temor, pues prácticamente íbamos a ser encarcelados. Algo que nos levantó el ánimo, aunque fuera por segundos, fueron los gritos de varias personas que nos aseguraron que saldríamos libres pronto y que no estábamos solos.
La entrega fue protocolaria. El procurador, Roque Chavarría, rodeado de una docena de achichincles entre ministerios públicos y agentes de la Judicial, recibió el oficio y ordenó que bajáramos del motorizado militar.
Fue ahí donde los achichincles de Roque Chavarría haciendo mofa de nuestra situación y abusando del poder que les permitía el procurador general de la República, dieron tremendas patadas en el trasero tanto a “El Wastle” como a un servidor. Guillermo Cervantes Saavedra y César Gonzáles Piña, fueron los más agresivos.
Nosotros, con las manos amarradas a la espalda.
Mientras Roque Chavarría, cobarde como siempre fue, no dejaba de burlarse de los “comunistillas”.
En eso estábamos cuando arribó un vehículo de la Coordinación de Seguridad Pública del Estado a cuyo frente estaba el Mayor Adalberto Palma Chacón. Un agente, un simple agente le ordenó al procurador Roque Chavarría le entregara a los dos estudiantes. El regordete procurador observó por debajo de sus gafas y solo alcanzó a señalarnos para decirle al enviado que ahí estábamos.
De ahí a la oficina que se encontraba sobre Aquiles Serdán entre Bruno Martínez y Zaragoza, en una quinta de cantera rosa que durante el gobierno de José Ramírez Gamero fue la primera oficina de la Dirección de la Policía Judicial del Estado a cargo de Antonio Díaz de León Cardona.
Directo nos llevaron a la oficina de Palma Chacón en donde nos dio un sermón del que no recuerdo ni una sola palabra. A sus costados, Carlos Hidalgo Eddy, Alberto Pérez Mejorado, (El Macaco) y Arturo González Anguiano.
Condicionó nuestra libertad a que fueran nuestros padres o tutores por nosotros.
Buscaba darles una regañada por dejar que sus hijos hicieran lo que los llevó a la detención.
No contaba Palma Chacón que quien primero llegó, acompañada de mi hermano Alfredo, fue mi mamá, maestra rural, revolucionaria, de izquierda autentica de la escuela de Vicente Lombardo Toledano y el regañado fue el frustrado militar que luego se sabría que era un simple Policía Bancario de la ciudad de México.
Finalmente, sanos y salvos, regresamos a nuestras casas, a bañarnos y a dormir.
Ahí empezaba el derrumbe del gobierno del Alejandro Páez Urquidi, pero de esto platicamos mañana….
Le recuerdo, si tienen recuerdos o fotos de esa época, por favor envíenmelos al 6188151738 por WA…

La entrada Charlas se publicó primero en Periódico Contexto de Durango.