Carlos BarrónCIUDAD DE MÉXICO.
Pierre Fredy de Coubertin no entendía la exigencia de su padre por enlistarlo en el ejercito francés.
No estaban en concordancia por la sensibilidad que demostraba para las artes y los deportes, así que, aunque chocaron, consiguió su lugar, que lo mandara a Inglaterra a estudiar pedagogía.
Ahí el mundo se le abrió en forma de rezo y milagro científico.
Una tarde de viernes de 1883 lo invitaron a un poblado remoto al oeste, a Much Wenlok, porque hacían un festival deportivo.
Antes que Pierre de Coubertin germinara los Juegos Olímpicos de la era moderna, existió el inglés William Penny Brookes, médico egresado de la Royal College of Surgeons of England que promovió una sociedad olímpica en un movimiento moral, científico e intelectual.
El nadador húngaro Alfred Hajos, de 18 años, ganó dos medallas de oro.
Brookes era un décano insistente en la higiene y protocolos sanitarios, pero también exhaustivo en el desarrollo del cuerpo por medio del deporte.
No coincidió con Pierre de Coubertin hasta 1890 quien le confesó que la primera vez que observó los juegos de Much Wenlok quedó sorprendido y empecinado en hacer algo universal.
Le dijo que haría un congreso internacional en La Sorbona, en la Universidad de París, porque era el momento de algo magnificente y Brookes sería invitado de honor, sin embargo, el viejo doctor empezaba a demostrar fallas en su salud pulmonar.
No es que se hicieran grandes amigos, pero Pierre de Coubertin le tuvo un máximo respeto porque ante él se sentía como un ingenuo erosionado por la experiencia, aunque Brookes lo animaba a seguir adelante.
Coubertin entonces viajó por varias partes del mundo mezclando deporte con paz y hermandad hasta conseguir que se instauraran los primeros Juegos Olimpicos a pesar de que Inglaterra, que ya tenía sus competencias, se opusiera.
La carrera en bicicleta, con una duración de 12 horas, fue uno de los 43 eventos.
Fue hasta la intervención del principe heredero de los helenos, Constantino I, que se pudo convencer a los reticentes para llevar a cabo la primera edición en Grecia.
La buena noticia llenó de júbilo a Coubertin que mandó la invitación a William Penny Brookes al remoto pueblo de Shropshire, pero tras el acuse de correo le devolvieron la amarga noticia de que éste había muerto en diciembre de 1895.
Cuatro meses después, el 6 de abril de 1896, en Atenas, el rey Jorge de Grecia, exclamó para la posteridad: “Declaro abiertos los primeros Juegos Olímpicos Internacionales de Atenas”.
Coubertin miró al cielo y luego a la pista de pentatlón, en algún momento le cruzó la imagen de William Penny Brookes.
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