Ni con el pétalo de una rosa… Excelsior

En cuestión de horas, sabremos si un violador podrá ser gobernador o, al menos, si podrá ser elegible para ello.
Félix Salgado Macedonio no ha perdido nada, sólo días de precampaña.
Sus derechos políticos no han sido tocados… vaya, ni con el pétalo de una rosa.
Por el contrario, ha afianzado el respaldo presidencial.
A Félix, después de más de 50 días de protesta, en Palacio Nacional y en la dirigencia de Morena no han hecho otra cosa, sino ponerle una alfombra.
Qué importa si debajo de ella estén las mujeres que lo acusan de abuso sexual, ésas tantas más que, desde hace años, han sido compañeras de Andrés Manuel López Obrador y han abonado tanto a su movimiento, ésas que creyeron que, ahora sí, habría un gobierno feminista y que formarían parte de él.
Lo escribió categóricamente The New York Times: “El respaldo del Presidente a Salgado está creando importantes grietas dentro del partido gobernante, lo que supone un potencial desafío para la popularidad de López Obrador y la prometida transformación de la sociedad mexicana…”; porque ahí están varias manos levantadas y listas para irse en caso de que el nombre de Félix Salgado Macedonio se lea en la boleta electoral.
 “Es una campaña, ¿por qué no vienen aquí o recopilan lo que hemos dicho sobre este caso aquí? (.
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) ¿No sabrá el The New York Times de que Félix hace dos años y medio fue electo senador de Guerrero y que es exactamente ahora que está participando buscando ser candidato cuando surge todo este escándalo ¿que no saben los del New York Times que el acusador principal de Félix fue el exprocurador de Guerrero del gobierno del PRI?”, respondió ayer el Presidente en su conferencia en Palacio Nacional.
Una calumnia, dijo.
La última de las defensas que ha hecho y donde no detiene su narrativa de que todo es parte de una treta electoral.
 No, Presidente.
Quien no ha entendido que detrás de los asuntos de violencia de género no hay un trasfondo político, es usted.
Hace un año, en la efervescencia por la marcha y el paro nacional que miles de mujeres alistamos para la conmemoración del 8M, dijo lo mismo.
Desdeñaba entonces la causa feminista y sus motivos.
Con la pandemia, incluso alegó celebración de las familias que se veían obligadas a compartir más por el confinamiento.
Minimizó las manifestaciones, habló de reducción en el número de delitos que deben seguirse con perspectiva de género, aunque esto contradijera los datos de su propio gobierno.
A la pregunta obvia, la que hace cualquier persona —hombre, generalmente— para anular una acusación de abuso, acoso o violación, sobre el por qué la víctima se tarda en denunciar, la respuesta, que también resulta obvia, pero a la que tanto se resisten: despertamos.
¿Qué pasó entre aquella campaña que llevó a Salgado Macedonio al Senado?, preguntó ayer, el Presidente.
Ocurrió un movimiento global, el #MeToo, que abrió los ojos de millones de mujeres en el mundo, quienes por años callaron los abusos que sufrieron.
Y no importó si el agresor era un magnate de la industria del cine, un entrenador de atletas olímpicos o un jefe de departamento.
Las mujeres comenzamos a hablar y nos dimos cuenta que no estábamos solas.
Nos hemos dado cuenta del poder que tiene nuestra voz para decir “no”.
Eso fue lo que pasó, porque hace un año y, seguramente, este lunes, volverá a ver a miles, a millones de mujeres manifestándose en las calles o en redes sociales, mujeres que no comparten ideología política, pero sí el deseo de que respeten nuestro cuerpo y nuestros derechos.
Defienda a las mujeres, no a Salgado Macedonio.
Columnista: Yuriria SierraImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0