En el siglo XX tuvimos tres sexenios de tecnócratas; dos de mitócratas, cuatro de estabilizadores, y más de tres décadas de militares en el poder, incluyendo el paso del ingenuo Adolfo de la Huerta, así como el cuatrienio de los peleles.
Ello, en adición al fugaz paso del fifí espiritista.
Sí, por más de 30 años, Porfirio Díaz y el neoliberalismo ocuparon la primera magistratura, como también lo hicieran las fuerzas castrenses en el siglo pasado.
Esos periodos constituyen etapas clave en la formación del México moderno.
Es de destacar que, tanto en el siglo XXI, como a principios de los siglos XIX y XX, el Ejército ha ocupado un lugar preponderante en la toma de decisiones públicas, asumiendo posición relevante de la vida política nacional.
El tercer año de cada gobierno comienza a develar los nombres de los más destacados sucesores del gobernante en turno, éste no es la excepción.
Haciendo un análisis objetivo, escrupuloso y desapasionado, se llega a la conclusión de que los punteros para sustituir al Presidente son el secretario de la Defensa Nacional y el de Marina, teniendo en un inconsistente y apurado tercer lugar a Marcelo Ebrard, quien viene cometiendo los mismos errores en que incurriera su mentor Manuel Camacho Solís.
El más aventajado de los civiles operó como tricolor el último carro completo en el Distrito Federal, siendo un connotado experto operador ambidiestro.
Debemos recordar que él armó —para Elba Esther Gordillo— la demoledora red magisterial que ahora opera con éxito René Bejarano, la cual, en la capital, pone y quita al mandamás.
Fichaje que el caudillo detectó y ha sabido capitalizar.
Ebrard aparece en todos los moles, concitando golpes debajo de la mesa de las fuerzas morenistas contendientes, al igual que le pasó a su mecenas en tiempos de Salinas, en cuyo sexenio aquel se volvió político.
Será blanco de los suspirantes rumbo a la selección de candidato.
Temas migratorios, arancelarios, sanitarios, incluso de seguridad nacional y transfronteriza, más que canciller, lo posicionan como el vicepresidente que la Constitución aún no prevé.
Resulta paradójico que sean los pensionados adultos mayores de la generación del 68’, los que han puesto las condiciones para pavimentar el retorno de uno de los factores reales de poder con mayor peso histórico en nuestro país, siendo que nuestro Presidente consolida, cada día más, una candidatura como las que dominaron en la primera treintena de los dos siglos anteriores.
El andamiaje legal, administrativo y presupuestario que ha conformado el Ejecutivo Federal en favor del Ejército establece una plataforma que hace trizas una posible reelección, sentando bases propicias para que esa ala del poder aporte elegibles sucesores, quienes, indisputablemente, gozan de mejores calificaciones que la mayoría de los miembros del gabinete, no sólo porque quienes ocupan cargos en el Ejército lo hacen a consecuencia de preparación y trayectoria, sino porque, además, son ellos quienes administran las obras y servicios públicos.
La consulta que promueve el Presidente, con la inusitada e incomprensible pregunta confeccionada por la Corte, tendrá un rol importante al perfilar precandidaturas, siendo la primera oportunidad en que los suspirantes comiencen a jalar agua a su molino, así como a tirar lodo escondiendo la mano, sin embargo, tendrán que tomar en cuenta que en la mesa ha aparecido un jugador de grandes ligas, el cual se había retirado del juego hace mucho tiempo.
En la política, como en la vida, todo parece dar vueltas y ser circular.
Columnista: Gabriel Reyes OronaImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0