«¿SABES QUE MENTIR ES MALO?” Sol Yucatán

• Sofía tardó 3 días en el proceso para denunciar su violación.

• Accedió a la NOM. 046 a medias, ella tuvo que comprar la pastilla del día siguiente.

• Todas las autoridades la cuestionaron: “¿Sabes que mentir es malo?”.

• Del 2017 al 2024 se denunciaron 2 mil 453 denuncias por el delito de violación contra mujeres.

Por Claudia V. Arriaga Durán.

Sofía tenía 19 años y estudiaba medicina en una escuela privada del municipio de Ticul cuando en diciembre de 2023 conoció a Eleazar de 21, un mototaxista. Durante un viaje platicaron e intercambiaron teléfonos. Empezó a salir con él, pero le aclaró que no quería ser su novia, que estaba enfocada en su licenciatura. En febrero de 2024, que le manifestó que ya no quería verlo, él la violó. No aceptó ni la ruptura, ni un no como respuesta.

La noche del ataque sexual, intentó denunciar, pero la agencia de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Ticul se encontraba cerrada. Esperó tres horas hasta que fue atendida y le pidieron regresar a la 1 de la tarde del día siguiente. Pasó casi 24 horas sin poder bañarse porque no había sido revisada por el médico legista. Su único deseo era sentirse “limpia”.

La joven ya había notado varias señales de alerta, por lo que decidió alejarse de él. Pasó del enamoramiento al acoso.

“Salí de vacaciones y me fui a pasarlas con mi familia en Cancún. Como casi no nos vemos, tenemos la regla de no usar celulares para aprovechar el tiempo en familia. Él me escribía con insistencia, me llamaba y yo no le quería decir a mi mamá y papá que salía con alguien porque apenas nos estábamos conociendo”, declaró.

La insistencia de estar comunicados todo el tiempo pasó de lo romántico a la sensación de sentirse presionada y hostigada. Sofía ya había decidido hablar con él. Se quería enfocar en sus estudios. Ser médica siempre fue su sueño y no estaba dispuesta a interrumpirlo.

Sofía y Eleazar salieron durante cuatro meses. El día que regresó de Cancún a Ticul y aceptó verlo, él le pidió que se vieran en el cuarto que ella rentaba. No le pareció una mala idea, ni le dio desconfianza porque ya antes se habían reunido en el lugar y nunca intentó pasar sus límites.

Alrededor de las 7 de la noche de febrero de 2024, después de que le dijo que no quería seguir saliendo con él, la violó.

No aceptó la decisión de Sofía y siguió actuando como si ella no hubiera dicho nada. Se quedó en el cuarto, se negaba a irse. Le reclamó por ilusionarlo; además, como le llevó un café frappé y un flan, la obligó a comérselo. En reiteradas ocasiones lo invitó a retirarse y no lo hizo.

Aunque ella fue clara y le comentó que solo un par de años estaría estudiando en Ticul, pues su proyecto era mudarse a Mérida para continuar los estudios y hacer las prácticas, él continuó con los reproches.

La empezó a abrazar y a besar. La joven sintió desesperación y, para evitar que la situación escalara a una pelea o agresiones, le dijo que tenía sueño, se dirigió a su hamaca y se acostó. Eleazar la siguió, se acostó junto a ella; posteriormente, se levantó para apagar la luz y regresó a su lado.

Empezó a decirle que quería estar con ella, que la extrañaba y empezó a tocarla. En ese momento, Sofía estaba atemorizada. Explicó que nunca había tenido relaciones sexuales porque no quería hacerlo. Le daban temor las enfermedades de transmisión sexual y, aún más importante, no se sentía preparada.

“Sentí que el miedo me paralizó, que no podía moverme, que quería y mi cuerpo no me obedecía; solamente podía hablar y lloraba. Le pedí que se detuviera, que no siguiera tocándome. Me quitó la ropa y se colocó encima de mí”, narró entre lágrimas.

Sofía se levantó de la hamaca como pudo, se colocó su ropa interior y se encerró en el baño. Notó que había sangre en los papeles que usó para limpiarse y entró en estado de shock.

No quería salir, pero su celular estaba en esa habitación. “Escuchaba el ruido de su cinturón, de cómo sonaba mientras se ponía su pantalón”, apuntó.

Enojada y asustada salió del baño y le pidió una vez más a Eleazar que se fuera. Le insistió en que ya no lo quería ver nunca más. Él se negó y, al verla llorar, le advirtió que solo se retiraría si ella le decía que lo perdonaba y que serían amigos. “Le dije que sí a todo porque lo único que quería era que se fuera, quería estar sola”, pronunció.

Le llamó a una de sus amigas y le platicó lo que ocurrió. Hasta ese punto aseguró que estaba confundida, no podía creer que la habían violado y se reprochaba a sí misma no defenderse.

“Mi amiga me dijo que me acababan de violar y yo empecé a reírme y a llorar. Le dije que cómo a mí, que siempre me defiendo, que no me dejo”, expresó con tristeza la joven.

A Sofía la fueron a auxiliar dos amigas, llamaron al 911 y reportaron la agresión sexual. Pidieron que enviaran una ambulancia, pero en su lugar, llegaron cinco unidades de la policía municipal de Ticul. La joven les suplicó a los agentes que fueran discretos. Se sentía avergonzada y no quería que nadie supiera lo que pasó.

Los policías ignoraron esta petición; por el contrario, la movilización ocasionó que las y los vecinos salieran.

Uno de los policías separó a la joven de los demás y le dijo: “¿Sabes que mentir es malo verdad?”, pero durante los tres días que le llevó denunciar, fue la pregunta más recurrente que le hicieron.

Aportó los datos del joven y le dijeron que no era suficiente. La obligaron a llamarle para que regresara y pudiera arrestarlo. La joven obedeció y los policías se llevaron a ambos en la misma unidad. Él iba atrás en la cabina y ella dentro del auto. En la comandancia de Ticul hicieron que cambiara su declaración para que pudieran justificar el arresto.

Alrededor de la 1 de la mañana llevaron a Sofía a la agencia de la fiscalía en Ticul, que está a la vuelta de la comandancia. Nadie les abrió, esperaron una hora afuera y los dejaron pasar a la sala de espera. Cerca de las 4 de la mañana a Eleazar lo pasaron para que declare y a ella le preguntaron si denunciaría de una vez; respondió que sí. Ya había estado esperando muchas horas; quería que la revisara un médico y bañarse.

En la agencia de la fiscalía de Ticul también le preguntaron: “¿Sabes que mentir es malo?”, al igual que los policías.

“Me dieron cita a la 1 de la tarde porque no podía denunciar sin abogada y psicóloga y me asignarían a unas de la Secretaría de las Mujeres, pero que abren hasta las 8 de la mañana. Pregunté si no me podía bañar y que si podía ir al baño a hacer pipi. Me respondieron que bañarme no, ir al baño sí”, recordó.

Está convencida de que muchas de sus pruebas se perdieron cada vez que iba a orinar y se limpiaba con papel higiénico.

Hasta el día siguiente recibieron su denuncia, pero no a la 1 de la tarde como acordaron, sino a las 4. La abogada y la psicóloga de la Secretaría de las Mujeres llegaron tarde, justo cuando ella había terminado.

Sofía terminó de rendir declaración, es decir, su denuncia, a las 11 de la noche. La enviaron al Hospital Agustín O’Horán en Mérida. Sus amigas no pudieron acompañarla, pero sí la mamá de una de ellas.

“Pasé la noche en la casa de la mamá de mi amiga en Mérida. Tenía que regresar al hospital para que me den las pastillas de postexposición y la pastilla del día siguiente; esta última no había, así que tuve que comprarla”, mencionó.

Le hicieron el examen médico y en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) unas pruebas de sangre. Los resultados fueron negativos a violación y la joven empezó a cuestionarse: ¿qué fue lo que vivió?

En la FGE le advirtieron que seguirían el delito por abuso sexual y no violación. A Eleazar lo dejaron libre. Pasó una semana para que pudiera decirles a su mamá y a su papá lo que le pasó.

La fiscalía se negó a seguir el delito de violación porque se determinó que no hubo ruptura de himen, ya que Sofía alegó que era virgen. Su caso estuvo estancado tres meses, sin importar que iba diario a la agencia de la fiscalía en Ticul.

Es hasta que interpuso una queja en la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán (CODHEY) que se aceleraron las diligencias. Además, exigió cambiar su carpeta de investigación a Mérida y, con una nueva abogada, ahora está buscando la reconfiguración del delito a violación.

“La abogada me dijo que pensar que no hay violación porque no hay ruptura de himen es machista», sentenció.

La joven recuerda cada detalle y está segura de lo que le ocurrió. Logró que le aceptaran unas pruebas de la violación de ese día, unos papeles con sangre que le dijeron que no pueden ser analizados porque la FGE “no tiene la máquina”, detalló.

La joven tuvo que dejar la escuela, se cambió a otra licenciatura en Mérida y también pausó su vida por los meses en los que asimilaba el proceso con apoyo psicológico. Lo que más le duele es que luego de una violación todas las autoridades la cuestionaban: “¿Sabes que mentir es malo?”, repitió.

El caso de Sofia se suma a las 2 mil 453 denuncias por el delito de violación contra mujeres, que ocurrieron en Yucatán del 2017 al 2024. Al menos, tuvo acceso a la NOM 046 para prevenir las enfermedades de transmisión sexual y embarazo.

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