La familia Brenner Duchan Heraldo de Aguascalientes

Marcela López Arellano

En 1900 un joven matrimonio bajó del tren en la Estación de Aguascalientes. Isidoro Brenner tenía 26 años y su esposa Paula Duchan tan sólo 17. Posiblemente traían consigo sus maletas y la esperanza de una vida mejor. Se quedaron en esta ciudad hasta 1916, cuando debieron huir por la Revolución mexicana. Ambos eran originarios de Goldingen, un pueblo cercano a Riga, la capital de Letonia, entonces perteneciente al imperio ruso. Los pogromos y las persecuciones a los judíos de finales del siglo XIX provocaron la emigración de miles de personas hacia Estados Unidos, considerada tierra de libertad. Isidoro y Paula se conocieron en Chicago, se casaron y posteriormenteviajaron a El Paso en Texas, en donde él trabajó como comerciante.

Setenta y cuatro años después, su hija, la escritora Anita Brenner,narró que su padre era “aventurero y le gustaba la vida al aire libre,” y cuando tuvo dificultades en El Paso, subió con su esposa al ferrocarril con dirección a México. Aunque no refirió porqué eligieron Aguascalientes, es posible que les atrajeron las oportunidades laborales: en 1895 se estableció la Gran Fundición Central Mexicana y poco después los Talleres de Ferrocarriles que emplearon hasta 2,000 trabajadores. Anita también contó que cuando sus padres llegaron:

“La ciudad era muy próspera y ligeramente cosmopolita, a la manera de los pequeños poblados del siglo XIX. Tenía aguas termales y cosas- [a Isidoro] le gustó. El clima era absolutamente maravilloso y había norteamericanos y alemanes. Vivieron una vida muy feliz y alegre, con grandes reuniones sociales y carreras de caballos.”

En las descripciones de su familia la escritora refirió que, de inicio, a su madre no le gustó Aguascalientes: “ella decía que era imposible vivir en un lugar extraño, donde la gente comía palos, porque los veía caminar por la calle comiendo cañas de azúcar”. Paula era una joven letona que hablaba yiddish, alemán, quizá un poco de inglés, y debió aprender español. Es interesante pensar que las migraciones no son iguales para los hombres que para las mujeres, ella debió seguir a su esposo a pesar de sus reticencias.

Isidoro comenzó como mesero en el balneario de Ojocaliente y Paula como cocinera en el restaurante. Al poco tiempo, él se convirtió en administrador de los Baños Grandes de Ojocaliente, en donde les permitieron vivir. El matrimonio tuvo dos hijos y tres hijas, su primogénito Henry nació en 1903 en San Antonio, Texas. Los siguientes nacieron en Aguascalientes. Tal vez a Paula la atendió el médico Luis Paparelli, que en 1899 se anunciaba como “Médico Cirujano y Partero Italiano,”o alguna de las parteras registradas: María Luz Alvarado, Genovena N. o Cristina García. ¿A quién acudiría Paula para sus partos? ¿tomaría ella la decisión?

En las actas del Registro Civil en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, aparece que Anita, la segunda, nació el 13 de agosto de 1905 en Los Baños Grandes de Ojocaliente; Dora, la tercera, nació el nueve de diciembre de 1907 en la calle de San Miguel número 18; Milton nació el siete de octubre de 1911 en La Calzada Arellano; y Leah la menor, nació el tres de marzo de 1915 en la Calzada Arellano. Isidoro y Paula inscribieron a sus hijos e hijas en el “Colegio Morelos” de la Congregación Presbiteriana, con maestras norteamericanas y clases en inglés. Cuando el colegio cerró por la revolución, los llevaron a la escuela de las hermanas Díaz de Sandi y a Henry al Instituto de Ciencias. Anita también refirió que ella tocaba el piano en su casa en La Alameda, lo que expone el interés de sus padres por la música y una cierta estabilidad económica.

En esos años Isidoro Brenner pudo hacerse de algunos bienes en la ciudad, en 1906 compró “una casa con huerta” al señor Manuel Martín del Campo en la calle de San Miguel (actualmente Galeana), y en 1913 ya era propietario del Rancho La Barranca. Su nieta Susannah Glusker narró que su abuelo fundó un equipo de béisbol, formó el Club de Leones y se integró a la sociedad de Aguascalientes. Sin embargo, la adaptación al nuevo país se truncó con los conflictos revolucionarios. En 1912, los Brenner tomaron el ferrocarril hacia la capital mexicana, pero regresaron poco después. Luego, en abril de 1914, con la invasión de Estados Unidos al puerto de Veracruz, tanto por la reacción “antiyanqui” como por recomendación del cónsul norteamericano, se fueron nuevamente a la Ciudad de México. Pasada la emergencia, la familia Brenner retornó a Aguascalientes pensando que la situación se calmaría, pero les tocó vivir la Soberana Convención Revolucionaria de octubre de 1914 con la ciudad llena de revolucionarios.

En marzo de 1915 Paula tuvo a su hija Leah, fue el año “del hambre” por las graves carencias económicas provocadas por la guerra. A principios de 1916 Isidoro Brenner decidió llevarse a su familia a Estados Unidos. Anita describió el viaje, en el tren iban: su padre, su madre con Leah en brazos, Dora, Milton, ella y su perro Otelo, llorosos y atemorizados (Henry estudiaba en la capital del país). Finalmente llegaron a El Paso, y se establecieron en San Antonio, Texas.

¿Por qué es interesante conocer la historia de una familia de inmigrantes que se asentaron por un tiempo en Aguascalientes? La historia de los Brenner Duchan nos permite reflexionar sobre las migraciones forzadas a lo largo de la historia, en su mayoría motivadas por inseguridad, pobreza o desastres naturales. La familia pudo haberse quedado en Aguascalientes y “echar raíces,”no obstante, los motivos por los cuales emigraron de Letonia dos décadas antes se repitieron en México. Cuando huyeron en 1916 no sólo abandonaron su rancho, su casa y sus pertenencias, también dejaron el hogar y las relaciones que habían construido con los años, perdiendo así su segunda esperanza de una vida estable y segura.

Vale decir que el vínculo con Aguascalientes echó su ancla en el corazón de su hija Anita, la aguascalentense, nacida mexicana y nacionalizada norteamericana en 1916. Se convirtió en escritora, antropóloga y periodista siguiendo el eje de lo que pasaba en México, al que dedicó sus libros, artículos y su revista Mexico/ This Month.

Considerando esta historia, de entre tantas que existen como resultado de migraciones forzadas, cada una con sus particulares complicaciones y contextos, invito a observar con una óptica de comprensión, compasión y apertura a los y las migrantes que pasan actualmente por nuestras ciudades. Esas personas que han tenido que dejar sus casas, abandonar la tierra de sus padres, y buscar oportunidades de vida y de trabajo en donde les abran las puertas y los corazones. De no ser por la violenta guerra que se cruzó con los Brenner en México, tal vez hoy contarían con varias generaciones de nietos y bisnietos en Aguascalientes, al lado de otras familias cuyos apellidos nos siguen hablando de exilio, migraciones y nostalgia por tierras lejanas.