Convierten festejo en jornada de lucha Diario.mx
Ciudad Juárez.- En lugar de flores, Susana Montes llevó ayer silencio, dolor y exigencia hasta la tumba de su hija, María Guadalupe Pérez Montes, quien desapareció el 31 de enero de 2009 y fue hallada sin vida en un arroyo del suroriente de Ciudad Juárez. Desde entonces, cada Día de las Madres ha sido para ella una jornada de lucha.
Ayer sábado, madres de víctimas encabezaron una caminata que inició a las 10:30 de la mañana desde las letras monumentales de “JUXREZ” hasta la Misión de Guadalupe. En ese lugar, a las 11:00 horas, el sacerdote Francisco García Salinas celebró una misa por las víctimas de feminicidio y desaparición.
La iglesia estuvo llena. Asistieron alrededor de 60 personas, entre ellas familiares, madres y amistades de las mujeres buscadoras que participaron tanto en la caminata como en la ceremonia religiosa.
Susana declaró que han pasado casi 17 años desde la desaparición de su hija, quien tenía 17 años. Aunque las autoridades le entregaron restos parciales, el caso permanecía abierto y ella continuaba buscando lo que falta: “Yo no la tuve completita. Me entregaron restos, pero seguimos en la búsqueda de lo demás de mi hija”, relató
Explicó que la muerte de María Guadalupe transformó radicalmente la estructura de su familia. El miedo se instaló. La exigencia constante de justicia generó tensiones incluso en su entorno más cercano: “Nuestra propia familia a veces nos dice que ya no andemos, que tenemos que parar por miedo. Pero ya nos quitaron un pedazo de vida. ¿Qué más nos puede pasar?”, cuestionó.
En esta fecha en la que muchas mujeres reciben abrazos y flores, enfrentó otro aniversario sin su hija, víctima de feminicidio y trata de personas. “Este día debería ser para celebrar a una madre, y es todo lo contrario. Hoy soy yo quien va al cementerio a dejarle flores a mi hija”, lamentó.
Pidió que no se olvidara a las madres que seguían buscando a sus hijas e hijos desaparecidos.
Reprochó que las autoridades no contaran con recursos suficientes para continuar con las investigaciones y solicitó que la gobernadora María Eugenia Campos Galván las escuche: “Queremos una cita para saber qué está pasando. Ellos necesitan herramientas para seguir, pero no las tienen”, expresó.
Aclaró que el impacto no se limitaba a la pérdida física. La vida cotidiana, las dinámicas familiares y la salud emocional quedaban alteradas. “Nos quitaron la paz. Es un dolor tan grande que a nadie se lo deseo. Y por eso seguimos aquí. Ellas no son un número. Son nuestras hijas”, sostuvo.
Indicó que, a pesar del cansancio, del paso del tiempo, del miedo y de las ausencias, se mantiene firme.
Señaló que la misa celebrada ayer por las madres que han perdido a sus hijas le reconfortaba. El dolor, sin embargo, no se desvanece.
“Mi hija era maravillosa. Este día, ella era quien me llevaba una serenata. Hoy, lo que me queda es la memoria, la fe y la esperanza de que algo cambie. Mientras Dios me dé fuerza, aquí voy a seguir”, afirmó.
Así, en un día que tradicionalmente celebra la maternidad, Susana convirtió su dolor en resistencia.
Su voz representó a muchas madres que, como ella, cargan sobre los hombros el peso de una ausencia que nunca termina.
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