Viajamos hasta Hollywood, cuna del star-system. Es 1926, llega la ansiada incursión del sonido a las películas y la depravación está a la orden del día, lejos aún del glamour que se vivió dos décadas después, en la edad dorada del cine: aceleradas secuencias de baile, fiestas orgiásticas y caóticas sesiones de filmación componen la atrevida nueva apuesta de un Damien Chazelle que regresa al cine musical para destrozar nuestra percepción sobre los 'felices años 20'. Contrario que en Whiplash (201