Monterrey fue mejor que Tigres y se llevó el título de la Concachampions en su estadio El Gráfico

Por Ramón Treviño EnviadoGUADALUPE.
– El Monterrey cocinó mucho mejor la carnita asada y se llevó el título de la Liga de Campeones de la Concacaf, bautizada como la famosa Concachampions, al vencer –por fin– a los Tigres en una final con marcador global de 2-1.
Nicolás Sánchez, el mismo que hizo el único gol en el estadio Universitario, volvió a cazar a los felinos de Ricardo Ferretti, quienes se acercaron con un golazo de André-Pierre Gignac, en el BBVA Bancomer.
El resultado fue un empate 1-1, pero el global quedó 2-1 y los Rayados recuperaron la dignidad perdida en diciembre del 2017.
Con Rodolfo Pizarro como figura, Marcelo Barovero como Superman, Dorlan Pabón como líder espiritual y Diego Alonso como profeta, el Monterrey se embolsó su cuarto título de la Concacaf, primero desde 2013.
Nico Sánchez, el defensa goleador hizo el 1-0 desde el manchón penalti, bien señalado por el árbitro Jair Marrufo, a los 25 minutos.
Pizarro la hizo de crack en su ingreso al área rival, con un recorte por detrás a Luis Rodríguez, limitado en colmillo, porque el volante sabía que iba a trompicarlo.
El silbante de la MLS no titubeó para dar por bueno la pena máxima, cobrada correctamente por Sánchez.
Los “tristes Tigres” fueron una barbaridad en la primera mitad.
La defensa, como coladera; la media, deshecha, y, el ataque, estéril porque faltaba el súper André-Pierre Gignac.
Y eso que Ferretti aseguró el martes que su consentido ya estaba listo para los 90 minutos de la final, pero lo guardó como muñeca de porcelana.
Al arranque del complemento, el galo ingresó al campo por Edu Vargas y Javier Aquino por Jurgen Damm, quien, pobrecito, ni con una brújula hubiera encontrado la dirección sobre el césped del Gigante de Acero.
Con dos goles de desventaja, ya era imposible remontarle al gran rival en un escenario que encontró ambiente y dejó su frialdad por un lado.
El ingreso del francés provocó un temblor en las piernas de Alonso y mandó a César Montes para cambiar a una línea de cinco defensores.
No vaya a ser el Diablo.
 Y razones no faltaban porque Marcelo Barovero le detuvo un disparo que iba pegado a la parte baja del poste, en la mejor atajada del torneo.
Fue la atajada del título, sin duda.
Al minuto 82, Gignac los bautizó con un golazo de tijera para el 1-1.
Y les metió nervios.
Pero a los Tigres les faltó tiempo y mayor agresividad del ‘Tuca’ Ferretti desde el arranque.
 El Monterrey, con su segundo título logrado en casa, ya no tiene un estadio maldito.
Exorcizó los fantasmas.
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