Casi siempre desde Centroamérica, cada año cientos de menores emprenden un viaje para intentar llegar a Estados Unidos, pero en muchos casos el trayecto termina justo antes de cruzar la frontera con ese país.
No se exponen sólo a los peligros del camino como los asaltantes, el tren de carga "La Bestia" y el riesgo de atravesar el río o el desierto, sino además a los malos tratos que les dan las autoridades cuando los detienen, asegura la investigadora Gloria Ciria Valdéz-Gardea.
Entre enero y octubre de este año, de mil 297 extranjeros que ingresaron al INM en Sonora por no acreditar su situación migratoria, 338 fueron menores de edad.
El grueso de estos últimos proviene de Guatemala (262), Honduras (51) y El Salvador (14), según cifras de la Secretaría de Gobernación (Segob).
De estos 338 menores, poco más de la mitad (170) tenían entre 12 y 17 años de edad al momento de ser presentados ante la autoridad.
El resto, 168, estaba en el rango de los 0 a los 11 años.
Valdéz-Gardea, quien empezó a estudiar el fenómeno de la niñez migrante desde 2007, comenta que, de acuerdo con los propios testimonios de los menores, toman la decisión de viajar a veces para reunirse con sus padres que ya están en Estados Unidos, o para ellos mismos apoyar la economía de sus hogares.
"Muchos ya son padres de familia en sus lugares de origen, otros tienen la responsabilidad de apoyar a su familia y buscan migrar para enviar dinero.
Pero el fuerte de muchos de ellos es la reunificación familiar", señala.
Vulnerables La investigadora de El Colegio de Sonora (Colson) expone que durante la travesía los niños y adolescentes se encuentran en completa vulnerabilidad y son objeto de robos y abusos incluso por los mismos "coyotes".
El peligro no termina nunca.
Según la especialista, los menores también dicen ser víctimas de malos tratos por parte de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos o de las autoridades mexicanas.
"Nos han reportado que la mayoría de ellos son esposados como delincuentes, les dicen ‘mariquita’, ‘nopalitos’.
Los agentes de la Patrulla Fronteriza los empujan y los meten a camionetas con la calefacción a lo más alto", dice.
Todo ello se suma al desgaste natural por el viaje de días, semanas o meses que ellos hacen desde sus países de origen, sin garantías de que recibirán refugio o apoyo en México ni en Estados Unidos.
Gloria Ciria Valdéz agrega que hace unos meses, en una visita a Honduras, los testimonios tanto de los jóvenes como de sus padres eran una muestra de la realidad que se vive actualmente.
"Las mamás decían que ellas les habían dado permiso (de migrar), que prefieren que hagan el intento a que sus hijos sean cooptados por el crimen organizado", explica.
Las caravanas migrantes de los últimos meses, añade, son ejemplo de las nuevas alternativas que los menores están tomando para migrar: Intentar moverse en grupos, para ser más visibilizados y estar menos expuestos.