Andrés Manuel López obrador, un político que escucha a la gente Imagen.com.mx

Andrés Manuel López Obrador, que alcanzó la Presidencia de la República en su tercer intento, nació el 13 de noviembre de 1953, en el seno de una familia de comerciantes, sin mucho éxito en los negocios, y que gracias a una beca del gobierno de Tabasco, su estado natal, logró licenciarse como politólogo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
  El político tabasqueño, originario de Macuspana, dice estar agradecido “con el creador y con la ciencia” al haber sobrevivido a un infarto en diciembre de 2013.
Dos años más tarde fundó el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), uno de los partidos más jóvenes de México, cuya plataforma impulsó su camino a la Presidencia de la República, que hoy asume.
Disciplinado tanto en lo personal como en lo profesional, desde hace cuatro años corre cinco kilómetros diarios, no se desvela, no bebe alcohol, escribe y lee de manera permanente, y no se permite ingerir nada frío.
Sin embargo, en público y en privado no puede resistirse ante la barbacoa, los tlacoyos, el puchero, las gorditas de chicharrón, el café que se pueda antes de las seis de la tarde y los dulces de Gota de Miel —hechura de San Luis Potosí—.
Sucumbe ante las debilidades culinarias sin oposición alguna.
Las debilidades del exjefe de Gobierno —acostumbrado a marcar su agenda— se acentúan si hay de por medio un jugo de piña a la orilla del camino, para calmar el calor y la humedad de aquellos lugares “donde nunca se para nadie, sólo usted”, como frecuentemente le reconocieron los lugareños durante la campaña, fueran o no simpatizantes de su movimiento.
Sin embargo, Andrés Manuel pone algunos límites cuando de comida se trata, pues sólo come pollo o huevo si son de rancho.
Como jefe de familia, sabe del duelo de la viudez, pues a principios de 2003 perdió a su primera esposa, Rocío Beltrán, quien murió a causa de un paro cardiaco, cuando López Obrador era jefe de Gobierno del Distrito Federal, hoy Ciudad de México.
Quedó a cargo de sus tres hijos: José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo.
Al pasar los años, los tres varones, que continuamente rechazan ser “los nuevos juniors del poder”, se han convertido en las personas de mayor confianza del político izquierdista, pues son los ojos y los oídos de su padre en Morena, el partido que fundó.
Mención aparte es la de El Jueche, Jesús Ernesto, el hijo menor de López Obrador, quien cumplió 11 años y se perfila como el más independiente de sus vástagos, y lo demuestra con cierta rebeldía, pues su deporte favorito no es el beisbol, como su padre quisiera, y tampoco le va a los Pumas, sino al América.
Ese pequeño, junto con su madre, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, son quienes de vez en cuando le orquestan “motines emocionales” al político tabasqueño por las ausencias en casa, aunque de manera pacífica y sin romper un solo vidrio.
NI MESIÁNICO NI ANTIRRELIGIOSO En la pasada campaña electoral, quien fue nombrado en 2004 el segundo mejor alcalde del mundo volvió a ser blanco de ataques políticos lanzados por sus adversarios del PRI y del PAN, quienes presagiaban que con López Obrador en la Presidencia “México sería como Venezuela” y el populismo y la demagogia harían retroceder al país entero en manos de “un mesiánico”.
El hombre, hoy de 65 años, con la experiencia de dos campañas presidenciales en su haber y alejado de “lo políticamente correcto” —como es su estilo—, refutó uno a uno los adjetivos y  las sentencias que se dijeron sobre su forma de ser.
Frente a las críticas de sus adversarios, que lo calificaron de mesiánico, antirreligioso e intolerante, ante la pregunta incómoda de los periodistas, la respuesta de López Obrador era siempre la misma: “Mientras ellos se reúnen en restaurantes, en hoteles de lujo para tomarse la foto y pactar cargos, yo voy al encuentro con la gente, a ras de tierra” para propiciar un cambio y escuchar los problemas que enfrentan.
Ésa es la razón que lo llevó a visitar en más de una ocasión los dos mil 400 municipios de México desde hace 20 años, en giras de tres, cuatro, cinco o hasta seis días, sin escoltas y durmiendo ya sea en un hotel sencillo del lugar, o bien, en alguna habitación con todos los servicios, pocas veces de cinco estrellas.
Fueron esos momentos y recorridos donde las selfies, los autógrafos, los abrazos, el tener un tú a tú con el político, escuchar a los ancianos, dirigirse a los que ni estudian ni trabajan, comer entre ellos, cargar a los bebés entre sus brazos, solidarizarse con las luchas magisteriales e identificar a los líderes regionales, los que llevaron a López Obrador a construir y mantener una estructura sólida de promoción de su movimiento y de defensa del voto en las zonas más marginadas del país.
Todo lo anterior, por supuesto, con la ayuda y participación de la estructura partidaria de Morena en las entidades, donde el partido se encargó de formar a los futuros líderes y dirigentes de su legado partidario como “representantes del cambio verdadero”.
Así es la personalidad de López Obrador, líder indiscutible, quien para demostrar que también es un político moderno, fue capaz de abandonar la guayabera y los zapatos cómodos que regularmente lo acompañaban en las giras, para vestirse de etiqueta y compartir una reunión con empresarios, petroleros y banqueros en algún centro de negocios de Nueva York, Washington o Chicago.
Pudo viajar, incluso, a Europa, a invitación de su amigo Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista en Londres, Inglaterra, para conocer el Parlamento inglés.
Asimismo, aceptó las invitaciones para visitar a los presidentes de Chile, Ecuador y El Salvador, como lo hizo en septiembre pasado.
Soporte humano En los más de 40 años de trayectoria política, Andrés Manuel López Obrador ha tejido una amplia red de amigos, políticos, empresarios, académicos, artistas, escritores y personajes que respaldan sus propuestas.
Sean militantes de Morena o no, son las personas en quienes más confía, por su capacidad, trayectoria y resultados.
El empresario Alfonso Romo Garza junto con Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Gobernación en tiempos de Zedillo, quienes previamente trabajaron —por separado— para proyectos panistas y priistas, llevaron a López Obrador a sectores donde antes no había accedido, principalmente a gremios empresariales que “guardaban dudas” sobre el proyecto lopezobradorista, y que hoy lo respaldan.
César Yáñez, secretario de Comunicación de Morena, desde hace más de 15 años es, sin duda, una de las personas que más conoce al tabasqueño por el alto nivel de convivencia que ha mantenido con él.
Sea de noche o de día, Yáñez Centeno siempre está cerca del exdirigente nacional de Morena.
Él fue de los únicos que viajó con el aspirante presidencial a su gira por Chile, Ecuador y El Salvador, junto con el empresario regio Alfonso Romo.
Horacio Duarte, exrepresentante de Morena ante el Instituto Nacional Electoral (INE), es otra pieza clave en el grupo de colaboradores más cercanos del exjefe de Gobierno de la Ciudad de México, pues fue uno de los canales que abrió el partido Morena para explorar las posibilidades de alianza con otros partidos políticos en 2018.
Yeidckol Polevnsky, actual dirigente nacional de Morena, también se cuenta en la lista de destacados colaboradores de López Obrador; se encargó, entre otras responsabilidades, de organizar los recorridos que realizó cada semana durante la campaña presidencial.
La mujer es ampliamente reconocida en círculos políticos y empresariales por su capacidad para operar y negociar.
Las escritoras Elena Poniatowska y Laura Esquivel, así como Bertha Luján y el diplomático Héctor Vasconcelos completan el grupo de colaboradores y amigos en los que López Obrador depositó su confianza para que le allanaran el camino hacia la Presidencia de la República.
POLÉMICAS Sobre todo en campaña, pero sin abandonar el diálogo, López Obrador ha tenido varios enfrentamientos públicos.
 En 2006, al descalificar la campaña que el entonces presidente Vicente Fox hacía en su contra, lanzó su famoso “Cállate, chachalaca”.
Ha tenido, incluso, esgrimas verbales con personajes internacionales, como el intercambio que tuvo con el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien en febrero pasado dijo que López Obrador representaba una "democracia populista y demagógica", y que podría empujar a México  a una catástrofe, a lo que el mexicano respondió que el peruano era “muy buen escritor, pero un mal político”.
 En lo local, por ejemplo, se ha enfrentado al gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, quien lo llamó “loco y vividor”, pues el tabasqueño lo había comparado con Javier Duarte, su antecesor, hoy en la cárcel.
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