Enfoque El Siglo de Torreón

Cada año, el 20 de este mes, en pueblos y ciudades del País, se realizan actos cívicos y desfile deportivo, en el que participan conjuntos escolares de todos los niveles, clubes deportivos, instituciones culturales.
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y sociales, tanto públicas como privadas.
Es una fecha festiva.
Los mexicanos venimos aceptando, como una verdad incontrovertible, desde nuestros años escolares de primaria, que el 20 de noviembre de 1910, don Francisco I.
Madero se levantó en armas en contra del añoso dictador Porfirio Díaz, quien detentaba la presidencia de la República desde hacía más de treinta años, teniendo al pueblo sometido, sin libertad y en la miseria, iniciando un movimiento revolucionario, de tal magnitud que ni él mismo esperaba y que lo dejó asombrado.
¿Es esto cierto? Leamos lo que escribió Roberto Blanco Moheno, en su libro "Crónica de la Revolución Mexicana.
De la Decena Trágica a los Campos de Celaya" (Libro Mex * Editores, 1961): "Todo el mundo oficial está acorde en dar como fecha inicial del gran movimiento libertador de este siglo la del veinte de noviembre de 1910.
En esa fecha, en la ciudad de Puebla, las fuerzas federales junto con las de la policía estatal, de negra fama éstas por el sistema de gobierno del eterno cacique porfirista Mucio P.
Martínez, asaltaron la casa de la familia Serdán.
Aquiles y su hermana Carmen, mujer admirable a la que no se ha hecho la debida justicia, fueron sacrificados, pues eran las cabezas visibles de la conspiración maderista en la bella ciudad de las iglesias".
"Yo no estoy de acuerdo.
Y aquí empiezan mis discrepancias, raíces de este trabajo.
Respetando el sacrificio de Aquiles Serdán y admirando hasta lo hondo la grandeza de alma de su hermana Carmen, es preciso salir al paso del mito para colocar a las gentes de la Revolución en su lugar, lo que nos permitirá entender la propia Revolución.
Los Serdán fueron sacrificados y han pasado, por la justicia de la sangre, a la historia.
Pero.
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¿cuál era su ideario? Pequeños burgueses, maderistas fervientes, eran en el fondo de la misma pasta que formó al llamado apóstol.
Madero, engrandecido por su doloroso propio sacrificio - lo mismo que Pino Suárez- representa únicamente la facción del porfirismo que se alzó ante el dictador no para defender los derechos del pueblo, sino para cambiar a las personas secundarias en la sucesión electoral.
Es necesario recordar esto si queremos comprender todo lo que sucedió después".
"Miembro de un clan científico en el que la palabra de Limantour era la última palabra; desquiciado por creencias espiritistas que lo llevaron al absurdo y al ridículo; hombre rico, enfermo de liberalismo mal entendido; inculto al grado de ignorar la historia de su país, y de desconocer la situación del mundo; bueno de alma, corto de entendederas, generoso de corazón por todo ello, pero sujeto a mil pequeños rencores y prejuicios, Francisco I.
Madero no puede ser, en modo alguno, el caudillo de un movimiento de tal manera justo y formidable que sacó del anonimato a hombres como Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón, los tres más grandes y auténticos representantes de la nación en la lucha".
"La llamada Revolución Maderista, que no fue en realidad sino una conspiración palaciega en la que el pueblo nada tuvo que ver, en la que no aparece como ideario una sola reivindicación necesaria, popular, echó a Díaz del poder porque el Grupo Científico, al que pertenecía en cuerpo y alma el clan Madero, odiaba en realidad al dictador y quería deshacerse de él, ya que con el peso de los años el antiguo famoso Soldado de la República, estorbaba y desesperaba a Limantour, profundo conocedor de la situación internacional -y tal vez por ello, y por su origen ignorante de la verdad interna nacional-, quien habiéndose convencido de que los Estados Unidos habían retirado su protección al eterno mandatario, decidió "dejar hacer" a Madero, pensando ser el pescador en el río revuelto".
Conviene leer este libro porque permite acabar con los muchos mitos que hay sobre nuestra Revolución de 1910 y los personajes que en ella intervinieron, desde su origen hasta su conclusión, así como conocer y esclarecer los acontecimientos importantes que se registraron en esta revolución, la primera del Siglo XX; ideas con las que no necesariamente tenemos que estar de acuerdo, pero los datos que aporta Blanco Moheno, permiten hacer una reflexión sobre los acontecimientos revolucionarios.
(Conservo este libro por un gesto de cortesía de Don Jesús María Pámanes Guerrero, Presidente Municipal de Gómez Palacio (1959-1962), que a punto de terminar su gestión, me lo obsequió, con la siguiente dedicatoria: "Raúl Muñoz: Conocer la Revolución Mexicana es saber el porvenir grandioso de la Patria.
Te deseo éxitos.
Julio 7/62").
Roberto Blanco Moheno, nace en Cosautlán, Veracruz, el 16 de diciembre de 1920 y fallece en la Ciudad de México el 12 de enero de 2001.
Novelista, historiador y periodista.
Se inició en el periodismo en 1940.
Colaborador de las revistas Hoy, Mañana, Impacto, Siempre!, y de los periódicos, Excélsior y Universal.
Fundó el periódico "El Machete" que circuló en las escuelas normales en los años sesenta.
Los temas de su obra son de carácter social y político.
Autor entre otros de los siguientes libros: "Juárez ante Dios y ante los hombres", "Este México nuestro", "Historia de dos Curas Revolucionarios"; "Viva Pancho Villa que es su padre"; "Cuando Cárdenas nos dio la Tierra", éste último llevado al cine con el título "Y Dios la llamó Tierra", (1961) protagonizada por Ignacio López Tarso, Katy Jurado, Manuel Capetillo, Tito Junco, José Luis Jiménez, David Silva y Miguel Córcega.
Su libro Jicaltepec, fue presentado como obra teatral en el Palacio de Bellas Artes, en 1973.
El libro que estamos comentando en este Enfoque, fue publicado por vez primera en 1957 por Libro Mex * Editores, consta de 422 páginas y está dividido en seis capítulos: I.
- Madero; 2.
- La Decena Trágica; 3.
- Carranza; 4.
- El Desastre; 5.
- La Convención; 6.
- Celaya.
Sobre Carranza, Blanco Moheno, dice lo siguiente: "Cuando, al iniciarse La Decena Trágica, Carranza recibió el primer angustioso mensaje de Madero, no tuvo ni alegría ni tristeza.
Hacía mucho tiempo que esperaba tal situación, pues conociendo al Presidente como lo conocía, estaba preparado para la emergencia.
Se apresuró a hacer patente su adhesión al gobierno, que en nada le comprometía, y por primeras providencias envió a la capital, al jefe de Estadísticas de su gobierno, Francisco J.
Múgica, a fin de que en el teatro mismo de los acontecimientos estudiara la situación para informarle en detalle.
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Pero una noche -y aquí comienza una nueva jornada cargada de destino nacional- un grupo de hombres, entre los que se encontraban Ernesto M.
Fierro, Alfredo Breceda, Jacinto B.
Treviño, Antonio Delgadillo, Luis G.
Garfias y otros, rodearon a Venustiano Carranza en su despacho oficial de gobernador.
El hombre de las luengas barbas -que se las dejaba para ocultar fealdades del rostro-; de los oscuros anteojos -que no tenían aumento alguno y sólo eran un truco para ocultar sus reacciones- leyó a sus amigos y colaboradores el mensaje que acababa de recibir: "Autorizado por el Senado he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete.
- V.
Huerta".
Cae un silencio sobre este grupo de hombres, semillero de la Revolución; y luego Carranza se dirige especialmente a aquellos del grupo que eran diputados locales: "Señores: la Constitución de la República, que debe ser guía de todos los mexicanos, no autoriza ni al Senado ni a la Cámara de Diputados a nombrar otro presidente que no sea electo por el pueblo.
Es deber del gobierno de Coahuila, si ha de seguir en la legalidad, desconocer esta serie de hechos.
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".
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La actitud inmediatamente posterior de Carranza ha desatado tantas polémicas que me ha parecido imprescindible aclarar perfectamente: la firme decisión del hombre para oponerse a Huerta desde un principio.
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De aquí en adelanta Carranza iniciará con Huerta una política de estira y afloja, un compás de espera para ganar tiempo; y de esta política, habilísima, se van a coger sus enemigos para acusarlo de haber querido entenderse con el usurpador.
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Esa acusación es injusta.
Carranza, desde un principio, decidió luchar contra la usurpación.
No, por supuesto, para vengar la sangre de Madero, que poco le importaba; si, desde luego, para colarse en la historia y ocupar el sitio que anhelaba tenazmente desde hacía largo tiempo.
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"El texto del comunicado que mandó a la Legislatura de Coahuila, dice en su parte medular lo siguiente, con fecha 19 de febrero de 1913, que basta para confirmar lo que antes dije: ".
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Como el Senado, conforme a la Constitución, no tiene facultades para designar al Primer Magistrado de la Nación, no pudo legalmente autorizar al general Victoriano Huerta, para asumir el Poder Ejecutivo y, en consecuencia, el expresado general no tiene legítima investidura de Presidente de la República.
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"Hizo más Carranza, quien de acuerdo con su carácter, desarrollaba una tremenda actividad bajo la apariencia de absoluta calma.
Lanzó una circular al país entero, que dice en su parte más interesante: ".
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Por esto, el gobierno de mi cargo, en debido acatamiento a los soberanos mandatos de nuestra Constitución Política Mexicana y de obediencia a nuestras instituciones, fiel a sus deberes, y animado del más puro patriotismo, se ve en la necesidad de desconocer y rechazar aquel incalificable atentado.
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invitando a todos los gobiernos de los Estados y a los jefes militares de todos los Estados de la República, a ponerse al frente del sentimiento nacional.
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y desplegar la bandera de la legalidad.
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".
Son fragmentos de la Crónica de Blanco Moheno.
Interesante.
Por lo que merece ser leído.
r_munozdeleon@yahoo.
com.
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