Crónica Gomezpalatina El Siglo de Torreón

Recientemente se presentó el libro que lleva el título de esta crónica, en la Universidad Lasalle campus Gómez Palacio.
Son las apasionantes memorias de Sebastián Arroyo Cruz, protagonista relevante de esos álgidos momentos de nuestra historia, en un atrayente relato que nos ofrece su nieto el doctor Jesús Sifuentes Guerrero, motivado por las intensas emociones que vivió su abuelo en los hechos que mencionaremos más adelante y desde luego por el respeto y cariño a su familiar, al que le toco vivir y sufrir en carne propia la crueldad de esos dramáticos acontecimientos, que a pesar de ser tratados por connotados historiadores mexicanos y extranjeros, son relativamente desconocidos por la comunidad lagunera, que afortunadamente los vivió en un grado sumamente menor y territorialmente alejados de su entorno geográfico cercano.
El doctor Sifuentes cronista adjunto de Ciudad Lerdo, Dgo.
, es miembro fundador de la Asociación de Cronistas Narradores e Investigadores de Historia de la Región Lagunera de Coahuila y Durango, compañero de este modesto servidor, quien lo felicita por su esforzado trabajo editorial, mismo que nos permite conocer la dureza y peligros constantes a los que sobrevivió don Sebastián Arroyo Cruz, dando incesantes muestras de valor y determinación y sobre todo apegado a los elevados valores cristianos que caracterizan a las gentes de su región de origen, que como el mismo fueron bastión de lucha incesante en defensa de sus creencias.
El libro fue prologado por el reconocido escritor francés Jean Meyer, una autoridad indiscutible en el tema de La Cristiada que elaboró como su tesis de doctorado, lo que viene a darle al libro que aquí comentamos un valor adicional y significativo.
El doctor Jesús Sifuentes rescató el manuscrito del abuelo, el cual constaba de 753 páginas, consignadas en nueve cuadernos, con una dedicación digna de una meritoria causa realizó la transcripción, aclarando y enriqueciendo las Memorias con un número considerable de notas y comentarios, mapas, fotografías y bibliografía, en un trabajo sumamente considerable y laborioso.
Inicia su historia el año de 1890 en San Juan Capistrano, Zacatecas.
, su lugar de origen y continúa en la incesante marcha de su existencia, porque su primer oficio fue de arriero y comerciante, luego cristero y varillero, haciéndose llamar Antonio Guerrero, para lograr sobrevivir a la despiadada persecución desatada contra los jefes cristeros por el gobierno federal, después de esos 3 años de ingrata memoria en la etapa crucial de la Cristiada.
El libro en mención contiene una colección muy amplia de dichos y refranes de ese tiempo que usaba el abuelo Sebastián.
Empieza la historia de la vida del protagonista y registra que contrae matrimonio a los 22 años con una joven de 16 años en San Juan Capistrano, y precisamente ese año de 1912 la violencia llega al pueblo de Huejuquilla con la Revolución Mexicana y después de la derrota de Villa en Celaya en los terribles años de 1916-1919, se desata el bandidaje y las gavillas hacen su agosto en todo el país.
El mientras desarrollaba su duro y esforzado trabajo como sembrador y criador de ganado, además de ocuparse en todas las ramas de la actividades rústicas, agrícolas, ganaderas, comerciales y la explotación del guayule y la candelilla, trabajando de sol a sol y sufriendo en consecuencia la sequía, el granizo, la helada, la lluvia torrencial, esperando siempre el buen tiempo para la siembra y la cosecha.
Sus Memorias nos permiten conocer un mundo de información sobre una existencia cotidiana ya desaparecida, que entonces era común, pero que ahora con el paso del tiempo desconocemos y por esa razón menos podemos apreciar, los sacrificios y peligros que afrontaban para vivir las familias a fin de poder subsistir en tiempos tan difíciles y cruentos, tenían que enfrentarse con a sus adversarios habitantes de pueblos y rancherías con las armas en la mano, quienes aprovechaban las circunstancias para formar gavillas y atacar a los propios vecinos con los que tenían diferencias, creando agravios permanentes y obligándolos en múltiples ocasiones a tener que ocultarse junto con sus gentes para salvar la vida, desplazándose por terrenos montañosos y abruptos en momentos verdaderamente terribles, que se complicaron aún más con la aparición de los revolucionarios y los agraristas, que con frecuencia atacaban a las comunidades y les requisaban sus recursos obligándolos a defenderse, porque sus pocos animales eran la base de la supervivencia diaria y al ser despojados de la vaquita con la que daban leche a sus hijos, y la cabra que les aportaba su carne y sus crías, les estaban causaban serias complicaciones en la alimentación diaria, teniendo que ocultar y enterrar en cuevas y hondonadas el maíz y frijol, que eran la base de la subsistencia de personas y animales, pues cuando llegaban gentes armadas había que comer a escondidas para que no les robaran lo poco que tenían, ya que por ningún lado se encontraban alimentos, a veces aun teniendo el dinero para adquirirlos.
Sebastián se instaló en su rancho Mesa de Piedras tratando de tener una existencia más tranquila y una fuente de ingresos con la engorda y venta de ganado, adquiriendo a la vez una casa en el pueblo de Huejuquilla, Jalisco en la zona serrana de ese estado en colindancia con el de Zacatecas y Nayarit, lugar donde sucedieron los hechos que se comentan de la vida nacional de sobrevivencia a principios del siglo XX y los acontecimientos de las luchas sociales del pueblo, como las de la revolución y el conflicto cristero de las cuales él fue protagonista importante y sus escritos son un reflejo de la vida social, cultural y religiosa de los campiranos.
Consignando entre sus apuntes, por ejemplo, la muerte del Sr.
Cura Bátiz, y de otros muchachos en Chalchihuites, Zacatecas.
, que dio margen al primer levantamiento de los cristeros del lugar, señalando que en compañía de Quintanar un personaje muy respetado y valeroso y otros más, se levantaron en armas contra la federación combatiendo contra ellos a pleno campo raso, esas tropas fueron derrotadas y escaparon, pero antes mataron al Sr.
Cura Bátiz y a los muchachos que llevaban prisioneros.
Las autoridades de Huejuquilla eran enemigos de la iglesia y estaban dispuestos a rechazar a los levantados.
Varios de los compañeros de Sebastián Arroyo comentaban que las cosas andaban muy mal, que creían que la persecución religiosa ya había empezado y fue entonces cuando surgieron los llamados CRISTEROS, como los reconoce la historia.
Esas gentes empezaron a reclutar a amigos y familiares para formar un contingente más numeroso y poder enfrentar a los enemigos, jugándose la vida a cada paso.
Los cultos se cerraron por decisión del clero, hubo mucho duelo, la gente oraba porque no se podía oír misa y muchas personas llevaban a los padres para que celebraran misa en sus casas, en sus ranchos y don Sebastián llevó al cura Correa a que celebrara misa bajo la sombra de un árbol, lo que antes no se había visto.
Exactamente al mes llegó el general Eulogio Ortiz con 500 hombres agraristas de esa región, algunos vecinos salieron huyendo, pero alcanzados por las fuerzas de Ortiz eran asesinados a pesar de ser únicamente católicos pacíficos, víctimas de la ley del presidente Plutarco Elías Calles.
El último día de cultos fue el 31 de julio de 1926, hubo misas solemnes y las campanas repicaron a duelo con lúgubres acentos, los grupos religiosos y las asociaciones católicas hicieron acto de presencia llevando sendos estandartes, a las 12 de la noche se expuso al Santísimo Sacramento y todo el pueblo lloraba a los pies de Jesús.
El pueblo mexicano con su devoción secular defendía sus sentimientos y daba comienzo el conflicto Cristero.
Dos días antes de la dicha suspensión, fue fusilado en Puebla José García por orden del general Juan Guadalupe Amaya por tener en el aparador de su negocio un anuncio que decía "Viva Cristo Rey" al que consideraban como sedicioso, mismo que después sería el grito de guerra de los cristeros, Desde luego continuaron los levantamientos, para el pueblo los hechos estaban claros, al general Calles no lo convencieron esos argumentos y la revolución cristera estalló en el mes de enero de 1927, las oraciones, las peregrinaciones y la penitencia de meses no había funcionado.
Numerosos grupos de valientes católicos se levantaron en armas contra el gobierno callista al grito de "Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe", entonces llegó el horror de la guerra con toda su cauda de penalidades y sufrimientos, contienda que no tardaría en presentarse en Durango.
El general Dámaso Hernández al frente de 1,500 hombres bien armados y muy abastecidos de parque para hacerle frente a la federación.
Aquí hacemos una pausa en los interesantes relatos de don Sebastián Arroyo Cruz, de su intervención circunstancial en los difíciles momentos que le tocó vivir, los cuales fueron registrados en el libro de sus memorias editado por su nieto y compañero cronista lagunero doctor Jesús Sifuentes Guerrero, que nos dan a conocer de manera directa y desde el punto de vista personal del citado protagonista, muchos detalles de esa impactante historia de nuestra patria, la cual continuaremos abordando en próxima entrega de esta crónica gomezpalatina, tomando en consideración que muchos de nosotros no conocemos lo suficiente sobre el tema en cuestión.
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