Desencanto es el título de la serie de Netflix con la que Matt Groening volvió a la televisión.
En un intento torpe de deconstruir el género fantástico, el creador de Los Simpson nos presenta a Bean, una princesa alcohólica que busca desafiar las reglas; a Elfo, un elfo que hace la suerte de un enamorado / ángel de la guarda, y a Lucy, un diablo genial que malaconseja a Bean.
En los primeros episodios, Desencanto parece una serie aburrida con referencias no solo ya conocidas sino sobreexplotadas.
Es por eso que corre el riesgo de perder espectadores entre el primer capítulo y el tercero.
El problema con Desencanto es que, pese a sus intentos de emular la calidad de Los Simpson y Futurama, todo parece indicar que Groening llegó tarde a la conversación que plantea.
Es perceptible un humor y argumento obsoletos.
La historia de Bean es una historia que ya hemos visto antes muchas veces: la deconstrucción del cuento de hadas llegó a audiencias masivas con Shrek hace más de 15 años (o incluso antes).
Lejos de apuntar hacia nuevos horizontes o presentarnos un humor mordaz, en Disenchantment Groening cuenta chistes tan vistos que ya no dan risa.
Otro desacierto de Disenchantment es que se sitúa en un contexto muy competido y donde además de cantidad hay calidad, de tal manera que se ve rebasada por otras series animadas que le hacen sombra: su propia abuela Los Simpson y Rick and Morty son solo algunos ejemplos.
Sin embargo, siempre hay algo en los lapices de Matt Groening que hace que sus productos sean tremendamente disfrutables: Desencanto tiene momentos destelleantes de lucidez y personajes entrañables por los que vale la pena darle una oportunidad.
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