Crónica Gomezpalatina El Siglo de Torreón

A consecuencia de la humillante derrota que les infligió el ejército nacional a los invasores franceses en Puebla, el 5 de mayo de 1862, Napoleón III Emperador de Francia, envió posteriormente fuertes contingentes de tropas que sumaban 28,493 elementos, los que sumados a los siete mil que les proporcionaron los traidores Juan Nepomuceno Almonte y Leonardo Márquez, hacían un total superior a los 36 mil soldados, con los que iniciaron sitio contra Puebla donde se encontraba el Ejército de Oriente, comandado por el general Jesús González Ortega, a cargo del mando después de la lamentable muerte por tifo, del ilustre general Ignacio Zaragoza.
El sitio se extendió desde el 16 de marzo al 17 de mayo de 1863, el enfrentamiento contra las fuerzas invasoras dirigidas por el general Frederick Forey y el Ejército de Oriente, tuvo como resultado, tras 62 días de cruentas batallas, que las tropas mexicanas se vieran obligadas a dejar la ciudad de Puebla, la cual fue destruida por los franceses, quienes prepararon su avance sobre la Ciudad de México, con el fin de tomar la capital del país y detener al Presidente Juárez, buscando consolidar rápidamente su dominio.
Ante el inminente ataque, el Congreso de la Unión, en reunión celebrada el 27 de mayo de 1863, establece un decreto que dispone: "Artículo 1.
- Se prorroga la suspensión de garantías individuales, ordenada por la ley del 27 de octubre de 1862 y la concesión de facultades que por ella se otorgó al Ejecutivo, hasta 30 días después de la próxima reunión del Congreso en sesiones ordinarias o antes, si termina la guerra contra Francia, continuando también en vigor las condiciones y restricciones impuestas al Ejecutivo por la ley antes citada".
Para evitar sacrificios innecesarios, y ya con la responsabilidad de ser depositario de los Supremos Poderes de la Nación, el 29 de mayo de 1863, el presidente Benito Juárez, emite otro decreto donde establece: "Artículo único.
- Los poderes de la federación se trasladarán por ahora a la ciudad de San Luis Potosí".
La decisión de trasladarse a ese estado, se debía a que el gobernador Francisco Alcalde previendo la ocupación de la capital y el peligro que esto entrañaba para el primer magistrado, para quien no habría contemplaciones ni perdón por parte de los invasores, le hizo llegar una misiva el día 24 de ese mes, en la cual le manifestaba: "Es indudable que la capital mexicana será atacada por los invasores; le resolución de usted para defenderla es digna de usted y de la República pero, no es justo conveniente ni político que usted se quede en esa ciudad, pues si desgraciadamente llegara a perderse, la falta de usted sería irreparable y, por consecuencia inevitable, traería la disolución de los estados confederados, se perdería el centro y concluiríamos así con la nacionalidad".
El 31 de mayo de 1863, después de asistir a la clausura de sesiones del Congreso General, y despedirse de sus integrantes, el presidente Juárez sale de la ciudad de México, por la noche, en compañía de su familia, de varios miembros de su gabinete como Sebastián Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto y Manuel Ruiz; magistrado de la Suprema Corte, entre otros, custodiando los archivos y el poder de la nación, con destino hacia el norte del país, en una travesía llena de sufrimientos y heroísmos, que duraría más de cuatro años.
El Presidente Juárez llega el 9 de junio de 1863 a San Luis Potosí, y al día siguiente, expide un manifiesto a la nación, pidiéndole al pueblo unidad y patriotismo para combatir al ejército invasor.
Ese mismo día, el ejército francés ingresa a la Ciudad de México y es recibido con vítores y flores por aquellos miembros de las clases poderosas y por la iglesia, en un gesto lacayuno y vergonzante.
La iglesia realizó en todos los sitios posibles, ceremonias religiosas para festinar la llegada de los invasores, y Te Deums especiales para los altos mandos franceses, a los que acudieron todas las autoridades eclesiásticas.
Ya era tiempo de dejar de fingir, por fin llegaba el anhelado momento que tanto habían buscado.
Sin embargo, esta proclividad desvergonzada hacia los invasores, provocó un efecto contrario en el pueblo de México, al quedar en evidencia la verdadera naturaleza que profesaban los integrantes del clero, sin siquiera dolerse del sufrimiento que nuestro pueblo había tenido que padecer durante años.
La alegría de la iglesia y los conservadores, se convertiría pronto en desencanto, al enterarse que por instrucciones precisas de Napoleón III, al general Forey, se le ordenaba imponer una línea de gobierno liberal, y lograr un control absoluto del país, por encima de cualquier poder de facto "…ser un amo en todas partes, pero sin parecerlo".
Otro golpe demoledor para la iglesia y las clases poderosas, fue que Forey afirmó que no sería derogada la Ley de Nacionalización de Bienes de la Iglesia, decretada por Benito Juárez, y que además se reforzaba el decreto liberal que garantizaba la libertad de cultos.
Durante los seis meses que el Presidente Juárez mantuvo su gobierno en San Luis, además de mantener la férrea defensa contra los ataques enemigos, realizó una impresionante coordinación de todos los gobiernos en las diferentes entidades liberales de la república y con las fuerzas militares desplegadas en todo el país.
La presencia de los franceses en la capital y en diversos puntos del territorio nunca estuvo exenta del hostigamiento de las tropas nacionales, que habían optado por utilizar la estrategia de guerrillas, para evitar la desgastante guerra de posiciones ante un ejército más preparado.
Las acciones encabezadas por los patriotas, no les daban reposo y se realizaban desde diferentes flancos.
Para finales de 1863, las tropas de la invasión llegaban a 48 mil hombres y en corto tiempo se apoderaron de la ruta de Veracruz a la capital del país, igualmente de Toluca, Pachuca, Querétaro, Morelia, San Luis Potosí y Tampico, avanzaron peligrosamente sobre Jalisco, Aguascalientes y Zacatecas.
Desde León, el gobernador Manuel Doblado, informa el 12 de diciembre al presidente Juárez, que las fuerzas del traidor Tomás Mejía salían de Guanajuato para unirse a los franceses que ya ocupaban Silao, Celaya e Irapuato y se dirigían a capturarlo, lo que obligó a don Benito a trasladarse el 22 de diciembre a Matehuala, para luego continuar a Saltillo a donde llega el 9 de enero de 1864, en ese proceso, los gobernadores de Guanajuato y Aguascalientes solicitaron la renuncia del presidente y el gobernador de Nuevo León Santiago Vidaurri, daba señales abiertas de traición al movimiento, en una pugna interna que estaría presente durante toda la intervención francesa, y que lejos de mermar la estatura moral y política de Juárez, lo hizo consolidar su presencia como el estadista más grande de la historia nacional, por su liderazgo, serenidad, prudencia y valor en tiempos tan dolorosos para el país, tuvo incontables muestras de reconocimiento a su patriotismo, por encarnar los más puros sentimientos de entrega a la defensa de la soberanía.
A pesar de la prudencia de Juárez, tuvo que enfrentar en Monterrey infinidad de problemas, incluyendo un intento de asesinato por parte del hijo de Vidaurri, quien incito, con el apoyo de su padre, a una chusma para que lo atacaran junto con su comitiva, lo que fue celebrado por Vidaurri y ante su sistemática defección Benito Juárez lo declaró traidor a la Patria, emitiendo en febrero de 1864 un decreto para separar a Nuevo León de Coahuila, restaurándole a la entidad coahuilense su carácter de Estado Libre y Soberano que le había arrebatado arbitrariamente Vidaurri diez años antes, quien huiría a Texas para regresar reconociendo al emperador Maximiliano, por lo que su felonía no sería perdonada, siendo fusilado por la espalda, hincado y vendado de los ojos por su traición a la Patria.
En esta crítica situación, Juárez decide realizar la travesía por el desierto, alentado por el apoyo que le ofrece el general José María Patoni gobernador de Durango y con las fuerzas simpatizantes del gobierno legítimo asentadas en La Laguna, en donde el general Jesús González Herrera de Viesca tenía control de la gente del pueblo y mantenía un enfrentamiento con el latifundista Leonardo Zuloaga Olivares, quien intentaba despojar a los habitantes de Matamoros, Coahuila, de tierras que afirmaba que le pertenecían, encontrándose con la oposición de Herrera que era el paladín de los campiranos, quien además contaba con el respaldo firme y decidido del primer mandatario don Benito Juárez y en consecuencia del general Patoni, además de la ayuda que le brindaba don Juan Ignacio Jiménez propietario de la hacienda de Santa Rosa de Lima, hoy Gómez Palacio, ferviente y declarado republicano.
El presidente Juárez, enterado de la calidad moral y determinación del general González Herrera, le solicita reunir un grupo de patriotas quienes juraron proteger aún a costa de sus vidas, los Archivos de la Nación, los cuales fueron escondidos en la Cueva del Tabaco, misión que realizaron con absoluta fidelidad, entrega y sacrificio, en una gloriosa epopeya que quedaría grabada como una de las páginas más sagradas de la historia de esa tierra, sus acciones le costaron la vida a varios de ellos, a mano de los franceses y de los infames mexicanos traidores.
El general González Herrera, con bastante frecuencia acudía a Santa Rosa y siempre protegió a la republica itinerante, mayormente durante la estancia del presidente en la región.
En 1877, siempre defendiendo la causa de los humildes, fue muerto el general González en el rancho de La Concepción al tratar de cruzar el río Nazas con su gente, tratando de escapar de sus enemigos, buscando la protección que siempre tuvo en la hacienda de Santa Rosa, pero en esta ocasión no pudo hacerlo debido a la desventaja del terreno y a la superioridad numérica de los contrarios enviados desde Parras por don Evaristo Madero, alarmado por el pronunciamiento político de Herrera, con gente comandada por el ex coronel Doroteo Rosales y Toribio Regalado, que al derrotarlos en la ribera del río, que antes era el paso de Coahuila a Durango, del rancho de la "Chona" a San Sebastián, Dgo.
, a la altura de la actual Ibero y el T.
S.
M.
, los Herreristas fueron masacrados vilmente, ya que rendidos y de rodillas algunos de ellos imploraban consideración sin obtenerla, en un cuadro desgarrador y terrible, ya que la única respuesta era "balazo o sablazo", y al final acribillaron de esa forma, el cadáver del general Jesús González Herrera.
Gente leal rescató su cuerpo para conducirlo a Viesca, a fin de darle sepultura en su tierra, pero las malas condiciones del cuerpo no les permitieron hacerlo, inhumándolo en el poblado Mayrán, Coah.
, donde permanece al abrigo noble y generoso de los habitantes de ese lugar, que, en forma muy respetuosa y solemne, conmemoran cada año el aniversario de su muerte, con una sentida ceremonia cívica y visita a su tumba en el panteón de la comunidad, dando también un ejemplo de patriotismo y agradecimiento al líder de los campiranos coahuilenses, homenaje al que se nos hemos agregado desde hace algunos años los cronistas laguneros, acompañando a los habitantes de Mayrán, al magisterio y alumnado de ese lugar, al comisariado ejidal y demás autoridades.
Solamente nos faltará ahora, un valioso elemento nuestro que estuvo siempre presente, nuestro hermano y compañero cronista de Matamoros, Coah.
, recientemente desaparecido, el inolvidable maestro profesor Matías Rodríguez Chihuahua muy estimado por la comunidad de Mayrán.
Pueblo lagunero que sin duda debe ser reconocida por la nación entera por su patriotismo y solidaridad.
ramlom28@hotmail.
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