Un nuevo rostro para Liborio El Siglo de Torreón

Liborio fue una caricatura concebida a principios del siglo XX por el ilustrador Ricardo de la Torriente, representaba al pueblo cubano en las páginas de La Política Cómica, popular semanario satírico que circulaba por la isla.
El proletario Liborio se lamentaba por los males políticos de su patria.
Se mantuvo en la cotidianidad de la publicación hasta 1950.
A partir de ahí sus apariciones quedaron ligadas a ejercicios de la memoria nacional.
En 2018, con el relevo en el mando del poder político, la salida de Raúl Castro y la llegada de un no tan viejo seguidor de la Revolución como Miguel Diaz-Canel, Liborio parece asomarse, con cierta desconfianza, entre las plumas de los analistas políticos.
Todavía no se descifra como el “cambio” puede transformar el tradicional rostro, insuflado por la decepción, de quien se quedó aguardando el progreso que la Revolución le prometió.
“La historia me absolverá”, pronunció Fidel Castro durante su juicio.
Estaba preso tras el frustrado asalto al cuartel de Moncada, sucedido el 26 de julio de 1953.
En las décadas siguientes esa frase se convirtió en la marca de su paso por el gobierno cubano: palabras con vista al futuro que algunos tradujeron como una promesa de progreso.
En marzo de 1952, hubo un golpe de Estado que instauró a Fulgencio Batista en el poder por segunda vez.
Los opositores no estaban dispuestos a soportar otro mandato de Batista y organizaron un contragolpe militar e ideológico: la Revolución cubana.
Uno de los grupos decididos a combatir al régimen llegó al cuartel militar de Moncada, en la ciudad de Santiago de Cuba.
Su líder era un joven llamado Fidel Castro Ruz.
El ataque resultó un fracaso.
Los sublevados fueron prácticamente aniquilados.
Fidel permaneció en detención durante 17 meses y luego fue exiliado.
Desembarcó en México.
Batista endureció la represión en la isla y esto ocasionó que las ansias de revolución se fortalecieran.
Fidel se reorganizó y volvió a la isla, respaldado por su hermano Raúl Castro y Ernesto “Che” Guevara.
La victoria sobre el ejército de Batista (armado y asesorado por Estados Unidos) le dio un nombre en el escenario político internacional.
La picardía y la altanería en su trato con Washington le otorgaron respeto a ojos de pueblos latinoamericanos que veían en la Cuba post-revolucionaria el ejemplo a seguir para librarse de la influencia del imperialismo.
Fidel Castro, junto a su hermano Raúl Castro y Camilo Cienfuegos.
Foto: AP/Archivo Andrew St.
George Sin embargo, críticos del castrismo, como el periodista y caricaturista mexicano Eduardo del Río, “Rius” (fallecido en 2017) señalaron que las dificultades económicas del pueblo cubano se gestaron a partir de las promesas de Fidel Castro.
Según Rius, Castro no era comunista, en sus inicios tuvo por enemigo al Partido Socialista Popular (PSP), que más adelante se convirtió en el Partido Comunista de Cuba (PCC).
La relación con la Unión Soviética y las deudas políticas con el PSP, entre otros factores, le hicieron cambiar de parecer.
Bajo su mando, la isla se convirtió en un régimen postotalitario; comandado por militares e influenciado por ideas estalinistas; el Estado expropió empresas y demás giros que los capitalistas norteamericanos, junto con la mafia y la ayuda de Batista, habían instaurado a lo largo y ancho de la isla.
Se eligió una plataforma económica distinta al modelo adoptado por la mayor parte de América Latina y basado en el llamado capitalismo periférico.
La adopción de la ideología socialista provocó que Estados Unidos alzara contra Cuba un bloqueo comercial.
A las empresas norteamericanas y a todo capital extranjero que quisiera hacer negocios en suelo estadounidense les impusieron la condición de no invertir en la isla.
El país caribeño logró mantener su estabilidad energética gracias al apoyo de la Unión Soviética.
En la década de los noventa, con la URSS desmoronada, Cuba sufrió una de las peores crisis económicas de su historia y aumentó la migración ilegal a Estados Unidos.
A la amarga época se le bautizó como el Periodo Especial.
En palabras del periodista Harold Cárdenas, la recesión tomó por sorpresa al pueblo cubano, la escasez de alimentos y servicios ligó el sueño caribeño con la supervivencia: “El Periodo Jodido lo recordamos a cada rato por los sacrificios y las altas cuotas de dignidad que lo caracterizaron, una dignidad muy alta”.
El ministro de Defensa, Raúl Castro, su hermano el presidente Fidel Castro y Daniel Ortega, en la celebración del 20 aniversario de la fallida invasión militar Bahía de Cochinos, Cuba.
Foto: AP/Archivo Charles Tasnadi Pese a la acechanza del capital norteamericano y el hartazgo de un importante segmento del pueblo cubano hacia el régimen castrista, Cuba resistió.
Buscó adaptar su economía a los nuevos tiempos, pero siempre buscando la continuidad del Partido Comunista Cubano (PCC) que desde la Revolución se ha mantenido como la única entidad política y núcleo del poder en el país gracias a la politización del ejército revolucionario.
La economía isleña se centró en abrir espacios para la inversión extranjera, fortalecer el turismo y la extracción de níquel; además, se recurrió a la renta de servicios médicos al extranjero, enviaban grupos de doctores y maestros a cambio de energéticos como el petróleo.
Cuba se tambaleó, pero no cayó.
Con los resultados que arrojaban sus programas de educación y salud, Fidel justificó, en cierta medida, el tino de su régimen.
Poseía amplios recursos retóricos para salirse con la suya.
El siglo XXI recibió a un comandante Castro Ruz decaído y debilitado.
No le quedó más remedio que dejar el timón en manos de su hermano Raúl.
Así, el menor de los Castro tomó la estafeta, como interino, en 2006 y de modo definitivo en 2008.
Es suyo el principal rostro en los cambios experimentados en la isla en los últimos años, suya fue la palabra depositada en importantes decisiones oficiales, también suyo es el trazo hacia el que está orientada la nave con su sucesor.
Migración masiva de cubanos a Estados Unidos.
Foto: Getty Images LA ESTRATEGIA RAULISTA Desde los noventa del siglo pasado, Raúl Castro ya estudiaba la modernización del modelo económico con base en la experiencia china; sin embargo, su hermano, fiel a un pensamiento económico marxista bastante limitado, no le permitió realizar reformas similares en la isla hasta que le cedió el poder.
Ramón I.
Centeno, doctor en Ciencia Política por la inglesa Universidad de Sheffield e investigador de las persistencias autoritarias en América Latina, explica que: “En 2006, cuando Fidel Castro sale del poder, Raúl Castro puede empezar un proceso de mayor experimentación económica.
Fidel sólo logró ceder un espacio para la inversión extranjera, Raúl se dedicó a hacer reformas al interior”.
Si bien las reformas no representaron un giro de 180 grados, si es posible definirlas como una flexibilización estatal.
Al amparo de las modificaciones, se registró un ascenso en el sector de los llamados cuentapropistas (dueños de pequeños establecimientos como restaurantes, tiendas de abarrotes, etcétera).
Según Centeno, desde la época de Fidel hasta nuestros días, el número de cuentapropistas pasó de cien mil a poco más de medio millón.
Actualmente representan el 12 por ciento de la fuerza laboral cubana.
Con el cambio de Castro se vino un viraje del tradicional modelo de la economía planificada (modelo estalinista que le otorga todo el poder económico al Estado en un ejercicio centralista) hacia un socialismo de mercado (en el cual la propiedad social de los medios de producción puede coexistir con mecanismos de mercado en el rubro de la distribución, donde el Estado no es el único responsable) que está aún muy lejano de su referente chino.
Raúl Castro Ruz entregará su cargo al PCC y con ello llegará a su fin la dinastía castrista tras seis décadas de gobierno.
Foto: Notimex/COR “Lo que ha ocurrido en China es que la burguesía ha empezado a renacer.
Todavía no es la que tiene la batuta del Estado, pero en el país asiático esa clase social volvió a aparecer y eso aún no ocurre en Cuba, sigue siendo la frontera y el límite de los cambios que Raúl Castro tiene muy claro.
Él es parte de una generación que hizo la Revolución para expropiar a la burguesía y no piensa abrir el espacio para que se regenere esa clase social”.
Centeno advierte que, si bien los cuentapropistas son parte de una economía de mercado, estos representan una unidad productiva de pequeña escala que no compite de ningún modo con las grandes empresas que siguen y seguirán siendo propiedad del Estado cubano.
No obstante, sí representó un cambio de consideración al registrar más trabajadores independientes del Estado y demostrar que existen otras formas de administrar la economía.
Otro aspecto importante del mandato de Raúl Castro fue su acercamiento con Barack Obama, entonces presidente demócrata de Estados Unidos.
El tenso encuentro, con desconfianza en ambos frentes, supuso para muchos ojos, no sin cierto grado de ingenuidad, un posible deshielo en las relaciones y un paso hacia el fin del bloqueo económico que los norteamericanos impusieron desde los años sesenta.
Para el politólogo Centeno, Obama accedió a la reunión con la idea de seguir buscando, por otros medios, un cambio de régimen en la nación caribeña.
En un artículo hecho por José Pardo de Santayana, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) se expone que en la Casa Blanca advirtieron que la postura aislacionalista era aprovechada por otros países para hacer negocios con Cuba, de modo que, si se registraba una apertura económica de la isla hacia el exterior, las empresas estadounidenses se verían en desventaja.
Industria turística de Estados Unidos arropa a Cuba como destino pese a trabas de Trump.
Foto: EFE/Alejandro Ernesto Del lado cubano, se especuló que Raúl Castro accedió a este encuentro persuadido por la incertidumbre que le provocaban las dificultades económicas de Venezuela (su principal socio) y lo que representaría tener en Estados Unidos a un nuevo aliado comercial, papel que, al menos en el corto plazo, Washington no parece dispuesto a aceptar.
El papa Francisco fungió como mediador para que se diera el primer acercamiento en más de medio siglo.
Esto ocurrió en diciembre de 2014.
Hubo un segundo encuentro, en abril de 2015, en el marco de la séptima Cumbre de las Américas.
Tras la negociación, se acordó la reapertura de la embajada cubana en la Unión Americana y de la estadounidense en la nación caribeña.
Sin embargo, para Ramón I.
Centeno, lo que Estados Unidos buscaba y buscará siempre es la conversión de Cuba en un Estado demócrata y capitalista.
Las reuniones prosiguieron y no era poco el optimismo de que llegarían a buen puerto.
Entonces, Donald Trump llegó a la Casa Blanca y deshizo todo acuerdo con el régimen castrista.
Al interior del país, Raúl impulsó una ley para que nadie pueda ejercer el cargo máximo por más de dos periodos consecutivos de cinco años.
Para ser congruente con ese planteamiento, anunció su retiro de la presidencia en 2018.
“Raúl Castro quiere evitar otro Fidel Castro.
No habrá más líderes vitalicios (…) Insisto en Raúl Castro porque ha pensado en todas estas reformas como un conjunto de instituciones que delimiten por dónde va a actuar la siguiente dirigencia: la que hoy está en manos de Miguel Díaz-Canel”.
El ex presidente Barack Obama junto a su homólogo Raúl Castro durante su encuentro en el Palacio de la Revolución en La Habana, Cuba.
Foto: EFE/Michael Reynolds SUCESOR Nacido hace 58 años, Miguel Díaz-Canel Bermúdez es parte de la generación de políticos posrevolucionarios que se educaron bajo la batuta comunista.
Empezó su carrera política en su natal Villa Clara, donde fungió como primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas.
En 1994 fue primer secretario del PCC.
En 2003 fue promovido al Buró Democrático.
En 2009, Raúl Castro le nombró Ministro de Educación Superior.
En 2012 se incorporó como vicepresidente del Consejo de Estado.
Su irrupción en la escena internacional se suscitó en diciembre de 2012, representó al gobierno cubano en el foro por el octavo aniversario de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), en Caracas.
En 2013, ya como segundo al frente del régimen, fue responsable de dar las condolencias del pueblo cubano a Venezuela por la muerte de Hugo Chávez.
Ese mismo año viajó a Roma para la entronización del primer Papa latinoamericano.
Encabezó una gira por China, Vietnam y Laos con el objetivo de presentar y desarrollar las reformas económicas de Cuba.
Su personalidad política es similar a la de Raúl Castro: un tipo introvertido que no gusta de llamar la atención, mesurado, de bajo perfil, evasor de las cámaras y leal a las ideas de la Revolución.
Además, ha dado muestras de ser un gran negociador.
Para entender su nombramiento hay que comprender cómo funciona el sistema electoral cubano.
En primer lugar, el régimen se define a sí mismo como una democracia representativa sin partidos políticos.
En la isla sólo existe una organización política: el Partido Comunista Cubano.
En las elecciones que se realizan cada cinco años, los cubanos mayores de 16 años de edad tienen el derecho a votar para elegir a sus representantes locales en la Asamblea Nacional del Poder Popular (el Poder Legislativo cubano).
Estos representantes se encargan de votar por el presidente del Consejo de Ministros, en este caso a Miguel Díaz-Canel.
En conclusión, el pueblo cubano no elige directamente a su presidente.
Años atrás, Raúl Castro ya había dado muestras de que Díaz-Canel sería su sucesor en el poder.
Era tan obvio que hubo manifestaciones en el barrio de La Pequeña Habana de Miami con la exigencia de elecciones democráticas y libres en vez de la aplicación de un “dedazo”.
Ramón I.
Centeno afirma que Díaz-Canel dará continuidad al proceso puesto en marcha con Raúl Castro en el poder, dejar atrás una dirigencia carismática y a merced de una sola persona, como en tiempos de Fidel, y persistir en un liderazgo colectivo similar a los existentes en China y Vietnam.
La idea de este modelo es evitar la arbitrariedad del dirigente; si bien significa una mayor pluralidad institucional, aún se mantiene distante de la democracia efectiva.
El pasado 19 de abril, en su toma de protesta frente del Consejo de Ministros (que según el artículo 93 de la Constitución Cubana es el máximo órgano ejecutivo en la isla), Díaz-Canel reafirmó su lealtad y admiración hacia la Generación Histórica, la cual agrupa a los sobrevivientes del movimiento que derrocó a Batista y que incluye a personajes como Raúl Castro, José Ramón Machado o Ramiro Valdés Menéndez.
También expresó su reconocimiento al menor de los Castro como el líder actual del proceso revolucionario y el rostro más importante de la vanguardia política cubana.
“En un momento de su discurso dice: ‘No vengo a prometer nada.
Vengo a entregar el compromiso de trabajar y de exigir por el cumplimiento del programa que nos hemos dado como gobierno y como pueblo en los lineamientos del partido y de la Revolución, a corto, a mediano y a largo plazo’.
El sabe que está atado de manos y que además tiene que controlar las expectativas de todos los cubanos que posiblemente ven en él a alguien con ideas nuevas, más frescas.
Pero a los políticos que en el pasado han intentado ser extrovertidos y han sugerido romper con la línea de los Castro, pues le has ido muy mal”, explica Ramón I.
Centeno.
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel y su antecesor y primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, en el desfile del Día del Trabajo.
Foto: EFE/Alejandro Ernesto Díaz-Canel también recalcó que sólo el PCC puede garantizar la unión de la nación y que ese instituto es “digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en sus líderes”.
En otra parte de su discurso resaltó que Raúl Castro encabezará las decisiones de mayor trascendencia.
Es decir, ante la mirada internacional el nuevo presidente de la isla es quien manda, pero detrás suyo existe un complejo militar que conserva el poder efectivo en el país.
“Díaz-Canel va a seguir atado de manos para hacer cualquier tipo de distinción de las políticas de Raúl Castro, porque si bien, Díaz-Canel hoy es el presidente del Consejo de Estado y de Ministros, una de las dirigencias del Estado cubano; la otra fuente de poder es la dirigencia del Partido Comunista, que sigue estando en manos de Raúl Castro y de la vieja generación”, abundó Centeno.
El doctor en Ciencia Política advierte que no deben esperarse grandes cambios en Cuba en estos momentos, porque el nuevo presidente sigue siendo un subordinado.
Raúl Castro, aunque se haya salido de la palestra, mantiene una posición muy importante.
Díaz-Canel tiene claro que el régimen castrista no ha concluido.
Una de sus tareas fundamentales es asegurar que el PCC siga en el poder.
La forma de lograrlo pasa por conservar la aceptación de la sociedad cubana.
El gobierno de Raúl Castro implementó un plan de desarrollo dirigido a consolidar el proceso de reformas.
En el documento se establece que se mantendrá la propiedad social de los medios de producción y que el Estado seguirá como eje y actor central de su modelo económico.
En segundo plano abren un espacio a otros actores de mercado, como los cuentapropistas o las cooperativas.
Se trata, según Centeno, de un perfeccionamiento de los trabajos raulistas.
“Quieren institucionalizar y consolidar los cambios en el modelo de dirección política.
El propósito de la actual dirigencia cubana es mantener lo que ya se tiene.
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) Aunque dieron un paso atrás, antes el número de trabajadores por cuenta propia estaba creciendo año con año, las reformas estaban avanzando; hoy se pusieron en pausa, interpreto que es justo porque hay un proceso de cambio en la dirección”, aclara Centeno.
El sueño de Raúl Castro es que el Partido Comunista siga gobernando por muchos años más, más allá de 2030, límite temporal que se propuso en el plan de desarrollo para consolidar las reformas.
Se continuará con lo planteado por el menor de los Castro en busca de la perfección del proyecto socialista, entendida como una propiedad social de los medios de producción en equilibrio con actores de mercado que posibiliten una mejor producción y distribución de los bienes.
“Ese equilibrio aún no se encuentra y es lo que se propone para los próximos años.
Por supuesto que la restauración capitalista no esta en la agenda”, explica Centeno.
Cabe señalar que el mandato de Díaz-Canel se renovará en cinco años mientras que Raúl Castro dejaría la dirigencia del PCC en 2021.
Esto abre la puerta a la especulación acerca de las decisiones que el presidente cubano podría tomar a partir del cambio en el mando del partido, no ha dado señales de cuáles son sus planes.
Según el doctor en Ciencia Política “Si manifestara intenciones de hacer cambios en este momento, la verdad no le iría muy bien.
Él tiene que cuidar el cargo que ha logrado”.
¿EMBARGO SIN FIN? El principal problema al que se enfrenta el sucesor de Rául respecto al embargo comercial de Estados Unidos es la ideología conservadora, nacionalista y republicana del actual ocupante de la Casa Blanca.
El 16 junio de 2017 en Miami, en un acto más propio de los días de la Guerra Fría, un Donald Trump rodeado de anti-castristas canceló el acercamiento iniciado por Obama y acusó a su antecesor demócrata de haber enriquecido al régimen de la isla con sus políticas.
/> Grafiti que apareció después que Donald Trump anunciara un recrudecimiento en la política de Estados Unidos contra Cuba.
Foto: EFE/Alejandro Ernesto Desde la óptica trumpista, el dinero generado por las pequeñas inversiones y el turismo norteamericano acabó en manos de las fuerzas armadas cubanas.
Según el mandatario, los estadounidenses no quieren que su capital fortalezca a un monopolio militar que explota y abusa de los ciudadanos de Cuba.
Anunció que no levantaría ninguna sanción hasta que todos los presos políticos quedaran libres y existiera libertad de expresión, así como democracia, en el país caribeño.
En ese anuncio abrigaron al presidente políticos republicanos como el gobernador de Florida, Rick Scott, y el senador Marco Rubio.
También comparecieron Marío Díaz-Balart y Carlos Curbelo, representantes de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, así como otros miembros de la comunidad cubano-americana.
Trump firmó un Memorándum Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Endurecimiento de la Política de Estados Unidos hacia Cuba.
Un objetivo del trumpismo inscrito en el documento es mejorar el cumplimiento de la legislación estadounidense, en particular las disposiciones que rigen el embargo económico y la prohibición del turismo en la isla.
Otro es que el régimen cubano se haga cargo de la opresión y los abusos a los derechos humanos ignorados por la política de Obama.
En otro punto se exige empoderar al pueblo cubano para que haya una mayor libertad económica y política.
El principal obstáculo para la prosperidad de la nación caribeña, desde la visión del político republicano, es la intervención de un aparato militar que controla todos los sectores rentables de la economía.
Trump busca presionar al régimen revolucionario para que permita a sus gobernados expandir el sector privado.
El memorando endurece las restricciones para mantener alejado al turismo norteamericano de Cuba.
Los viajes educativos se limitaron a traslados en grupo.
El viaje individual autodirigido, que fue permitido durante la administración de Obama, ya no se permite.
Trump no dio marcha a todo, se conservaron medidas del deshielo como la reapertura de las embajadas, los cubanos residentes en Estados Unidos conservaron los derechos a visitar a sus familiares en el revolucionario territorio y a enviarles remesas, pero el proceso de normalización de las relaciones diplomáticas entró en una pausa.
La respuesta a la decisión del mandatario norteamericano se difundió a través de Granma, periódico oficial del PCC.
En ella se asentó que la autoridad estadounidense no estaba en condiciones de darles lecciones y que continuarían “firmes y seguros en la construcción de una nación soberana”.
Para autores como Carlos Alzugaray, ensayista y diplomático cubano, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca coincidió con el momento en que se estaba desarrollando una actualización de la política exterior cubana.
Ahora, Díaz-Canel ni tendrá un acercamiento con Trump ni emprenderá una acción política que ponga en duda la legitimidad y soberanía de la Revolución.
Para Ramón I.
Centeno, Estados Unidos no soporta que exista un modelo económico distinto al suyo, menos cerca de ellos.
Por ello, su presidente republicano tuvo a bien señalar a 180 negocios con los que sus ciudadanos y empresas no pueden celebrar tratos porque forman parte de la estructura gubernamental cubana.
“Donald Trump opera un regreso a la línea dura que Washington ha tenido desde que la Revolución se impuso en Cuba.
El propósito es el mismo: prohibir el comercio de las empresas estadounidenses con Cuba y prohibir a sus ciudadanos visitar la isla”, expone.
Centeno explica que, por su ubicación geográfica, la tierra de José Martí sería un mercado natural para los estadounidenses.
Para el doctor en Ciencia Política el objetivo de Trump al borrar los avances impulsados por Obama es obvio: impedir el crecimiento económico del régimen caribeño.
“Aún tienen la idea de que, si esto se mantiene, los ciudadanos cubanos se van a enojar y derribarán al régimen”, señala.
El presidente Vladímir Putin y Raúl Castro durante una conferencia de prensa en el Palacio de la Revolución en La Habana, Cuba.
Foto: EFE/EPA/Alexey Nikolsky Pese al embate norteamericano, Cuba tiene alternativas a la mano con la forma de dos viejos conocidos: China y Rusia.
El primero es su segundo socio comercial más importante y un precursor del modelo económico cubano en actualización.
En cuanto al segundo, La Habana mantiene excelentes relaciones con Moscú, y éstas se fortalecieron luego de que Vladímir Putin condonó el 90 por ciento de la deuda que tenía la isla con la Madre Rusia.
Situarse a la sombra de esos aliados es un gran refugio para Diaz-Canel dado que las dos potencias mantienen relaciones difíciles con Washington.
Además, La Habana ha tenido un acercamiento positivo con Canadá pese a que el país de Justin Trudeau es uno de los principales socios de Estados Unidos.
El bloque europeo es otro jugador que ha manifestado su disposición a alcanzar acuerdos con la isla.
Tras la elección de Diaz-Canel, el gobierno trumpista advirtió que bajo su liderazgo los cubanos no gozarán de mayores libertades de manera que no hay razón para relajar su política hostil.
Vicki J.
Huddleston, diplomática californiana ya retirada, no ve, bajo la era Trump, razones para el optimismo en el futuro inmediato de Cuba.
Cuando Estados Unidos amenaza a la isla, comparte, los líderes comunistas suelen dar marcha atrás a toda reforma en el tema y eso afecta de manera vertical al pueblo cubano.
La situación, explica Huddleston, podría agravarse en los próximos años a causa de políticos de corte radical como Mike Pompeo, secretario de Estado de la Unión Americana, o John Bolton.
Este último, actual consejero de Seguridad Nacional de Washington, acusó falsamente a Cuba de poseer armas biológicas.
Eso ocurrió en 2002.
En su discurso de toma de posesión, Diaz-Canel aseguró que sus políticas buscarán nuevas victorias para el socialismo cubano.
El sucesor de Raúl no abandonará la disposición combativa de sus “invictas” Fuerzas Armadas Revolucionarias.
En Cuba, según este heredero de la Generación Histórica, no existe espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de la Revolución.
No obstante, en mayo pasado, en una reunión con artistas cubanos en La Habana, Díaz-Canel se abrió un poco y dijo no creer que sea eterna la posición de Estados Unidos hacia su país.
Con la vuelta del hielo, el buen Liborio, frente arrugada, patillas largas, rostro compungido, seguirá esperando a que la promesa de progreso se cumpla.
Twitter: @BeatsoulRdz Más información en https://www.
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