Sentenciados: Querían divertirse, luego se arrepienten Elimparcial.com Sonora

La primera vez, Carmen y Carla no tuvieron que esforzarse mucho para conseguir unos pesos para tomar un camión.
Las dos jovencitas, de 15 y 16 años, descubrieron que, si se quitaban la pena, prácticamente sólo tenían que pedirlo para que alguien metiera sus manos a la bolsa y las ayudará con un par de monedas.
Así que no había razón para no hacerlo.
De esta manera, no tardaban en tener lo suficiente para darse sus gustos, como ir a comer o ir al cine, o simplemente para pagar la recarga del celular.
Ninguna de ellas pensaba en los peligros que rondaban las calles, mucho menos que sería precisamente esa maña la que las llevaría a conocer un mundo del que después se arrepentirían.
Carmen y Carla se conocieron en la secundaria, donde surgió la amistad y una complicidad que las hacía, incluso, ponerse de acuerdo para irse de “pinta” continuamente; para ninguna de las dos la escuela era prioridad.
Fue por ello que tampoco sacaban buenas calificaciones.
Carmen decidió ya no asistir a clases y dedicarse a cuidar a su mamá que sufría de diabetes; Carla fue reprendida por sus familiares y obligada a seguir con sus estudios a través del Instituto Sonorense de Educación para los Adultos.
Parecía que sus vidas tomarían distintos caminos, pero no fue así, pues cuando Carmen siguió los pasos de su amiga, la amistad se fortaleció al ir juntas al ISEA.
Un día de junio de 2016 Carla llegó a casa de Carmen para invitarla al parque, o eso fue lo que le dijeron a sus familiares.
En realidad ellas se dirigieron al Centro, por la calle Guerrero, y ahí se pusieron de acuerdo para pedir dinero.
En ese momento se acercó un vehículo de lujo conducido por un joven al que nunca habían visto.
"¿Están trabajando?", les preguntó.
Pero ellas no sabían a qué se refería.
“¿Trabajando cómo?", inquirió Carla.
"Pues teniendo relaciones conmigo, si se animan les pago mil pesos", les dijo.
Lo pensaron unos minutos, se miraron a la cara y lo decidieron: Aceptarían solamente quince minutos y con los mil pesos por adelantado.
Abordaron el automóvil y el joven les comentó que las llevaría a una casa que estaba ubicada cerca de una conocida planta refresquera.
Al llegar se percataron de que no había energía eléctrica, por lo que decidieron irse a un hotel.
PRIMEROS PASOSEn el primer hotel al que llegaron les solicitaron una identificación, por lo que no pudieron quedarse, así que buscaron otra opción, de preferencia uno que tuviera alberca, el sueño de las dos menores.
De regreso en el Centro de la ciudad encontraron uno con las características que buscaban; pero al llegar, el joven que las había “contratado” se retiró del lugar pues les dijo que tenía que cerrar su negocio y que luego regresaría, aunque nunca lo hizo.
Como el cuarto ya estaba rentado y los mil pesos estaban en sus manos no iban a desperdiciar la oportunidad de divertirse, por lo que decidieron solicitar el servicio de comida al cuarto; salieron a comprar botanas, cerveza y cigarros, e invitaron a un grupo de amigos a unirse a la fiesta que habían armado.
Mientras ellas se divertían, sus familiares se encontraban desesperados buscándolas, incluso fueron a la Policía, llamaron a todo mundo y nada.
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parecía que se las había comido la tierra.
Hasta que ellas decidieron hacer una llamada para explicar en dónde estaban y qué habían hecho, falseando la realidad.
La vida de Carmen nunca fue fácil, desde que bajó su rendimiento en la escuela la hicieron responsable de cuidar a su mamá, quien se encontraba convaleciente.
Además, fue manipulada por el dueño de un establecimiento a donde asistía para hacer sus tareas, la hizo creer en él y prácticamente la obligó a tener intimidad ofreciéndole dinero.
Después tendría otras parejas, algunas de ellas de su antigua escuela.
Su familia le daba lo necesario para vivir, pero no los lujos que ella quería; sus padres la aconsejaban sobre cómo enfrentar los problemas que las niñas de su edad tenían.
Carla, por su parte, quien en alguna ocasión consumió alcohol y fumó tabaco, vivía con la abuela y su papá la visitaba cuando tenía tiempo libre, ya que trabajaba en una mina.
Su mamá se encontraba enferma y ese tema siempre la tenía preocupada.
Al igual que su amiga, fue manipulada por un hombre, el mismo que enamoró a Carmen, el dueño del establecimiento donde hacían su tarea.
Tuvo intimidad a cambio de regalos; su papá se dio cuenta de la relación y cambiaron de domicilio, pero ella siguió en la misma situación.
Para Carla no existieron reglas, límites ni valores personales ni familiares, y la lejanía de su padre le permitió tener la libertad para hacer prácticamente lo que quería.
REGRESAN AL SITIODespués de divertirse a lo grande en la fiesta que se extendió hasta la madrugada y tras descansar un poco, Carmen y Carla volvieron al mismo sitio donde les había caído dinero del cielo, se quedaron unas horas más en busca de repetir la negociación.
Fueron varios los conductores que se acercaron y les preguntaron cuánto cobraban por sus “servicios" prácticamente como meretrices.
Como las cantidades no eran las que esperaban, rechazaron una, dos y hasta tres propuestas.
Pero hubo alguien que les haría una oferta distinta.
Un señor mayor, de aproximadamente 50 años, se acercó a ellas para advertirles que no estaban seguras en ese lugar: "Vénganse para acá, no se pongan ahí porque va a pasar el del carro blanco, es un inspector y las va a levantar".
Las amigas no sabían exactamente a qué se refería, pero le hicieron caso y se retiraron.
Él les ofreció llevarlas a su negocio, donde podrían ganar dinero y tendrían protección.
Carla y Carmen voltearon a verse a los ojos buscando que una de las tomará la iniciativa, pues pese a la curiosidad ninguna de las dos se animaba a dar el primer paso, aunque ambas ya sabían la respuesta.